Lolitas: Lya

Epílogo

Los días pasaron, la policía hizo sus pesquisas y dieron con ella, pero la mayor sorpresa fue saber que su complice era Abel. Fueron momentos en los que me di cuenta de la gran familia que habíamos creado, de todo el apoyo que durante muchos años me negué a recibir y del amor que me rodeaba. Ahora ha pasado el tiempo, casi dos años para ser exactos y soy consciente de que nunca podré agradecer lo suficiente a la gente que me rodea todo lo que hizo conmigo y con los niños.

Que os puedo contar de las chicas, ellas están bien, a finales de aquel año lleno de cosas negativas llegó a nuestras vidas la pequeña Valentina, juro que cuando la conocimos supe que sería una gran mujer. Ania y Luz eran las mujeres más felices sobre la faz de la tierra, cada vez que la miran se que aquella pequeña fue una bendición en un momento muy oscuro.

Nuestra Lele y su amado siguen con su academia de yoga y proclamando el amor libre, ¿hijos? ¿boda?, que va, ellos son lo opuesto al convencionalismo. Hay momentos en los que creo que son seres tan libres que no logro entender como llevan tantos años juntos, uno dice blanco y el otro negro pero no pasa nada en su vida todo es paz y amor.

La vida siguió para todos, incluso para nosotros que nos convertimos en una familia unida que lucha día a día por crecer fuertes. Sonia ingresó en una institución penitenciaria de salud mental, hoy seguimos luchando por incapacitarla, ya que sigue teniendo la patria potestad de Rubén. Para el juicio todavía no hay fecha, casi dos años después seguimos a la espera de que nos llegue la citación judicial, los cargos son homicidio en grado de tentativa y no sé cuantas cosas más. Sinceramente ahora mismo solo quiero vivir mi vida junto a los míos.

Es 7 de septiembre de 2019 y mis niños empiezan hoy el colegio, son las 8 de la mañana y ya tienen puesto sus uniformes mientras terminan de desayunar. Diego está a punto de llegar, esta semana esta en el turno de noche, se oye la llave girando en la puerta.

-Papá- Gritan los dos al unísono. Sonrío al verlo entrar.

- Venga acabaos la lechita.- Me cerco a Diego y le beso. - ¿Qué tal el turno?

- Tranquilo. Me cambio y los llevo.

- Cariño puedes dormir y esta tarde vamos a recogerlos.

- Quiero llevarlos contigo.

- Vale, pero date prisa.- Le sonrío, me besa.

- Te quiero.

- Y yo cariño.

Estamos bien, somos felices, dejé la galería desde el punto de vista comercial, ahora solo me dedico a pintar y a exponer, es algo que no me costó decidir, Silvia me puso las cosas muy fáciles. He alquilado una pequeña buhardilla para no tener todas las pinturas tiradas por casa, mis niños están en la fase de experimentar y se meten en la boca todo lo que encuentran en el camino. Así que decidimos que lo mejor era trasladarme, el aura de ese lugar es perfecta y eso provoca que mi creatividad crezca sin control. Diego está preparando las pruebas para ser comisario, nos ha costado mucho pero está totalmente convencido, tiene unos horarios raros y pasa mucho tiempo estudiando pero es feliz. ¿El mejor momento del día? Cuando llega el silencio, cuando nos metemos en la cama y siento la palabra hogar en el corazón, cuando lo miro y siento que no podría encontrar a nadie más en el mundo que me mirase así.

Y os preguntareis por Lucía, ella está bien, es feliz pero para llegar a ser feliz ha tenido que dar muchos bandazos, es curioso en el punto en el que estamos, comienza igual que comenzó, con un anillo en el dedo anular. Un compromiso sin fecha, una promesa meditada que ha pasado por muchísimos altibajos, pero es una promesa consigo misma, sin dependencia, sin hombres que le hagan dudar. Pero para entender esto es necesario que conozcáis su historia y que la cuente desde el principio. 

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Gracias a todos esos lectores que se han tomado un momento para conocer la historia de Lya, una mujer capaz de sobreponerse a muchas cosas y de llegar a ser feliz consigo misma. Ahora os invito a conocer la historia completa de Lucía, una mujer fuerte que se ha hecho a si misma.