Después de aquella noche las cosas se pusieron un poco raras, hablé con él y le dejé del todo claro, aquello había sido un error y no podíamos volver a caer en aquello por el bien de Vega, ella necesitaba que uno de los dos estuviese bien. Pero le dije que le acompañaría ante todo, que contase conmigo en ese proceso, lo único que quería era que estuviese bien. Pareció entenderlo pero no compartirlo, sé que me quiere pero también sé que tiene que arreglar sus problemas para poder centrarse en su vida.
La vida seguía y mi incorporación al trabajo iba bien, Silvia era muy consciente de que estaba algo descentrada pero creo que le compensaba porque ese caos en mi vida me traía inspiración y ello se volcaba en las obras. Una mañana que me encontraba sola en la oficina, empezando ya ha hacer calor, un hombre entró por la puerta de la galería. Vestía de forma clásica, no debía llegar a los 40 pero parecía maduro, una barba perfectamente perfilada, manos grandes y un traje gris claro, se quedó mirando la exposición. Parecía pensativo, me acerqué mientras observaba uno de mis cuadros.
- ¿Puedo ayudarle en algo?
- Tiene una forma muy particular de transmitir la tristeza.
- ¿Perdone?
- La autora.
- Oh, ¿cree que es tristeza? - Le pregunté en referencia al cuadro.
- Creo que transmite esa tristeza que duele, que te llega hasta lo más profundo del corazón y lo parte en dos. Una gran decepción, ese daño devastador del cual te tienes que recomponer.- No sé que decir me quedo paralizada.
- Supongo que el arte es subjetivo, depende del ojo que la mire, de la interpretación que le pueda dar cada uno.
- ¿No cree que sea tristeza?
- Creo que en este caso el dolor empaña la obra, que la tristeza está escondida y la rabia y el enfado son los grandes protagonistas.
- A mí me transmite un gran pesar, una carga de la cual no se puede deshacer.- Necesitaba acabar aquella conversación.
- ¿Le interesa la obra?- Le pregunto tras unos segundos de silencio.
- En realidad estoy aquí buscando a Lya Escudero.- Dice mientras se da la vuelta, su mirada choca con la mía, esos ojos azules, con la profundidad del mar.
-Soy... soy yo.
- Dejó esta tarjeta para mí en La Visage, una galería de Salamanca. - No recordaba en qué momento lo había hecho.
- ¿Su nombre es?
- Abel Luján.
- Oh, ¿llamó el otro día?
- Sí, hablé con una tal Silvia.
- Es la propietaria de la galería. Yo soy Lya agente y cazatalentos.
- Encantado de conocerla.
- Por favor tutéeme.
- Lo haré si usted también lo hace.
- Está bien.
Era un hombre impotente, serio, con una mirada profunda, atractivo, con una sonrisa misteriosa. Supongo que la vida está llena de sorpresas, tengo que decir que pese a que recuerdo haber entrado en alguna galería mientras estaba en Salamanca no recuerdo haber dejado ninguna tarjeta ni las obras que vi.
- Pase conmigo al despacho por favor. - Caminamos hasta la oficina y allí nos sentamos. - Disculpe, no logro recordar ninguna de sus obras. Sé que parece una locura porque la que le deje la tarjeta fui yo pero no logro recordar.
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Lolitas: Lya
RomanceCuatro mosqueteras, cuatro amigas de la infancia, cuatro historias de amor. Primera parte de Lolitas, una historia centrada en la amistad y la incondicionalidad de las relaciones. La primera historia de amor que te llegará al alma y te tocará el cor...