El corderito y el lobo

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Siempre gana la razón del más fuerte, como veremos a continuación.
    Había una vez un tierno corderito que estaba abreviando en un arroyo de agua clara y transparente, como la que baja de las montañas cuando se funde la nieve.
    Unos metros más allá, corriente arriba, apareció un lobo y también se puso a beber, pero, al ver al cordero a poca distancia, se acordó de que no sólo tenía sed, sino también mucha hambre, y pensó que ya había encontrado un excelente desayuno. Entonces, por justificar lo que tenía ganas de hacer, dijo:
    –¡Eh, tú! ¿Cómo te atreves a enturbiar el agua que ha de aplicar mi sed? ¡Pagarás cara tu osadía!
    –Pero, fíjate bien –le respondió el cordero–: ¿dónde estás tú y dónde estoy yo? Tú estás más arriba y el agua corre hacia abajo. Por lo tanto, de ninguna manera puedo enturbiar el agua que tú bebes.
    –Pero, es que hace unos 6 meses –lo intentó de nuevo el lobo–, estuviste hablando mal de mí a todo el mundo. Me llamaste lanudo y tragaldabas,  ignorante y bestia, pelado y pedazo de no sé qué..., con que, prepárate, porque las vas a pagar todas juntas, ¡por insultarme!
    –Seguro que no que no fui yo –replicó el cordero–, porque, hace 6 meses, ni siquiera había nacido.
    –Pues sería tu padre, y, como bien sabrás, los pecados de los padres los pagan los hijos.
    Sin más explicaciones, el lobo abusó se abalanzó sobre el razonable corderito, lo mató de una brutal dentellada y nos dejó de él más que el pellejo.

EL LIBRO DE LAS FÁBULASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora