Campamento, excursiones y un extraño (Parte 1)

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   Narra Sam

Estando solo en la puerta de mi casa, luego de que Ignacia me dejara sin despedirse, comencé a pensar en todo lo que había pasado. Ignacia sí había llegado a la fiesta, a pesar de que pensé que no lo haría, pero me extrañaba su reacción cada vez que el nombre de James estaba entre nosotros; primero cuando llamó por teléfono, luego en la entrada de la fiesta y, finalmente, cuando le presenté a mi amigo. Al principio estaba algo confundida pero cuando le saludó con esa sonrisa radiante que tiene… no puedo saber explicarlo pero no me gustó y fue por eso que inventé que Alex estaba en la fiesta, sabía que de esa forma la alejaría rápidamente de ahí, aunque al final sí resultó que debíamos salir de ahí rápido ya que Jimmy había llegado poco después. No estuve mucho tiempo con ella pero, cuando llegamos a mi casa, supe que tendría que aprovechar el momento lo más que pudiera, de alguna manera esto se sentía pendiente desde nuestro último encuentro en la pastelería y me sorprendió de sobremanera el ver cómo, al final, fue ella misma la que terminó por acortar nuestra distancia hasta el punto de poder besar sus labios… eran tan suaves y tiernos, y su piel tan tersa, no me di cuenta de cuánto tiempo estuvimos así hasta que se alejó abruptamente y, antes de que pudiera decir algo, se fue.

Estaba pensando en todo lo que pasó cuando alguien me llamó del otro lado de la puerta.

-¡Sam!- dijo una voz conocida.

-Luciano, que haces aquí-

-Vengo a despedirme, mañana me voy a mi luna de miel y quería decir adiós-

-Pensé que te habías ido, se supone que lo harías como hace una semana-

-Lo sé, pero tuve unos asuntos pendientes en el trabajo… te vi antes, ¿sabes? En la fiesta-

-¿De veras?-

-Estaba hablando con tu amiga cuando llegaste con James, ¿no te diste cuenta?- Esta vez me preguntó divertido, con un brillo de burla en los ojos.

-Emm, no te noté… ¿Pero de qué conoces a Ignacia?- ahora era mi turno de estar confundido.

-De nada en realidad, no es importante. En realidad no vine solo para despedirme, pensé que tal vez pudieras venir mañana para llevarnos al aeropuerto, los padres de Tami no pueden porque trabajan y los míos están fuera de la ciudad-

-¿Y qué hay de la hermana de Tami?-

-Ella nunca está disponible, no es muy sociable que digamos, pero eso lo debes saber-

-¿Yo? ¿Por qué lo sabría?-

-Bueno porque, estudian juntos y están en el mismo grado- me dijo como si estuviera hablando de algo tan evidente como que el sol sale cada mañana.

-¿En mi grado? Pero si no lo sabía, es que nunca la había visto… ¿Cómo se llama?-

-Valentina, Valentina Weber. Pero bueno, ¿puedes llevarnos?- me preguntó cambiando de tema otra vez.

-Claro, estaré allí no te preocupes… es mejor que me acueste, he tenido una noche extraña y será mejor que descanse, no te molesta ¿verdad?-

-Para nada, es mejor que me valla, nos vemos mañana-

-Claro, adiós-

-Adiós Sam- Y después de este último encuentro de la noche me fui a acostar. No quería pensar ahora mismo todo lo que había descubierto porque no estaba en las mejores condiciones para tomar decisiones, la verdad es que mi cabeza era un lío así que decidí acostarme para tratar de olvidar todo, de momento.

Al otro día me levanté a las nueve por el sonido de mi celular sonando, era Luciano que me decía que en media hora tenía que ir a buscarlo. En este momento extrañaba esas noches en que me quedaba a dormir en su casa y podía hablar con él de lo que fuera, porque mi hermano mayor estudiaba en la Universidad y estaba muy lejos, y desde que él se fue Luciano había tomado su lugar como mi mejor amigo y confidente, pero ahora no tenía a nadie para que me aconsejara que hacer con todo el asunto de Ignacia. Tomé una ducha y me vestí muy simple para ir a recoger a mi amigo y su esposa y cuando llegué notó que algo me pasaba pero, yo negué con la cabeza para darle a entender que no quería hablar del tema, entonces Tami comenzó a hablar con su esposo y así pasamos hablando sobre su viaje todo el camino hasta el aeropuerto. Después de haber registrado sus maletas y de  haberse registrado ellos, Luciano y yo esperábamos a que Tami fuera al baño antes de poder despedirlos. Mi amigo, aún notando que algo me ocurría, me preguntó:

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