Había una vez un gallo que estaba picoteando el suelo con gran ahínco al pie de una encina muy alta. Debía de andar buscando una lombriz de tierra o algún grano de cebada o de maíz, y daba unos picotazos tan fuertes que le ondeaba la cresta como una bandera roja.
De repente, divisó una zorra que salía en el bosque y se acercaba a buen paso y, puesto que sabía perfectamente cómo las gastan las raposas, sin pérdida de tiempo abrió las alas y en un par de vuelos breves, pero certeros, se plantó en una rama alta de la encina.
La zorra, que no había desayunado, se detuvo bajo el árbol y le dijo al gallo, más o menos, lo siguiente:
–¡Muy buenos días tengas, amigo gallo! ¡Cuánto lamento haberte molestado con mi presencia! No me he acercado con malas intenciones, pero tú te has enamorado ahí arriba nada más verme. No será porque te doy miedo, ¿verdad?
–Pues, mira, sí, me das mucho miedo –confesó el gallo–, y por eso he subido aquí.
–¡Qué cosas tienes, amigo mío! –dijo la zorra, con la voz más aterciopelada que pudo–. ¿Cómo puedes decir eso? ¿Acaso no conoces la nueva ley que han aprobado? Dice que todos los animales somos hermanos y debemos amarnos y respetarnos los unos a los otros. ¡Anda, hombre! ¡No tengas miedo y baja del árbol! Vamos a dar un paseo por los senderos de los sembrados. Corre una brisilla suave y ligera que da gusto.
–¡Ni hablar! –respondió el gallo sin moverse de la rama–. Te conozco muy bien y sé las intenciones que tienes. Eres más lista que el hambre, lo dice todo el mundo, pero a mí no me engañas.
La malvada zorra, que no pensaba en otra que en zamparse un buen almuerzo, iba a insistir hasta convencer al gallo de sus buenas intenciones, pero, en ese mismo momento, vio acecarse por el camino de la era a un perro muy grande, un mastín de pecho ancho, patas robustas y colmillos afiladísimos, de ésos que plantan cara al lobo en caso de necesidad. Inmediatamente, la zorra decidió emprender la huida hacia el bosque antes de que el animal se acercase demasiado.
–¿Por qué te vas? –preguntó el gallo, sin moverse de lo alto del árbol–. Ahora no irás a decirme que tienes miedo de ese perro que viene hacia aquí, ¿verdad? ¿No sabes que hay una ley nueva, según la cual todos los animales somos hermanos y debemos amarnos los unos de los otros?
–Yo sí que lo sé, pero ese perrazo es tan ignorante como tú y seguro que aún no le ha llegado la noticia –contestó la zorra a toda prisa.
Y, sin más dilación, desapareció entre las zarzas del bosque.
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EL LIBRO DE LAS FÁBULAS
RandomLas fábulas, narraciones protagonista principalmente por animales, forman uno de los géneros literarios más antiguos. En ocasiones su origen se ha atribuido a la India, pero la colección más antigua que se conoce de esta procedencia. Nuestras versio...