Capítulo 1

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N: Esto es como el ”futuro” tras SL

-Narra Willy-

Terminé desbloqueando el dichoso ordenador de la oficina. Disponíamos de una tecnología bastante avanzada, pero aún así siempre teníamos todo tipo de problemas. Suerte que nuestro oficio era, en mayor parte, dedicarnos a arreglar aparatos electrónicos. De lo contrario dejaría atrás toda profesionalidad y aporrearía el teclado. La manera tradicional de enmendar los problemas: Con golpes. Por suerte, borrando un par de programas, conseguí que volviera a funcionar con fluidez. Me fijé en la hora, justo en el extremo inferior derecho de la pantalla. Las diez. Mi jornada laboraría había terminado, suspiré aliviado y abandoné la caótica oficina tras recoger mis cosas. Caminé por los pasillos del recinto, recientemente pintados en tonos pastel, según nuestro jefe porque ”Favorecería a nuestra concentración” Sería ideal que se centrara en establecer variaciones más fructíferas, como por ejemplo conseguir organizarnos y contratar un nuevo repartidor. Me parecía eficiente que cobráramos más al cliente cuando llevábamos el aparato reparado a domicilio, pero mañana haría un mes desde que despidieron al repartidor. Afortunadamente la mayoría de personas, preferían pagar menos y recoger sus objetos personalmente. Pero siempre había excepciones. Llevaba años trabajando para la empresa, donde me sentía bastante cómodo excluyendo la desorganización que reinaba. Pero yo también me reconocía culpable del problema, pues no contribuía en absoluto a su completa erradicación. Cabía reconocer que había entrado por enchufe, únicamente me exigieron un curso rápido Informática. Obviamente no interfería en los trabajos más pesados, en cuyo caso teníamos ingenieros infinitamente mejor capacitados. Me crucé con una compañera de trabajo.-¡Guillermo! ¿Ya te vas?.-Me disgustaba que me llamaran así, pero era el nombre que aparecía en mi chapa, mis compañeros de empleo habían cogido esa manía.-Claro Mónica, son las diez.-Me desperecé, tenía el cuerpo entumecido de pasar tanto tiempo sentado.-¡Soy libre!.-Exclamé con una sonrisa, deseoso de llegar a casa, librarme de los zapatos y echarme en el sofá. Ella hizo una mueca de apuro, sus ojos añiles me miraron fijamente a través del cristal de las gafas.-Pídeme lo que quieras de una vez.-Bufé, arrepintiéndome de haberlo permitido. Ella sonrío triunfante, su melena rubia se agitó cuando corrió a por algo. Volvió con un portátil negro en las manos.-Verás.. hay que llevarlo a casa del cliente, hoy termina el plazo de entregar por pago y..-Arqueé una ceja, hacía dos días había tenido que coger el coche hasta la otra punta de Madrid para entregar un disco duro.-Me cago en todo.. ¿Tengo cara de repartidor?.-Pregunté, sin llegar a sonar hosco. No éramos íntimos entre los empleados de la oficina, pero alguna vez habíamos salido a cenar y manteníamos una relación condescendiente.-No seas gruñón. He mirado su dirección antes de preguntarte, te pilla de camino.-Apreté los labios con fuerza, no me gustaba conducir de noche, y en esta época del año el cielo oscurecía pronto.-Bueno, eso es otra cosa.-Le arrebaté el portátil de las manos. Desconocía que problema había tenido, no recordaba haber tratado con el aparato. Tras dejarme un papel con la dirección en el bolsillo, caminé hacia la salida.-¡Guillermo!.-Mónica alzó la voz, su actitud risueña y enérgica me recordaba a alguien desde que había sido contratada en la empresa.-Dime.-Su sonrisa fue radiante. Casi entendía porque tenía locos a la mitad de empleados masculinos. Agitó la mano hacia derecha e izquierda para despedirme.-Gracias.-Mis comisuras se ensancharon, la contesté con un breve asentimiento y me dirigí hacia el coche.

Bajé del coche con el portátil. Mi destino eran unos edificios comunitarios. Eran altos, con sus pulcras paredes blancas y decorado con macetas repletas de rojos tulipanes de plástico. Desde fuera se apreciaba que cada piso tenía un balcón propio. Decir que eran lujosos sería exagerar, pero se reconocía fácilmente que era un ambiente pacífico y organizado. Dudaba que hubiera algún vecino en todo el edificio que fuera problemático, reinaba la paz y armonía. Estaba empezando a arrepentirme de haber accedido a ejercer de repartidor. Si seguíamos trabajando gratuitamente horas extra como repartidores a domicilio, era lógico que nuestro jefe no se tomara la molestia de pagar por uno. Deberíamos negarnos. Además estaba el tema de ir a casa de un completo desconocido a las diez de la noche. Dudaba que nadie estuviera durmiendo, pero recibir una visita tan tarde.. no debía ser gracioso. Pensé en llamar al portero automático, pero tras comprobar que el portal estaba abierto, decidí entrar. El interior del edificio ofrecía un aspecto tan relajado como el exterior. Todo estaba decorado con delicadeza, sin llegar a ser ostentoso. Según recordaba haber leído en el papel, debía ir al tercer piso. El arreglo estaba a nombre de alguien apellidado González. Usé el ascensor. Tres de sus paredes estaban compuestas por grandes espejos. En una ocasión había leído en internet, que la mayoría de ascensores tenían espejos para dar sensación de mayor amplitud, de modo que las personas no se angustiaran tanto por la sensación de encierro. Pulsé el botón del tercer piso y me dediqué a esperar, absorto en mi reflejo. Tenía el oscuro cabello engominado en cresta y llevaba una holgada sudadera verde, que me había puesto en el coche para burlar al frío. Sujetaba el portátil con ambas manos y lo abrazaba contra mi pecho. Parecía poco profesional, me preguntaba si debía haberlo introducido en una caja o algo por el estilo. Caminé hasta el piso en cuestión cuando el ascensor se detuvo. Me quedé observando la puerta de madera oscura y pisé varias veces el colorido felpudo. Exhalé una bocanada de aire, esperaba que el cliente fuera simpático y que todo ocurriera deprisa, estaba hambriento, deseoso por volver a casa. Toqué el timbre y me abrieron enseguida.-¡Hola! ¿Quién viene a estas horas?.-Una familiar voz aguda me embotó los oídos con esa pregunta. Me apreté con fuerza el portátil contra el pecho, como si fuera la única prueba de que seguía despierto. Un cúmulo de sensaciones recorrieron raudas toda mi anatomía. Noté opresión en el estómago, la garganta y sobretodo en el corazón. Más de lo que mi delicado cuerpo pudiera soportar. De no haber estado petrificado, mis ojos se habrían llenado de lágrimas, habría caído en una espiral de desbordante e imparable llanto. Intenté reaccionar, pero la angustia me paralizaba el cuerpo. Era como ser partícipe de las típicas pesadillas agobiantes en las que estás expuesto a un gran peligro, pero no puedes ni moverte, ni gritar pidiendo auxilio. Por lo que me costó mover los labios, pareciera que se hubieran transformado en plomo.-¿Ve-Vegetta?.-Formulé con dificultad. Tartamudeé, y apenas se me oyó. Estaba demasiado nervioso, las piernas me flaqueaban y amenazaba con desplomarme.-¿Willy?.-Preguntó, pestañeando varias veces, desconcertado. Asentí con la cabeza de manera mecánica y lenta, como un robot oxidado. Su voz pronunciando mi nombre, me había resignado a pensar que solamente volvería a escucharlo en mis sueños más profundos.-Sí..-Apenas había cambiado. Recordé su manía de mencionar que en un futuro se quedaría calvo, aún conservaba la misma mata de cabello castaño oscuro. Llevaba puesto un jersey de manga larga. Los bíceps se marcaban bajo la tela, su condición física seguía siendo la misma.-Esto… Uff..-Bufó y después sonrió, visiblemente incómodo. Le había dejado sin palabras, yo tampoco las tenía. Se frotó la barba incipiente, sin dejar de mirarme. Su reacción me tenía decepcionado, aunque la mía tampoco fuera especialmente afectuosa. Pero.. ¿Qué esperaba después de tanto tiempo separados? ¿Que se arrojase a mis brazos y me devolviera la respiración con un beso? Me mordisqueé el labio, cambiando el peso de mi cuerpo de un pie a otro. Entonces pensé que él debía creer que yo estaba ahí intencionadamente, así que apreté el portátil con más fuerza.-Yo.. yo venía a..-Empecé a decir, mientras trataba de regular mi agitada respiración. Sus pupilas se apartaron por primera vez de las mías, bajó la mirada hacia el ordenador y lo reconoció al instante.-Espera hombre, trae. Deja esto por aquí.-Me lo arrebató de las manos, noté un inmenso vacío porque necesitaba sujetarme con fuerza a algo, para no caer en el abismo de la nostalgia. Pero asentí, tomándolo como un gesto de amabilidad.-Vale.-Entró en la vivienda, y tuvo que hacerme señas con la mano para que también atravesara el umbral de la puerta. Notaba como si tuviera los pies aferrados al suelo con cemento. Me costó despegarlos del suelo para seguir aVegetta. Depositó el portátil sobre una pequeña mesa y cerró la puerta tras nosotros. Observé como se cerraba con cierta desesperación, confirmándome que estaba enclaustrado junto con mi pasado. Una corriente de aire entró por la ventana de la estancia, haciendo volar su aroma hasta mis fosas nasales. Olía a su perfume de siempre, a nostalgia y dolorosos recuerdos. Aún me costaba creerme que estuviera con él, en su casa. Era una vivienda de dimensiones aceptables, y acogedora. Estaba excelentemente ordenada, no había nada fuera de lugar. No esperaría menos del minucioso Vegetta, todavía recordaba sus enfurruñamientos cuando desordenaba la cocina para prepararme el desayuno. Nos encontrábamos en una especie de salón con paredes claras y muebles conjuntados con el entorno.-¿Cómo estás? ¡Cuanto tiempo!.-Exclamó, mostrando su más encantadora sonrisa. Cada vez que hablaba, los recuerdos me provocaban dolorosas punzadas en el corazón. Sentía la constante tentación de cerrar los ojos e imaginar que aún estábamos juntos en nuestra casa, en los ángeles.-Y que lo digas.-Murmuré, mientras la tensión me agarrotaba los músculos. Me hubiera gustado mostrarme más hablador, pero seguía consternado. Sus grandes ojos ámbar desviaron la mirada hacia el portátil-Trabajas.. ¿Trabajas para ellos? Madre mía, tío.. menuda casualidad. Qué fuerte.-Preguntó sorprendido. Estaba en lo cierto, era una fortuita casualidad. En mi opinión, la situación era violenta, pero él no parecía en absoluto contrariado.-Sí, desde hace años.-Respondí, decidí no adentrarme demasiado en el tema. Entonces debería explicarle que no trabajaba como repartidor, y después debería explicar porque estaba repartiendo..-¿Sabes? Hablé con Luzu hace tiempo, le pregunté por ti.-Me alegró adentrarnos en un tema común, algo que tuviera que ver con nuestro pasado. Esbocé una sonrisa involuntaria al imaginarme a Vegettapreguntándole a Luzu sobre mi vida. Demasiadas horas de mi vida invertidas en preguntarme si él se molestaría en pensar en mí, confirmarlo me hizo sentir afortunado.-Yo también. Esto.. es raro.-Confesé, evidentemente haciendo referencia al hecho de habernos encontrado por casualidad después de cuatro años.-Yo aún estoy flipando.-Dijo el mayor, señalándome un sofá de color negro.-¡Siéntate! Perdona que no te lo haya ofrecido antes, es que.. menuda casualidad. El mundo es un pañuelo.-Escruté el sofá unos segundos antes de tomar asiento. Él secundó la acción, sentándose justo a mi lado.-¿Esta es tu casa?.-Pregunté, puesto que lo había dado por hecho. Miré a nuestro alrededor, pensando en el apellido que figuraba en el encargo.-No, soy un ocupa. Pues claro que es mi casa niño, que cosas tienes.-Sonrió muy abiertamente, con naturalidad. Conservaba su típico humor inocente, aunque yo ya no sentía confianza suficiente para opinar al respecto. Él estaba demasiado cerca, mi cuerpo reaccionaba a su presencia acelerando los desenfrenados latidos de mi corazón. Me froté las manos sobre mi regazo, como acostumbraba a hacer en los momentos tensos. Él observó el gesto, y puso sus manos sobre las mías. Noté sus cálidas palmas sobre el frío dorso de mis manos. Me estremecí cuando me tocó, noté pequeñas descargas eléctricas recorriendo cada nervio y produciéndome un agradable cosquilleo. Tenía olvidadas las sensaciones contradictorias que provocaban en mi cuerpo su contacto físico, era como recibir un puñetazo en la boca del estómago y que el dolor resultara maravilloso. Me hallé deseando que no volviera a soltarme.-¿Estás nervioso?.-Preguntó, mirándome fijamente a los ojos. Mis grandes manos temblaron bajo las suyas. Su mirada me inquietó, me transportó hacia tiempos mejores. Asentí torpemente con la cabeza. Me aventuré y moví suavemente el pulgar, acariciando su mano con sutileza.-Sí.. ¿Sa-sabes? el otro día estaba pensando en..-Una voz femenina interrumpió mis palabras, al principio lejana y a medida que se oían sus pasos, más próxima.-Cariño, está lista la cena.-Una mujer apareció en el salón. Su cabello azabache le caía en cascada por los hombros, tenía la piel olivácea y una prominente tripa. Instintivamente aparté mis manos de las suyas, alternando la mirada de uno a otro. Si en algún momento la súbita presencia de la morena inquietó a Vegetta, este lo disimuló perfectamente.-Oh, estás con un amigo.-Señaló la fémina con timidez, haciendo el amago de irse por dónde había venido, como sintiéndose culpable de habernos privado de nuestra intimidad.-No.. no, yo ya me iba, no os preocupéis.-Me apresuré a decir, tras sacudir la cabeza hacia ambos lados. Me levanté del sofá, con la sensación de un nudo de afiladas espinas oprimiendo y perforándome la garganta. El mayor también se levantó, me pellizcó el hombro y miró con tristeza.-Willy..-Musitó dulcemente, consiguiendo erizarme el vello de la nuca. La muchacha se me aproximó.-¡No, hombre! Quédate a cenar, hay mucha comida.-Me dedicó una sonrisa bondadosa y encantadora. Bufé fuertemente, quedarme estaría fuera de lugar.-No.. no puedo, tengo que volver a casa.-Busqué al mayor con la mirada, esperando que me socorriera con sus palabras.-Vamos Willy, por los viejos tiempos.-Me rogó entonces, mirándome suplicante. ¿Qué demonios? ¿Sería cómodo para él? Pensé, como había dicho él, en los viejos tiempos. Y suspiré con pesadez.-Vale.-Accedí, consiguiendo que la pareja sonriera radiante. 

Sensaciones Pasadas (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora