Karma

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Diego

Supongo que después de aquello los días se oscurecieron no la volví a ver, y no fue por falta de ganas sino por una cuestión de coherencia. ¿Qué estaba haciendo con mi vida? ¿Por qué seguía equivocándome una y otra vez? Estaba intentando ser lo más coherente posible pero con ella no podía serlo. Gracias a la ayuda de la madre de Lya fue más fácil compaginar mi trabajo y el cuidado de Rubén, aquella mujer se había convertido en mi ángel. Y soy consciente de que Lya sabía todo lo que ella estaba haciendo por mi peor había decidido cerrar los ojos.

Cuando salí de aquella casa tras escuchar su ultimo grito mi mundo se derrumbó y fue entonces cuando entendí que no podía seguir siendo tan egoísta con ella. Entendí, que lo importante es que fuese feliz, aunque aquello implicase que fuese sin mí, entendí que no podía seguir arrastrándola conmigo.

Los días pasaron y me conformaba con trabajar y pasar algún rato con mis hijos, crecían a un ritmo que no era capaz de procesar, Vega era la viva imagen de su madre y verla sonreír me hacía sonreír. Después de un turno de doce horas eran las 10 de la mañana y entraba por la puerta de casa.

- Ya estoy aquí.

- Hola hijo.- La madre de Lya apareció con Rubén en brazos. - Tienes mala cara.

- Estoy un poco cansado. Ven con papá.- Lo cogí en brazos. - Gracias por todo.

- No me cuesta nada sabes que Rubén es uno más.

- No merezco todo esto.

- Todos nos equivocamos, todos cometemos errores.

- Yo he cometido muchos.

- Y yo, y Lya. La vida es así de complicada. Además, mi hija es como es, lo da todo, se deja la vida y luego cae en un bucle del que le cuesta salir.

- Yo le he ayudado a caer.

- Tú no eres culpable, no decidiste que todo esto pasase. Al final las cosas volverán a su sitio, solo necesitáis tiempo.

- Creo que entre nosotros ya no hay posibilidad. Espero que tu hija sea feliz y encuentre lo que necesita para sonreír todos los días.

- Ya no ha encontrado, pero la vida no es todo sonrisas, y todas estas situaciones aportaran cosas que os harán más fuertes, ella también ha cometido muchos errores en su vida. Lo que pasa es que se siente responsable de toda su familia, siente que dependemos de ella. Y por eso vive los problemas tan mal. Necesita tiempo, igual que lo necesitas tú, para sanar y reencontraros.

- Me conformo con seguir con mi vida y tener a mis hijos conmigo.

- Eso lo tendrás siempre.

Se había convertido en una confidente, sonará mal pero era como mi madre, había ocupado aquel papel que mi madre se había empeñado en dejar. Tras unas semanas de tranquilidad Luz me llamó para que fuese a su despacho. Aquella tarde me presenté puntual en su despacho.

- Hola Diego.- Me saluda Esther, la secretaria. - Luz está acabando con una clienta, llegas un poco pronto, espera en la sala y ahora en cuanto pueda te aviso.

- Está bien.

- ¿Te apetece un café o alguna cosa?

- No, gracias. - Me encamino a la sala de espera y me siento cerca de la ventana, me abstraigo mirando el tráfico y pierdo la noción del tiempo. Escucho como la puerta del despacho se abre.

- ¡Hasta luego, Luz!- Es ella, ahí esta saliendo del despacho. Ha recuperado un poco de peso, esta muy guapa, lleva un vestido granate y un gran bolso. Siento la tentación de levantarme, pero llevamos tanto tiempo sin vernos que no sé como reaccionaría, así que decido quedarme sentado esperando a que me avise la secretaria. - Adiós Esther.

Lolitas: LyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora