Pergamino 4

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Pov. Natalia

La brillante luz me cegó, el frío empezó a calar en mis huesos y la caricia en la espalda me hizo llorar, no se si de alivio o de miedo a las nuevas sensaciones, me alarma la enormidad de las manos que me sostienen y limpian, intento abrir los ojos para saber qué sucede pero la ceguera momentánea sigue presente, intento manotear y por casualidad tocó mi abdomen, lo que siento y palpo solo lo tienen los recién nacidos.

— Es toda una guerrera Juri— me está mareando todo el movimiento, tocan mi cara y esta vez logro abrir los ojos y enfocarlos para que la luz no me cegue.

Rojo, el color rojo es lo primero que veo, las preguntas se agolpan en mi cabeza y siento todo el cuerpo que habito porque definitivamente el mío ya no es.

— Es muy bonita.

Soy un bebé, claro Sandra me engaña y yo soy la que me muero, si hay un Dios debe tener un humor muy negro o yo soy la peor pecadora en la faz de la Tierra, cuando alcanzo a distinguir figuras veo las extrañas características de la mujer que me sostiene, es bonita pero no me gusta mucho ese brillante pelo rojo que posee, me observa con adoración y de inmediato reconozco que se trata de mi nueva madre, a su lado se apresura a llegar un hombre pálido de ojos azules y un largo cabello blanco, es guapísimo.

Mentalmente cruzo los dedos."Que no sea mi padre, que no sea mi padre, que no sea mi padre".

—¿Sigues admirando su belleza?.

Pregunta el hombre con una voz muy profunda, "para el amor no hay edad, es más ¿Quién rayos es Sandra? Ni a quién le interese esa clase de basura".

—Es muy bonita—efectivamente la mujer sigue viéndome con la misma intensidad.

— Claro que lo es, después de todo es nuestra hija— me lleva la...

                            🌊

Tengo cuatro meses y no se en dónde estoy, me la pasó encerrada en la casa junto con mis nuevos padres, no hay muchas ventanas y cuando abren la puerta procuran que yo no sea visible, cuando nací me dí cuenta que me tuvieron en la sala de la casa con ayuda de una comadrona que según tengo entendido se largo de dónde sea que viva.

— Mira Anju, es un nuevo amigo que quiere conocerte, "Hola Anju mi nombre es Ren mucho gusto".

Lo que más me desespera de ser una bebé es que me hablen chiqueado, me pongo a llorar y mi nueva madre se pone nerviosa.

— Está bien está bien se que tampoco te gustó ese nombre, ten Ren es tuyo es un regalo de papá—agarro al oso que me ofrece, sinceramente es muy lindo de verdad me gusta.

—¿Otra vez lloró?.

Mi nuevo padre se asoma desde la encimera, por muy extraño que parezca él es el que cocina y lo hace muy bien, no puedo esperar a que mis dientes crezcan y pueda dejar las malditas papillas.

— Si...de verdad pensé que con éste sería distinto, era el de mi madre, ¿Tienes algún otro que quieras intentar Tsukumo?—él
ríe entre dientes, todos sabemos que he llorado más con los nombres que él elige.

Hasta ahora me he salvado de nombres que no me gustan, estoy a la espera de que digan uno que me agrade y con cada uno de los que me han dicho he llorado sin parar, si a Gohan le funcionó a mí también.

— Tal vez mañana se me ocurran más, no podemos llamarle "bebé"  toda la vida.

En este tiempo los he observado y me es inevitable comparar su relación con la mía, recuerdo que Sandra siempre me colmaba de regalos y cumplidos, ellos nunca se han regalado nada pero en la cara se les nota la adoración que sienten el uno por el otro, la paciencia que se tienen y lo bien que se complementan en actividades incluso en las cotidianas, yo no podía modificar ni hacer nada en nuestro departamento sin pelear con Sandra, creí que ella me daba mi espacio e independencia pero ahora que lo analizo detenidamente  le importaba muy poco lo que sucedía en mi vida, me pregunto si siquiera sintió pena por mi muerte.

Caminando entre mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora