El león y el mosquito

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Una vez, un mosquito insignificante, pero muy engreído, se acercó a un león de aspecto feroz y, más o menos, le habló así:
    -¿Eres tú al que consideran el rey de la selva y de los animales? ¡No fastidies! Desde luego, hoy en día, titulan rey a cualquiera, porque, ya me dirás qué méritos tienes tú. A fin de cuentas, lo único que sabes hacer es dar unos rugidos terroríficos que parecen de teatro y hacer pasar por el aro a algunos animalillos indefensos. ¡Eso lo hace cualquier ama de casa con el calzonazos de su marido: pegarle unos gritos y dejarlo para el arrastre!                    
El mosquito se calló un momento y el león se quedó mirándolo con asombro y admiración, pues no estaba acostumbrado a aquel lenguaje ni a que le hablasen con tanta insolencia.                                   
   -Mira lo que te digo -siguió hablando el mosquito-: aunque me veas tan pequeñito que no darías ni un chavo por mí, has de saber que no te tengo ni pizca de miedo. Soy más fuerte y más valiente que tú y, si no te lo crees, ahora mismo te lo demuestro.                   Dicho y hecho: el miserable insecto se metió en la nariz del león y, con su finísimo aguijón, le hizo una picadura tremenda. Muy satisfecho de su heroicidad, salió de la nariz del rey de la selva y levantó el vuelo jactándose de haber vencido al rey de los animales.            
      El león no pudo defenderse ni evitar el ataque y, además del escozor de la picadura, tuvo que aguantar la humillación a la que lo había sometido el insignificante  e insolente bichejo. ¡Alguien pagaría los platos rotos!  Sin embargo, poco después, tuvo el placer de comprobar que el miserable y jactancioso insecto había quedado atrapado entre los hilos de una telaraña.

EL LIBRO DE LAS FÁBULASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora