Diana
Se me partió el corazón alejarla de mi, decirle que solo había sido un experimento cuando no era así, ella era lo mas importante, lo que yo mas amaba en mi vida. Sabía que decirme puta fue su manera de desahogar su enojó y la confusión que le cause diciéndole que no quería volver a verla, desde ese día mis días transcurrieron lentos y miserables tal como yo me sentía por hacerle sufrir aquello que era para su bien, pero malo para mí que me privaría de verla y de tener que olvidarme de lo que me hacía sentir.
En el trabajó trataba de parecer lo mas cordial y amble con los clientes aunque por dentro me sintiera morir, si pensaba en ella un poco las lagrimas escapaban solas de mis ojos, estaba luchando con mis sentimientos cuando me llegó un mensaje de Astrid el cuál evite ver para no ponerme a llorar como una magdalena y evitar que me vieran, pero a penas llegar a casa no era otra cosa mas que mi llanto, no comía, solo hacía dormir para evitar pensar en ella y así poder levantarme para ir al trabajo, además de comer poco pues no sentía apetito.
Una tarde del jueves un cliente del restaurante me reconoció como bailarina y prostituta, y sin descaro alguno al ver que no había demasiada gente cerca de nosotros me toco el trasero, yo me enoje y me indigno el acto, yo ya no estaba en ese lugar para que él se atreviera a hacerme eso y yo con el coraje le di un golpe el cuál sonó y llamó la atención de los ahi presentes, él indignado y herido de su ego de macho, armó un escándalo al gerente del restaurante a pesar de que le explicara el porqué lo había hecho, pero pudieron más sus palabras al decir que yo era una prostituta.
-Ya no lo soy - grité al borde del llanto - y aunque lo haya sido no tiene el derecho de tocarme.
-Lo siento, pero estas despedida - me dijo el gerente - te daré tú pago y márchate.
Mi ánimo decayó mas de lo que ya de por si estaba, tenía razón, siempre sería una prostituta que haría quedar en vergüenza a Astrid, al llegar me encontré con la casera a quién solo le di las buenas tardes sin verle a la cara, me encerré en mi casa de la cuál no deseaba salir nunca, me tumbe en el sillón a llorar hasta que me quede dormida, desperté no sé a que horas y tampoco me importó saber la hora o si ya había anochecido, amanecido o atardecido otra vez, no tuve ánimos de levantarme del sillón, ni ganas de hacer otra cosa mas que nada, me dejé arrastrar por el dolor, la soledad y la melancolía.
Todo a mi alrededor permanecía en penumbra ya que no me moleste en encender alguna luz, no quería ver nada ni a nadie, me solté el cabello y me lo revolví junto a las lagrimas que habían comenzado a resbalar por mi rostro, llore y llore hasta que simplemente deje de hacerlo y me quede abstraída de todo lo que me rodeaba, no sé si fue un día o más de dos los que permanecí allí tirada en ese sillón, escuché mi celular sonar en alguna parte pero lo deje sonar hasta que se cansaron de llamarme, quizás era Tamara pues era la única que me llamaba en ocasiones, Astrid ya se había resignado y no me había vuelto a llamar o enviar mensajes.
En algún momento de mi estado emocional sentí dolor en el estómago, que se fue apagando conforme las horas pasaban más no el dolor que había en mi corazón y en mi alma, me volví a dormir y volví a despertar, ese era mi trance, quería escapar de una vez por todas, dormir y no despertar jamás, estaba sola y solo quería volver a ver tan solo una vez más a mi madre que debía estar en el cielo y yo no podría ir allí porque era una pecadora, una prostituta que no tan solo pecaba sola sino que también arrastraba a los hombres a pecar con ella y engañar a sus mujeres.
ESTÁS LEYENDO
DESCUBRIENDO EL AMOR
RomanceElla era una prostituta, pero a Astrid no le importó ya que su pasado tenía que ver con algo parecido ademas de que vivió violencia, pero ahora ya todo era cosa del pasado, era una inspectora de la policía y vivía de manera decente con su madre has...