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El invierno había llegado a Pueblo Pelícano, y con el un tiempo para descansar. Esta estación iba a ser la más calmada de todas, pues no me tenía que preocupar por los cultivos.

El otoño había sido muy provechoso económicamente. Las calabazas que había plantado se vendieron a un buen precio, y eso me había permitido ahorrar lo suficiente como para no preocuparme el resto del invierno.

Como no tenía que regar durante un largo tiempo, fui a ver a Clint para que mejorara mis herramientas, especialmente mi regadera.

Cuando volví de la herrería me encontré a Seb sentado en la puerta de mi casa. Inconscientemente sonreí al verle, y el me devolvió la sonrisa.

— ¿Dónde estabas? Llevo esperando aquí un tiempo... — dijo.

El frío había hecho que la nariz y las orejas de Sebastian se pusieran un poco rojas, y junto a su tez pálida le daban un aspecto muy adorable.

— Ven, vamos dentro. — abrí la puerta y ambos entramos a casa. — He ido a ver a Clint, a por una mejora de mis herramientas. ¿Quieres café? — dije preparándome una taza. Seb asintió, así que le preparé una a él también.

— ¿Qué tienes pensado hacer este invierno? — dijo él, tomándo la taza de café que le había entregado.

— Tenía pensado ir a la mina. Obtener minerales para así poder mejorar las herramientas y posibles objetos futuros.

— Oh... — dijo él. Sus ojos delataban que no estaba muy contento con la idea.

— ¿Que te pasa, Seb?

— Me preocupa que vayas sola a las minas. Aquel día que fui a buscarte estabas muy mal y...

— Hey. — dije interrumpiéndole. Puse mis manos en sus mejillas y le miré directamente a los ojos. — Estaré bien, te lo prometo.

— Ya, sé que tu puedes pero... Me quedo más tranquilo si voy contigo. Si no te molesta, claro está.

— ¿Cómo me va a molestar? Que cosas tienes... — dije sonriendo. Acto seguido le di un corto beso en los labios y fuimos juntos hacia las minas.

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Al llegar, le di a Seb un pico y una espada para que pudiera defenderse y ambos bajamos por el ascensor hasta el piso 40.

Una vez allí bajamos las escaleras hasta el nivel 41, y allí empezamos a recoger materiales y luchar contra monstruos.

Los primeros niveles que descendimos juntos fueron bastante bien, pero las cosas empezaron a torcerse por el nivel 48.

Había numerosos bichos y se nos habían acabado las provisiones, así que decidimos bajar hasta el piso 50 y así coger el ascensor.

Llegamos al piso 49 y Sebastian tenía poca energía y poca salud, así que le recomendé que se quedara detrás de mí, al margen de todo, mientras yo abanzaba por los dos.

Yo estaba tan concentrada buscando la escalera que se me pasó por alto que Sebastian se había distraído. Sebby había visto una lágrima helada y, cuál niño pequeño, se acercó a verla sin preocuparse lo más mínimo por su estado.

Cuando encontré la escalera fue cuándo me di cuenta de que Sebby no estaba detrás de mí. Le vi a unos cuántos metros de mí, mirando la lágrima helada con detenimiento.

Fue entonces cuando una manada de murciélagos se abalanzó sobre nosotros, y Sebastian cayó debilitado ante mis ojos.

— ¡Sebastian, no! — grité.

Saqué mi espada y luché contra todos los murciélagos. Cuando había acabado con ellos me acerqué a Sebastian, que estaba inconsciente en el suelo.

Lo cogí como pude y bajé al piso 50. El cofre de recompensa me dió completamente igual, yo solo quería sacarle de ahí.

En cuánto salí, fui cargando con Sebastian hasta la casa de Robin, quien al verme llegar con su hijo en brazos se preocupó muchísimo.

Entre las dos lo bajamos a su habitación y le dejamos reposando en su cama, con un par de mantas para que su cuerpo no se destemplara.

Maru fue a avisar a Harvey, quien rápidamente vino a ver que le pasaba. Harvey dijo que estaba inconsciente, y que lo mejor sería dejarle descansar hasta que despertara.

Pero yo solo podía pensar en una cosa: era todo culpa mía.

🖤 Newbie | Sebastian 🖤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora