Capítulo 4

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Astrid

   Nunca pensé que caminando por la calle me toparía con una mujer tan distraída y tan bella al mismo tiempo, choco de frente conmigo y yo la sujete de los brazos para que no se cayera, me miró sorprendida y a la vez tímida, parecía intimidada por mi presencia así que le sonreí para disipar ese sentimiento, pero sólo logre ponerla sonrojada pero sin dejar de verme a los ojos, sus ojos eran negros como la noche, parecía haber en ellos una pizca de tristeza y soledad, su piel era blanca que parecía hacer contraste con su cabello negro largo que caía como cascada por su espalda, era delgada y unos pocos centímetros más baja que yo, de pronto se disculpó conmigo y su voz terminó de embrujarme, era dulce pero insegura a la vez, como si me tuviera miedo, al final la solté cuando ella se disculpo conmigo por segunda vez, mis manos se habían aferrado a ella como si no quisieran dejarla ir, pero al dejar de sujetarla fue como si hubiera perdido algo que no volvería encontrar jamás, nos apartamos para seguir cada quien nuestro camino pero yo quería verla una última vez más y cuando me gire ella había hecho lo mismo, mi corazón se aceleró alegrándose de que yo no fuera la única en sentir esa sensación electrizante recorriendo todo mi cuerpo, sin poder evitarlo le sonreí de nuevo, ella se apeno y siguió su camino, pero yo no pude dejarla escapar así nada más, algo en mi interior hizo seguirla a escondidas, la vi caminar desanimada y sin prisas por unas cuadras más hasta que para mi gran sorpresa la vi entrar al club nocturno de más altura en la ciudad, de pronto me sentí rara y mi curiosidad se hizo mucho mayor por saber que hacía ella exactamente en ese lugar, aunque sabía perfectamente de sobra lo que era esa mujer sin que lo hubiera visto horas más tarde.

   Fui a casa con mi madre a matar las pocas horas que faltaban para que abriera ese lugar, cuando creí conveniente salí de casa nuevamente para ver a esa mujer que me había encantado y que al mismo tiempo rompería el encanto en cuanto la viera bailar con poca o nada de ropa frente a los hombres para luego terminar acostándose con ellos.

    Entre al lugar y el ambiente era ya agitado con ese tono de luces rojas que incitan a la lujuria, el show iba a comenzar y yo tome uno de los mejores asientos que ofrecía la mejor vista hacia el escenario donde bailaban, a nadie le pareció rara mi presencia al parecer no era la única mujer que asistía al lugar, salió la primera chica y tras terminar su baile muchos ofrecieron dinero para estar con ella, salió una segunda minutos después y ocurrió lo mismo que con la primera, salió la tercera y descubrí que era ella, vestía una lencería negra de encaje, se veía hermosa y tentadoramente apetecible, trague en seco al verla tan sexy, no tenía nada que ver esa mujer con la que había mirado en la calle horas atrás, la vi bailar en el tubo y de pronto se dio cuenta de mi presencia, me miró por unos momentos para luego seguir bailando como si nadie existiera en ese lugar, me perdí en ella y sus movimientos, sin darme cuenta me estaba excitando su baile y mi boca estaba seca por el deseo, cuando terminó de bailar el bullicio de los hombres a mi alrededor me sacó de aquel hechizo, los hombres comenzaron hacer ofertas para ser los primeros con ella que tan sólo se limitó a sonreír con falsedad, pero que ninguno de ellos noto sólo yo, porque yo no estaba ebria  y si lo estaba era por su baile sensual, poco después la vi salir del pequeño escenario para atender a sus clientes, de repente me sentí enojada y desilusionada, más que nada fue eso, desilusionada, así me sentí cuando la vi bailar en ese lugar, camine por las calles desanimada por aquella mujer que había conocido esa tarde y que me impresionó en cuanto la vi, para al final aplastar aquella emoción, pero seguramente esa mujer debía tener una razón por la cual estaba allí y por eso no la juzgue, yo menos que nadie podía juzgar a esas mujeres pues era hija de una de ellas que por fortuna lo había dejado de hacer, llegue a mi auto y a penas subir me marché a casa.

   Al día siguiente en mi trabajo tuvimos un nuevo caso de una mujer prostituta tirada en la calle y con las mismas muestras de ataque que las otras dos, sólo que está murió minutos después de llegar al hospital, obviamente nos llegó opresión del alto mando el cual nos ordenaba buscar al agresor y quizás tal vez a sus posibles  cómplices, asignaron la búsqueda a mi superior German Cienfuegos y yo obviamente estaba a sus órdenes al igual que otros de menor rango que yo.

   Fuimos a buscar evidencias en los tres lugares en que encontraron a las mujeres, dos muertas y una viva, pero en los lugares ya no había nada más, ahora sólo teníamos que buscar a esa mujer que quedó con vida y convencerla para que confesara la verdad, no había otra manera. Recibí órdenes de buscar sus datos personales para poder localizarla y una vez obtenerlos me dirigí a su búsqueda acompañada por tres policías, dos hombres y una mujer.

   Diana era el nombre verdadero de la prostituta a la cual nos dirigíamos a ver, vivía en un cuarto de rentas, el lugar se miraba tranquilo y decente, a penas bajar nos dirigimos dentro para buscar a la persona que rentaba los cuartos y preguntarle por la persona que buscábamos.

-Buenas tardes señora, soy la inspectora Astrid Ocaña – dije mostrando mi identificación – estoy buscando a Diana Herrera ¿ella vive aquí?

-Si, aquí vive ¿hizo algo malo? – preguntó la señora preocupada.

- No, no se preocupe es sólo que estamos haciendo una investigación y ella puede darnos alguna información importante.

-Oh, ya entiendo.

-¿En qué cuarto vive?

-En el segundo cuarto que está a la entrada.

-Muchas gracias señora.

- De nada.

   Sin más me dirigí a la puerta del cuarto que rentaba Diana, toque en varias ocasiones hasta que alguien respondió dentro con voz de que acababa de ser despertada, esperamos unos momentos hasta que abrió la puerta y quedamos sorprendidas al vernos, Diana era la chica de ayer, no lo podía creer y al parecer ella tampoco, su rostro de impresión me lo decía, sus ojos negros me miraban sorprendidos, confundidos y al mismo tiempo tristes por verme allí frente a la puerta de su casa con tres policías detrás de mí.

-¿Diana Herrera? – le pregunté mientras ella asentía con la cabeza y al final respondía.

-Si ¿Qué se le ofrece?

-Soy la inspectora de la policía Astrid Ocaña, el motivo de nuestra visita es para que nos ayude a colaborar en un caso ya que usted al parecer es la única testigo y sobreviviente de aquel sujeto que intentó matarla, pero que si ha logrado su objetivo con dos.

-¿Y qué quiere que haga? – preguntó temerosa.

- Que nos ayude confesando todo lo que le sucedió esa noche y nos diga el nombre del sujeto que está haciendo todo esto con las mujeres, quiero que nos diga absolutamente todo.

- No puedo – dijo está vez invadida por el miedo.

-¿Porqué no puede ayudarnos?

-Porque él me tiene amenazada, dijo que me mataría si confesaba la verdad, él sabe de mí.

-Cálmese por favor – le dije – nosotros no dejaremos que le suceda algo.

- No lo sé – dijo mirándome a mi y a mis compañeros.

- Nosotros le brindaremos la seguridad necesaria.

-¿Seguro?

- Se lo juró ¿podría acompañarnos a las oficinas para tomar su declaración y hacer todo más rápido?

   Aceptó y antes de salir se cambio las ropas, ya que estaba en pijama al parecer la habíamos llegado a desvelar de su trasnochada, salió vestida con jeans, tenis y una playera en color negro, subió al auto con nosotros y partimos a donde le tomarían su declaración, la mire atraves del espejo retrovisor y me di cuenta de que se miraba insegura y tímida, me sorprendía lo diferente que se veía ayer en la noche a lo que miraba hoy y ayer en la tarde, no sabía porque razón ella me llamaba tanto la atención. Al llegar fuimos directo con mi superior quien me pidió estar presente en la declaratoria, ella contó como es que había terminado en ese punto que la mantuvo entre la vida y la muerte.

DESCUBRIENDO EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora