Capítulo 7

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La alarma a un lado de mi cama amenazaba con reventar mis oídos, y si no la detenía pronto seria ella en reventar contra la pared. Anoche me había acostado sumamente tarde, después de varias semanas al fin pude hablar con mi mejor amigo de la infancia, Patrick Hamilton.

La verdad era que lo extrañaba a cantidades industriales, nos habíamos separados cuando fuimos a la universal y a lo contrario de Sam y yo que vinimos ambas a New York el decidió estudiar en la universidad local de Nashville, graduándose en tiempo récord en Medicina y especializándose en traumatología, era uno de los mejores del pueblo y rápidamente había conseguido trabajo en el hospital principal, siendo conocido por todos.

Estaba muy orgullosa de él, y aunque lo admiraba por tener el valor que tiene para tal estudio, lo odiaba porque este ocupaba casi que todo su tiempo y muy pocas veces lográbamos cruzar algunas palabras por teléfono. Anoche, luego de que el sr. Patner me dejara en casa, me di una ducha y recibí su video llamada por Skype, me alegro tanto que algunas lágrimas se me escaparon.

Patrick era uno de los mejores chicos que había conocido jamás, además de guapo y con unos ojos que te quedas de shock cuando notas la diferencia de colores en ellos, era cariñoso, atento y muy divertido, además de gay. Era perfecto, y creo que, si no fuese por su orientación sexual hace rato me lo hubiera cogido para mí.

Me conto que había conocido a un chico, era enfermero en el hospital donde trabajaba y que había tenido ya la oportunidad de salir varias veces luego del trabajo, por otro lado, me comento que había visitado a mis padres y que era mala hija por abandonarlos tanto, me hizo prometer que hoy los llamara para saber cómo estaban. No hablaba con mis padres desde hace varios días y ya comenzaba a extrañarlos de más.

Más tarde le escribiré a Artemis para almorzar juntos y hacerles una llamadita.

Terminando de vestirme y de al mismo tiempo comer unas tostadas de desayuno ya que si no salía en los próximos 10 minutos llegaría tarde, cogí todas mis cosas y salí corriendo de mi departamento.

Veinte minutos después me encontraba firmando mi entrada y corriendo hacia los elevadores antes de que se cerraran.

Las personas en la oficina estaban todas de un inusual buen humor, saludé a algunas chicas al salir de ascensor y me dirigí hacia mi zona de trabajo, esperando ver el mismo lote de papeles que había dejado ayer por la tarde en su sitio me sorprendió cuando vi todo en absoluto orden.

Pegie ya estaba en su sitio y al verme sonrió de oreja a oreja.

- ¿Soy yo o la oficina esta de muchísimo mejor humor? - pregunte saludando a mi amiga con un beso en la mejilla.

- ¿No te has enterado? - pregunta como si fuera la cosa más obvia de todas, al ver mi cara de confusión continua- Elizabeth ha pedido unas vacaciones por un mes completo- al escuchar aquello mis ojos se abrieron como platos ¿acaso había escuchado bien?

- ¿Y quién tomara su lugar mientras? - pregunte.

- Pues según esto- dijo levantando un papel blanco frente a sus ojos- la más cercana a ella eras tú, así que prácticamente sabes todo lo que hacía y no- dijo levantando los hombros, arranqué el papel de sus manos y lo leí.

"En vista de que la Srta. Jalson ha decido tomar un descanso, autorizo a la Srta. Jones a tomar temporalmente su puesto durante el tiempo de ausencia de la Srta. Jalson.... firma: Damián Patner"

- En hora buena jefecita- dice con una sonrisa Pegie.

- Déjate de bromas, esto es un error- digo- solo tengo dos semanas trabajando en esta empresa desde que termine las pasantías, de seguro hay alguien quien se oponga- dije.

- Pues yo creo que yo- mirando por encima de mi hombro, al darme la vuelta todo el departamento de traducción y letras estaba reunido a mí al rededor, todos y cada uno de ellos con una sonrisa.

- Felicidades Venus- dice Mary, una de las chicas de recepción- es un paso gigante para que te tomaran en cuenta como su remplazo- los chicos comenzaron a aplaudir y entre aplausos algunos "¡Enhorabuena!" se escuchaban.

Esto era un grandísimo error, una cosa era ser su asistente, y saber absolutamente todo lo que tenía programado por hacer y lo que ya hizo, pero otra muy diferente era pedirme que cubriera su puesto durante el mes de su ausencia. Más que agradecida por tomarme en cuenta estaba sorprendida y en shock, muchas personas aquí tenían más experiencia que yo, y podría decir que hasta muchas eran más profesionales que yo. De pronto vinieron a mi mente todos esos momentos, el ascensor, la cena con Artemis, el almuerzo privado, el aventón a casa, ¿Abra eso cambiado la opinión de Damián? No lo creo, no habíamos hablamos más de lo necesario en esos momentos y no creo que por decirle que amo la ficción y la fantasía sea argumento suficiente para que me viera de otra manera en mi trabajo.

- Hablando de ascenso momentáneo a jefa- dice Peige sacándome de mis pensamientos- tienes una reunión en la sala de conferencias en 10 minutos- sonríe. Retomando mi camino al ascensor por los empujones de Peige, subo en él y marco la planta 19, el elevador comienza a subir y de pronto me doy cuenta de lo nerviosa que me encontraba, no estaba preparada para esto, es decir, ayer regreso a mi casa como asistente y hoy de pronto, estoy a cargo de todo un departamento que a duras penas me se los nombres de quienes trabajan ahí.

Las puertas de ascensor se abren, mostrando una recepción amplia y en orden, reinando en ella el brillante mármol, había tenido la oportunidad una vez como pasante de estar en esta planta, y para solo haber tenido 10 minutos en ella me había encantado, la recepción como ya dije era de un brillante y pulido mármol, con muebles en negro que hacían juego con la pared de fondo donde en letras doradas estaba escrito Editorial Patner's. hacia la izquierda estaban algunas escasas oficinas, y hacia la derecha se encontraba un largo pasillo, donde el aviso de "sala de conferencias" apuntaba hacia el final.

Los tacones eran el único ruido que se escuchaba en todo el sitio, llegando al final de pasillo giro hacia la derecha encontrándome con un enorme salón, rodeado de paredes de vidrio y una enorme mesa de roble redonda en medio, el piso cambiaba a una alfombra oscura, haciendo juego con las sillas, a un lado de el gran salón se encontraba un enorme pantalla blanca donde imagino seria el espacio donde muestran las diapositivas con cada planteamiento, aquel enorme salón no fue lo que me hizo parar en seco, aquella hermosa mesa, rodeada a la perfección de sillas colocadas milimétricamente perfectas no fue lo que hizo un choque de electricidad conmigo, no fue el lujo del sitio o los nervios por estar aquí, participando en alguna de estas reuniones por primera vez, si no el hombre que se encontraba de pie a un lado de la puerta, alto, de cabellos oscuros, una barba que pasaba de los tres días y unos ojos que en su momentos me habían enamorado, Max.

Por favor, quédate (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora