Diego
Me despierto escuchando los llantos de Rubén, se ha despertado y grita como un loco. Entre lo que me cuesta dormir y lo poco que duerme él las noches se hacen eternas. Lo cojo en brazos y me siento en la butaca que he comprado para poner al lado de la cuna, le doy un biberón y se vuelve a quedar dormido, lo miro y sonrió, él y vega son lo único seguro que tengo en esta vida, ellos llenan mis días.
Muchas noches imagino que Lya está conmigo, imagino como llega de trabajar, como preparamos la cena juntos y como nos quedamos los cuatro en el sofá mientras ponemos algo en la tele. Imagino una vida normal junto a ella, y creo que a día de hoy aquello me hace seguir adelante. Hace semanas que no la veo, desde aquel día en el despacho, hace más de mes y medio que no hablo con ella, no me atrevo a coger el teléfono y llamarla, se que cuando escuche su voz mi mundo volverá a caer en la realidad y a saber que no estamos juntos. Sí, lo sé, es enfermizo vivir en esta situación , pero lo único que me queda son mis noches mis sueños y el recuerdo de sus sonrisa, de las mirada que me dedicaba y de como en cualquier momento nos buscábamos.
Dejé correr el tiempo, y supe que ella estaba bien, la noche de mi cumpleaños pude ver como otro la miraba, com otro hombre la tocaba y sentí que se alejaba más de mí. Aunque no puedo mentir, pese a todo aquello me autoconvencí de que a él no me miraba como a mi, de que era un parche, que estaba intentando sacar un clavo con otro y me decía a mi mismo que lo único que conseguiría era hundir el primer clavo en lo más profundo de su corazón. Aquel día juro que me fui a casa con una mezcla de rabia, dolor y calentón, estaba preciosa, provocativa y seductora. Juro que cuando salió del local con él de la mano mi primer impulso fue salir detrás pero conseguí pensar antes de actuar, si salía detrás de ellos me daría de bruces con una imagen que no estaba preparado para ver. Así que decidí que lo mejor era tomarme una cogorza, a las 6 de la mañana volvía a mi casa del brazo de Víctor, este cabrón me la había liado, todo haba asido cosa suya, pero le había salido el tiro por la culata.
3 de julio, esa era la fecha para el juicio, quedaban apenas un par de semanas y por ello había decidido coger vacaciones, necesitaba estar centrado en lo mío. He estado reuniendo valor y hoy me veo aquí, frente al portal en el que vive Lya, en el carro Rubén y Vega, he decidido que necesitaba darle normalidad a las cosas, creo que tengo que sentir el consejo de Luz y dejar de comportarnos como si la vida doliese. Respiré hondo dos veces antes de atreverme a tocar el timbre, no sabía quién me iba a contestar y estaba seguro de que podría encontrarme una sorpresa.
Toqué el timbre y me respondió ella, al escuchar su voz tras el interfono me quedé inmóvil, no era capaz de articular palabra y tuvo que volver a insistir.
- ¿Si?
- Soy Diego. Te traigo a Vega.
- ¡Oh! Su... sube.- Me abrió la puerta.
Cuando llegué al rellano la encontré apoyada en el quicio de la puerta con la mirada clavada en el suelo y mordiéndose las uñas, estaba echa un desastre iba con una camiseta que le quedaba grande y un moño en lo alto, aquello quería decir que le había crecido el pelo.
- Siento no haberte avisado.
- No pasa nada. - Me devolvió la mirada.
- Iba a llamar a tu madre pero me parece absurdo seguir con esta situación.
- Está bien... Pasa. - Se aparta de la puerta y me deja entrar con el carro. Fue cuando se dio cuenta de que Rubén iba con Vega en el carro. - Oh Dios mi. Está enorme.
- Sí, hace mucho que no os veis.
- ¿Puedo?- Me hizo señal de cogerlo.
- Claro.
- Hola campeón. - Cuando lo cogió en brazos mi corazón me dio un vuelco. Antes de incorporarse le dio un beso a Vega. - ¿Quieres un café?- Dijo tras hacerle un par de carantoñas a Rubén y dejarlo sobre la alfombra junto a Vega.
- Claro.
Se pierde en la cocina, me siento en casa, veo a mis hijos en casa, su olor me abruma, se incrusta bajo mi piel. Me levanto instintivamente, y la busco, la encuentro de espaldas a la puerta, apoyada sobre el fregadero, respira profundamente, sé que esto le está costando tanto como a mi. Me acerco lentamente a ella, dudo, dudo mucho, pero al final lo hago, deslizo una mano por su espalda asta dejarla sobre su vientre, ella tiembla. Respiro su aroma, respiro ese olor con el que me encuentro en mi hogar.
- Prometo no volver a hacerte daño, eres una de las cosas más importantes que hay en mi vida, y aunque me odio a mí mismo por no haber sabido cuidarte necesito saber que eres feliz porque eso me hará feliz. Lo siento, nena, lo siento mucho.- Le susurro al oido, cuando empiezo a hablar noto como deja su peso apoyado en mi pecho, se que todo esto está provocando una reacción en ella. - Ahora me voy a ir al salón y fingiré que no estoy deseando girarte, mirarte a los ojos y besarte para volver a casa. - Noto como su tensión vuelve a aparecer al marcharme.
Cuando llego al salón me siento sobre la alfombra con los pequeños. Respeto su tiempo, y a los diez minutos aparece en el salón con dos tazas de café. La respiración se me acelera cada vez que la veo, es preciosa, ha cogido algo de peso y eso me reconforta, cuando todo esto acabó estaba en los huesos, no quedaba nada de aquella mujer voluptuosa cuando me fui de casa.
- ¿Qué tal va todo? - Me pregunta.
- Va... mejor. Tu madre...
- Lo sé. Ella me lo ha contado...
- Yo... quería llamarte y hablar del tema pero...- Era una situación muy incómoda, como si no nos saliesen las palabras a ninguno de los dos. Lo cierto es que nunca fuimos de hablar, siempre nos entendimos con la mirada, con el cuero y los gestos.
- Diego, no hay nada que explicar. Quiero que Rubén y Vega crezcan juntos. Ese era el plan, ¿no? Mi madre se calla muchas cosas, y entre ellas el hecho de que no está conforme con que estemos haciendo nuestra vida separados el uno del otro.
- Ella lo está haciendo por mí, por ti, por Vega y por Rubén y estoy muy agradecido por ello, pero creo que tenemos que empezar a ser adultos y dejar de rehuir el uno del otro. Nos quisimos mucho, pero salió mal, fui un completo gilipollas y te hice mucho daño, y te aseguro que todas las noches cuando me acuesto y miro tu hueco en la cama me siento un completo inútil, pero Vega no se merece esto, se merece unos padres que se preocupen y que se lleven bien por ella, que puedan hablar y llamarse, que no necesiten que la abuela esté de corre ve y dile.
- Estoy de acuerdo contigo.- Sé que había levantado un muro, un muro entre los dos, se mostraba distante y no la culpa por ello.
- Es tarde. Ten.- Le tiendo las llaves del piso.- No había tenido oportunidad de devolvértelas.
- Quédatelas.
- ¿Estás segura?
- Sí. Por si algún día hay una urgencia.
- Debería irme.
- Quédate a cenar. He hecho mucha papilla para Vega, hay suficiente para los dos.
- No quiero molestar.
- Nunca has molestado. - Me mira y luego se gira para desaparecer en la cocina. Me levanto mientras dejo a los niños en la cuna.
- ¿Te ayudo?
- Pon la mesa. Hay pescado para cenar.
- Sabes que como de todo.
Pude disfrutar de la cena, de su compañía y de su generosidad. Los nanos cenaron y se fueron a dormir. Cenar con ella fue extraño pero muy satisfactoria, pese a aquel muro que había alzado para defenderse de mis ataques hubo pequeños momentos en los que bajó la guardia y se relajó, cuando sonreía mi corazón se aceleraba y sé que el de ella también, cuando se ponía nerviosa se mordía el labio y apartaba la mirada. Era ella, ella no cambiaba, no cambiaba en la realidad ni en el recuerdo que guardaba de ella. Muy a mi pesar me tuve que despedir de ella, aunque lo que realmente quería era acostar a mis pequeños y abrazarla durante toda la noche.
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Lolitas: Lya
RomanceCuatro mosqueteras, cuatro amigas de la infancia, cuatro historias de amor. Primera parte de Lolitas, una historia centrada en la amistad y la incondicionalidad de las relaciones. La primera historia de amor que te llegará al alma y te tocará el cor...