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–Vamos ¿acaso no puedes?– retó a su esposo, bromeando

–Necesito un poco de ayuda Heath– se quejó Jake

–De acuerdo, pero me vas a dejar escoger la película de esta noche.

Caminó hasta donde estaba su amado, y utilizando un poco de fuerza le ayudó a mover el sillón.

El ojiazul se tiró en el sillón, aún cuando sabía que había demasiado por desempacar. El otro hombre le miró con burla y ternura.

–Eres tan perezoso, no entiendo como lograste tener tu empleo– rió acomodandose a su lado, atrayendo al castaño– Te amo–murmuró en su oído antes de comenzar a acurrucarse.
Tenían esa costumbre: quedarse dormidos en el sillón.

Sus cuerpos pedían esa unión, ese calor que desprendían. Y los dos juraban que tenían la suerte de haberse encontrado.

Jake respiró hondo, acariciando a su compañero. Parecía un sueño: vivir con el hombre que amaba.
Al principio, eran amigos del mismo barrio, crecieron como vecinos lejanos, pero cuando la adolecencia comenzó a hacer efecto en ambos algo los comenzó a enamorar.

Su relación comenzó como una travesura, algo secreto. Jake se colaba por la ventana para verlo y platicar. Hasta que un día ambos se entregaron, en un acto muy mundano que los llevó a viajar lejos.

Todo iba bien, pero el padre de Heath se oponía y la familia de Jake por igual.

Tanto, que llevaron a Jake junto con el ejercito, para que se alejara de aquel chico, que llevaba su marca.

Esa marca fue lo que ayudo para que ambos pudieran controlar su celo. 3 años después pudieron volver a verse, después de que el padre del rubio muriera y que el ojiazul fuera mayor de edad, aunque sólo se llevaban por un año. Veinticuatro meses después se casaron y fueron a vivir juntos.

-¿Soy yo o huele a bombones?- pregunto Jake oliendo a su amado
-Hoy entro en celo- recordó el otro poniendo ambas manos en su rostro con exasperación, pues lo había olvidado.

-Aprovechemos entonces- susurró para después comenzar a besar su rostro.

**

El cuerpo le dolía, era peor el cansancio mental. Había llorado toda la noche, y cada vez se sentía peor.

Maggie llegó cargando al pequeño mientras empujaba la carreola. Al ver a su hermana intentó fingir que estaba bien.

-Tenemos que ir- dijo Maggie - Yo también lo extraño, querido, pero entiende que tus hijos te necesitan ahora que su padre ya no está.

Sólo soltó a llorar y la mayor lo abrazó.

Perder a su esposo era de las cosas que imaginó que nunca le iban a ocurrir. La bebé comenzó a llorar y Jake la abrazó; tenía el pelo castaño claro casi rubio, al igual que su padre pero con los ojos azules.

Ahora era la única manera de ver a su omega.

***

Ya sé que soy cruel y que dejo muchos agujeros y que me están odiando, pero, poco a poco amigos, poco a poco iré contando.

Mistery Of LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora