64. Una mágica navidad.

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Era noche buena. Doremi pasaría la navidad con todos sus seres queridos.

Fueron al Mahoo doo y justo en el frente decidieron prepararlo todo.

La nieve había empezado a caer.  Hanna lucía emocionada, hacía muchos años que no presenciaba la nieve.

La chica lucía un hermosos vestido navideño. Sus dos coletas tenían dos campanas a ambos lados a costados de sus broches de ángel.

Ella era una niña hermosa. Su hermana gemela poseía un traje igual, solo que de color verde manzana.

Las dos ponían sus lenguas fuera permitiendo que los copos de nivel cayeran en ellas.

— ¿Qué le pediste a santa, Hanna? — preguntó la niña.

Ella miró inocentemente a su hermana.

— ¿Qué no solo le pedían los niños que desearan algo? — preguntó confundida.

— ¿Y es que tú no deseas nada niña estúpida? — gruñó Kota cruzado de brazos mientras apoyaba su espalda en la pared.

Ella sonrió.

— Mi deseo ya se hizo realidad, Kotaro-kun.

— ¿Y cuál era tu deseo? — preguntó su hermana.

Hanna observó la brillante luna llena. En ella se veía la sombra de brujas volando en sus escobas con alegría.

— En realidad...de tantos deseos... Creo que todos se hicieron realidad. Pero mi sueño más importante era... estar con mis madres para siempre. — sus pupilas se dilataron y  sus mejillas lucían enrojecidas por la nieve.

En ese instante Kota no supo como controlar los latidos de su corazón y bajó la mirada con el ceño fruncido.

El niño estaba enamorado.

Yume se da cuenta de ello y sonríe con ternura.

— ¡Miren! ¡Una estrella fugaz! — dijo la niña.

Entonces Kota y Yume se acercan a Hanna para observar con un mejor ángulo.

— Woow, es cierto, Hanna.

— Creo... que no es una estrella fugaz.— responde el niño al ver como la brillante luz se dirige hacia ellos.

— ¡CORRAN!

Entonces ellos corren logrando evadir lo que sea que se haya estrellado en el frente del Mahoo doo, sin embargo impactó tan fuerte que todos salieron de la tienda.

Había humo por todos lados.

— ¿Hanna? ¿Hanna estás bien? — toce la pelirroja debido a todo el humo.

Éste se dispersa y todos se quedaron impactados al ver, que justo frente a ellos estaba el reno de santa totalmente descompuesto.

Santa luchaba por salir de la nieve, pues estaba atorado.

— Es... santa... — dijo Aiko sin podérselo creer.

— Pe... pero...¿ustedes no dijeron que no existía?— susurró Fujio.

— ¡SANTA! — dijeron Momoko y Hazuki con ojos de estrellas como un par de niñas y corrieron hacia él.

Él no podía hablar, su cabeza estaba enterrada. Sin embargo movía sus pies tratando de salir.

Momoko y Hazuki apresuraron a transformarse.

— ¡Peruttan petton, pararira pon! ¡Saca a santa de la nieve! — gritó Momoko.

Una luz amarilla saca a Santa del frío de la nieve.

— ¡Que el trineo quede como nuevo! — grita Hazuki luego de recitar su conjuro.

Una luz naranja hace que el trineo quede en buen estado.

— Si que están emocionadas.— habló Masaru.

[…]

Santa estaba acobijado y le habían tendido un poco de chocolate caliente.

— Muchas gracias por todo.— dijo el hombre.

— ¿Qué ocurrió Santa? ¿por qué te estrellaste? — preguntó Doremi.

— Ya había repartido los regalos a todas partes. Solo quedaba Japón. Sin embargo uno de mis renos enfermó, y su inestabilidad nos hizo caer.

Hanna puso una cara triste.

— No creo que haya enfermado de pronto.— Fujio puso cara pensativa. — ¿Podría mostrarme el reno?

— Yo lo llevaré. — dijo RinRin era la hada de Santa.

Santa miró detalladamente el árbol de la tienda mágica. Era enorme y estaba muy bien adornado.

— ¡Santa! ¿puedo sentarme en su regazo?— cuestiona Hanna con ilusión.

— ¡Hanna! ¡¿Hasta cuando vas a aprender a respetar?! — cuestiona Mayorika.

Santa rió.

— Claro que si, tu y tus amigos también pueden.— entonces montó a Hanna, Kota y Yume en sus piernas.
— todo sea por la niña mejor portada del mundo. — habló.

— ¿En serio? ¿La mejor portada? — cuestiona Hanna.

Él asiente. Entonces chasquea sus dedos y el árbol queda lleno de miles de regalos.

Todos observan los regalos con ilusión.

— Pero... pero... Yo he sido muy mala este año, he maltratado a las hadas, le he gritado a Mayorika... y aún así ya no hay nada que desee tener.

Santa acarició su cabeza.

— Pero hiciste muchas otras cosas que te hicieron llegar al primer lugar. Creeme, yo lo sé todo.

Hanna no sabía que cosas pudo haber hecho para eso. Sin embargo todos la miraban con una sonrisa estando de acuerdo.

— Entonces... Compartiré todos esos regalos con mis amigos. — dijo muy feliz.

En ese momento entra Fujio.

— Creo que se equivocó, Santa. Todos los renos están sanos.

— Jo jo jo.— rió. — Nos vemos muchacho.

Puso su mano en su hombro antes de irse. En ese momento, en el que todos veían a Santa subir a trineo... Y las luces navideñas se encendían... Otras estaban a punto de apagarse.

[…]

— ¡Majestad! ¡Abra los ojos!

Pao movió de un lado a otro con su trompa la cabeza de la mujer.

Esta no respondía.

Finalmente la vida había abandonado su cuerpo.

Doremi 16 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora