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Era martes y como todos los días salí a regar los cultivos. Una vez había acabado, me di cuenta de que tenía una carta en el buzón.

Era de Robin, y básicamente me decía que si quería construir un pozo le llevará dinero y algunos materiales.

Como aún era muy temprano para ir a la carpintería, empecé a recoger piedras de los alrededores de mi granja.

Una vez tenía la cantidad necesaria, me dirigí a casa de Robin, yendo por el camino al norte de mi granja.

Al llegar, me sorprendió que Robin no estuviera en el mostrador. Era su horario de trabajo, y aún así no había nadie en la casa.

O eso creía yo.

Busque por el laboratorio, y me adentré por la casa hasta llegar a la cocina. Iba a ir hacia la salida cuando alguien me sorprendió en el pasillo.

— ¿Se puede saber quien eres y qué haces en mi casa? — preguntó el joven de piel blanca.

— Dios, me has asustado. — respondí aún sobresaltada.

— Te he hecho una pregunta. — respondió de forma muy seca, al parecer sin importarle lo más mínimo el haberme asustado.

— Soy ________, la nueva granjera. Y venía a hablar con Robin, pero al ver que no estaba he decidido buscarla.

— Es ilegal entrar de forma repentina en casa ajena, ¿sabías? — dijo en tono de burla.

— Tu debes de ser el simpático del pueblo, ¿cierto? — respondí de la misma manera.

— Así es. Soy Sebastian, el hijo de Robin, que por cierto tiene el día libre hoy.

— Vale, no lo sabía. Gracias y adiós. — respondí de forma un poco brusca.

Llegué a casa y guardé los materiales en un cofre, ya iría otro día a ver a Robin. Y a ser posible, evitando ver al borde de Sebastian.

Me tumbé en la cama a pensar en mis cosas, y casi sin darme cuenta me quedé dormida. El horario de granjera se me estaba haciendo duro.

Me desperté al día siguiente con un poco de frío. Al salir de casa entendí el porque: estaba lloviendo bastante. Recogí una carta del buzón y volví a entrar a casa para leerla más detenidamente.

Era una carta informativa: la mina volvía a ser accesible. Cuando leí el nombre de quien la había escrito, se me heló la sangre. Morris, de Joja Company.

Por un momento, los recuerdos de mi antiguo trabajo me vinieron a la mente, y con ellos el recuerdo de mi abuelo. Una lágrima salió de mi ojo, pero rápidamente la sequé, porque sabía que estaba haciendo lo que mi abuelo quería que hiciera.

Volví a salir de casa, y vi que las semillas que había plantado habían germinado y crecido, y ahora eran chirivías. Las recogí y las puse en el cesto que me dijo Lewis.

— Debería ir a comprar más semillas. — pensé.

Me dirigí a Pierre's, pero el cartel de la puerta me hizo suspirar profundamente. "Cerrado los miércoles".

Volví a casa y decidí ir a ver a Robin, a ver si con suerte la encontraba en la tienda. Cogí de nuevo las piedras y me encaminé hacía la carpintería.

Tuve suerte y Robin si estaba en su puesto de trabajo, pero al entrar lo que más le preocupó fue que estuviera tan mojada.

— Dios mío _______, estás empapada. Espera, te voy a traer algo.

Me quedé en la entrada de la casa, esperando a que me trajera algo con lo que cubrirme del frío. Pronto subió del sótano con una sudadera negra en la mano.

— Es de mi hijo, pero tiene muchas. Puedes quedártela si quieres, no creo ni que se de cuenta de que falta.

Sonreí ante su cortesía. ¿Como puede ser que una mujer tan amable tenga un hijo tan... como Sebastian?

Una vez me puse la sudadera —la cual me quedaba bastante ancha— le expliqué a Robin el motivo de mi visita. Acordamos que empezaría con el proyecto al día siguiente.

Antes de salir de la carpintería, Robin me invitó a ir el viernes al Salón Fruta Estelar, ya que este se animaba bastante los viernes por la noche.

Asentí y salí de la tienda, y corrí hacia mi casa. Tengo que admitir que con la sudadera de Sebastian no hacia tanto frío.

Una vez allí, encendí la chimenea y me tumbé en la cama para poder relajarme en un día tan frío.

El calor de la chimenea, el sonido del fuego, la comodidad de mi cama y el olor de la sudadera de Sebastian me relajaban.

Oh, no. No no no no no y no. No puede ser que haya pensado eso. Rápidamente me quité la sudadera y la dejé encima de la mesa, lejos de mi. Sin darme cuenta, poco a poco volví a quedarme completamente dormida.

🖤 Newbie | Sebastian 🖤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora