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Desperté a la mañana siguiente con serias dudas. ¿Lo de anoche fue real o fue solo un sueño? ¿Quién era esa persona misteriosa? Y sobretodo, ¿que hacía en mi granja de noche?

Decidí no darle demasiadas vueltas y simplemente seguí con mi vida.

Vi una carta en mi buzón. La abrí y la leí. Era de Robin, necesitaba 100 piedras para un proyecto. Miré en uno de mis cofres y tan solo tenía 5, así que una vez había regado mis cultivos fui hacia la carpintería.

— ¡Hola, Robin! — dije sonriente.

— Hola, _______. ¿Recibiste mi carta?

— Si, de eso venía a hablarte. Voy a ir ahora a la mina, cuando salga te las doy, ¿de acuerdo?

— Vale. Recuerda que cierro a las 5.

— Si, no creo que tarde tanto. — respondí. — ¡Hasta luego!

Eran las 10 de la mañana cuando entré a la mina. Bajé por las escaleras para encontrarme con muchas piedras y alguna que otra mena de cobre. Empecé a picar para obtener materiales.

No sé cuanto tiempo después empecé a sentirme un poco fatigada y cansada, pero decidí no darle importancia. Gran error.

Habia bajado ya unos 8 pisos, pero quería llegar hasta el 10 como mínimo. A duras penas llegué hasta el piso que quería, pero al ir hacia el ascensor me atacó un slime. No tenía las fuerzas suficientes para combatir, así que no le fue difícil hacerme daño.

Estaba a punto de desmayarme, pero gracias a Yoba fui capaz de llegar al ascensor y pulsar el botón para ir al piso 0. Una vez arriba, colapsé y caí al suelo.

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Sebastian P.V.

Estaba tranquilamente en mi habitación haciendo mi trabajo cuando mi madre entró a mi cuarto sin previo aviso.

— Mamá, te he dicho que no entres así como así. — dije un poco molesto, pero sin prestarle demasiada atención.

— Ya lo sé Sebby pero... Estoy preocupada por _________. — cuando dijo su nombre, mi atención se desvió hacía ella. — Hemos estado hablando de que iba a ir a por piedra a las minas pero... No ha vuelto aún. Temo que le haya pasado algo. — me sobresalté al escuchar sus palabras.

— ¡¿Cuándo ha sido eso mamá?

— Esta mañana, sobre las 10.

Miré la hora en mi ordenador. Eran las 19. Sin pensármelo dos veces salí corriendo hacía las minas. Cuando llegué pude ver a _________ en el suelo, desvanecida. Me arrodillé cerca suyo e intenté despertarla, pero nada parecía funcionar.

Sin pensármelo mucho más, la cogí en brazos con mucho cuidado y la llevé a su casa. Una vez allí, encendí la chimenea y la tumbé en la cama.

Sabía que no podía irme y dejarla en esas condiciones, así que decidí quedarme un rato más por sí acaso.

Dieron las 12 y __________ hizo su primer gesto desde que la encontré. Simplemente se giró y se tapó mejor con la manta. No quería que se asustara si me veía allí por la noche, creo que tuvo suficiente con lo de ayer.

Simplemente me fuí y la dejé descansar, ya me encargaría mañana de ver si estaba bien.

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__________ P.V.

Desperté en mi cama con un gran dolor de cabeza. No quería hacer nada, solo quería seguir durmiendo.

Cuando estaba a punto de volver a dormir, alguien tocó a mi puerta. Me levanté como pude y abrí.

— Hola, ________. — dijo Sebastian. — Menudas pintas tienes.

— Hola, don amabilidad. — respondí volviéndome a tumbar en la cama.

— Tienes mala cara.

— Que sí, me ha quedado claro que estoy horrible. ¿Querías algo más?

— No lo digo por eso, _______. ¿Te encuentras bien? — respondió curioso. ¿A qué se debía ese interés?

— N-no mucho. Ayer me desmayé y me duele mucho la cabeza. — dije honestamente.

— Deberías ir a ver a Harvey.

— No es para tanto Sebastian. Se me pasará. — dije restándole importancia.

— Tienes que ir, ________. Por tu bien. — dijo serio.

— P-pero yo sola no puedo.

— Yo te acompaño, tranquila. — dijo mirandome a los ojos.

Simplemente asentí. Ambos nos quedamos en silencio, hasta que recordé la tarea más importante que tenía que hacer.

— L-los cultivos... — dije susurrando.

— ¿Qué has dicho? — dijo él.

— Tengo que regar los cultivos. — dije un poco más alto e intentando ponerme en pie.

Intenté no torcerme mucho al andar, pero me fue muy difícil.

— Ven, te ayudo. — dijo Sebastian ayudándome a mantener el equilibrio.

Sebastian consiguió que llegaramos al porche de casa, y mientras él regaba yo le observaba desde las escaleritas.

Sin saber porque, una sonrisa apareció en mi cara mientras le miraba. Él se dió cuenta de esto, y se puso un poco nervioso.

— ¿Q-qué miras? — dijo tapándose la cara.

— Serías un buen granjero. — dije con voz suave.

Sebastian simplemente se rió y siguió regando. Una vez había acabado, vino hacía el porche a por mí.

— Vamos. — dije poniéndome en pie y andando unos pocos pasos yo sola.

— Espérate, _______. Yo te ayudo.

Dicho esto se puso delante de mí y me cogió sobre su espalda. Me cargó hasta la clínica, donde estaba Maru, su medio hermana.

Sebastian me ayudó a sentarme en una de las sillas de la sala de espera mientras él hablaba con Maru.

Pocos minutos después, Harvey me indicó que pasara a la consulta. Sebastian quería ayudarme a ir, pero le detuve.

— Yo puedo, tranquilo. — sonreí levemente.

Sebastian me miró con ojos de preocupación pero me acabó sonriendo de igual forma.

Una vez dentro, le explique a Harvey lo que me había pasado. Este me recomendó reposar y comer mejor, al menos durante una semana. Agradecí sus recomendaciones y volví a salir a la sala de espera, donde estaba Sebastian.

Harvey le explicó lo que debía hacer durante una semana, y Sebastian asintió. Si creía que había estado muy preocupado hasta ese momento, ahora lo estaba mucho más.

Sebastian se empeñó en cuidarme durante los próximos siete días.

Obviamente me acompañó a casa, y una vez allí el propuso quedarse durante toda la semana. Aunque al principio me negué, él siguió insistiendo y al final me convenció.

Iba a ser una semana muy larga.

🖤 Newbie | Sebastian 🖤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora