Los días cada vez se hacían más cortos, prometo que no esperé su visita, prometo que cuando escuché su voz a través del interfono mi curso se tensó, me quedé congelada, esta allí, en la puerta de mi casa. Acaba de llegar a casa, había sido un día muy intenso y sinceramente esperaba a mi madre para traerme a Vega. Cuando logré conectarme nuevamente le abrí la patio y lo espere apoyada en el quicio de la puerta. Pienso y pienso en todo, en cómo reaccionar cuando le vea, en como perdonar, o mejor dicho en si soy capaz de perdonar. Pienso en la posibilidad de mandarlo todo a la mierda y echarme a sus brazos, porque seamos sinceros, aunque Abel es perfecto y me cuida no es Diego. Me estoy esforzando por dejar todo atrás y apostar por mi vida con Abel, pero hay cosas que no se pueden generar, que no podemos cambiar y eso me llena de amargura y rencor.
Cuando me doy cuenta lo tengo frente a mí, con el carrito de los niños, y pese a que ha cambiado, lleva el pelo más largo, la barba sin arreglar y está más delgado, siento como mi corazón deja de latir unos segundos. Lo miro intentando buscar algo en su mirada, algo que me haga pensar que pese a todo lo que hemos cambiado seguimos siendo nosotros.
- Siento no haberte avisado. - Me dice mientras mantiene sus ojos clavados en mi rostro.
- No pasa nada.
- Iba a llamar a tu madre pero me parece absurdo seguir con esta situación.
- Está bien... Pasa. Oh Dios mío. Está enorme. - Cuando soy consciente de que Rubén va al lado de Vega en el carrito me quedo asombrada.
- Sí, hace mucho que no os veis. - Aquello me duele, Rubén no tiene culpa de los problemas de los mayores, pero al final es el que esta pagando los platos rotos que vamos dejando todos.
- ¿Puedo?- Me agacho.
- Claro.
- Hola campeón. - Era una situación extraña volver. Tenerlo en brazos. - ¿Quieres un café?
- Claro.
Dejo al pequeño sobre la alfombra con Vega, entro en la cocina y me apoyo sobre el fregadero, me tiemblan las piernas, las lágrimas están luchando por brotar de mis ojos, pero respiro, respiro profundamente, me froto la nuca, con fuerza, tengo que recomponerme. Miro mi reflejo en la ventana, estoy horrible, aunque estoy un poco mejor desde la ultima vez que estuvo aquí en casa. Escucho unos pasos y agacho la cabeza nuevamente, respiro, dejo caer mi peso sobre las manos, cierro los ojos, en un gesto de contención. Lo noto a mi espalda, muy cerca de mí, pasa su mano por mi cintura hasta dejarla reposada en mi vientre, tiemblo, creo que me voy a caer, estoy a punto de mandarlo todo a la mierda y devorarlo. Pese a que me he obsesionado con pasar pagina sé que no soy capaz de hacerlo.
- Prometo no volver a hacerte daño, eres una de las cosas más importantes que hay en mi vida, y aunque me odio a mí mismo por no haber sabido cuidarte necesito saber que eres feliz porque eso me hará feliz. Lo siento, nena, lo siento mucho.- Juro que lo intento, pero al final vencen ellas y brotan de mis ojos, agacho la cabeza no quiero que me vea llorar. - Ahora me voy a ir al salón y fingiré que no estoy deseando girarte, mirarte a los ojos y besarte para volver a casa. - Me muerdo el labio, no podemos volver a aquello, a aquella pasión irracional que acabará torturándonos.
Vuelvo al salón con el café, lo encuentro sentado en la alfombra con los don niños, no sé cuántas veces he soñado con aquella estampa, la viva imagen de mi familia, de una familia estructurada y feliz, algo que yo no había tenido. Me quedo mirándolos y sonrío, me mira y sonríe, es extraño estar los dos solos en casa sin gritarnos o comernos a besos, a lo mejor estamos madurando, como las manzanas. Me siento con ellos en la alfombra, disfrutamos de los niños un rato y para mi sorpresa sonrió más de lo que esperaba. Los niños empiezan a quejarse, es tarde y tienen que cenar.
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Lolitas: Lya
RomanceCuatro mosqueteras, cuatro amigas de la infancia, cuatro historias de amor. Primera parte de Lolitas, una historia centrada en la amistad y la incondicionalidad de las relaciones. La primera historia de amor que te llegará al alma y te tocará el cor...