Capitulo 12

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Astrid

   Jamás le había disparado a nadie y menos a matar, tuve miedo y lo seguía teniendo pero era lo suficientemente consiente de lo que hacía y de porque lo hacía, no cabía duda de qué él era el traidor y podría haber uno mas, pero uno ya se había descubierto. Sabía que iba a tener unos cuantos líos cuándo declarara la versión de los hechos pero nada tan grave como lo estaba Diana entre mis brazos, hacía ya unos segundos que no apretaba mi mano y había cerrado los ojos pero aún estaba viva, su pulso era débil pero estaba allí. Cuando creí todo perdido la policía y la ambulancia llegaron justo a tiempo, exigí atendieran pronto a Diana que entro en paro respiratorio a penas subirla a la ambulancia que partió a toda prisa de allí, mientras que a mi me curaban los paramédicos en otra ambulancia el rozón de bala en el brazo, el jefe me hacía preguntas y adentró levantaban el cuerpo de Germán.

-¿Qué hacías en su cuarto? – me pregunto el jefe seriamente.

-Nos enrollamos – le confesé.

-Vaya lío – se rasco la cabeza – aunque de no haber sido por eso ya estarías  muerta y esa joven…no sé si se salvé.

-Lo siento jefe – dije sincera.

-Creo que no es tan malo pero estarás castigada unos días – dijo sonriendo – no podrás verla hasta que… si es que ella sigue viva. De su versión de los hechos y así estés libre de toda culpa.

-Entiendo.

   Me dejaron ir a casa allá por la madrugada luego de repetir  lo mismo un sinfín de veces en las oficinas y los peritajes coincidieran con lo dicho, aún así yo estaría bajo vigilancia, cuándo llegue a casa mi madre estaba muy ansiosa y lloro al verme herida, la abracé y por fin me deje llevar por el llanto que era provocado por no saber de Diana, por no haberla podido proteger como debía y por no haberle dicho que la amaba o por lo menos que la quería, de saber que podía ser su último día se lo habría dicho, pero tenía que ser tan reservada y tan fría en la mayoría de las veces, yo que jamás me había sentido de la manera en que me sentí con Diana, yo que no me enamoraba a la primera, yo que necesitaba establecer mas platica con esa persona para sentir algo mas por ella, yo que no creía en el amor a primera vista y mucho menos creer en las extrañas conexiones que te pueden conectar a esa persona en cuerpo y alma sin siquiera conocerla de antes, ahora yo estaba siendo una creyente de uno de esos acontecimientos mágicos del amor, lo estaba padeciendo y sufriendo luego de haber probado las dulces mieles y las hieles del amor.

   Cuando seso mi llanto le conté a mi madre lo que me había ocurrido, que no lloraba por estar asustada o herida, sino porque la mujer de la que me había enamorado en escasos tres días estaba mal herida o quizás muerta, no lo sabía y no podía ir a donde ella porque me lo tenían prohibido, estaría castigada por un mes y aquello me hacía sentir impotente por no poder estar a su lado.

-¿Cómo la conociste? – me pregunto mi madre.

-En la calle.

-¿En la calle? – preguntó mi madre sorprendida.

-La primera vez la vi en la calle, la seguí y la vi entrar a un club nocturno. Pero volví ese mismo día por la noche y entre al club para verla, descubrí que bailaba allí.

-Es una prostituta – puntualizó mi madre.

-Si, pero es diferente a las que he visto – mi madre esperó a que le siguiera contando – su historia es muy triste mamá, su madre enfermo y por eso tuvo que entrar a ese mundo, tú sabes mejor que nadie como es la vida y las necesidades que te llevan a hacer eso. Su madre necesitaba un marca pasos y no podía obtener más  dinero mas que de ese modo.

-¿Cómo se llama ella?

-Su nombre es Diana.

-Bueno, espero conocerla pronto.

    Entre a mi recámara y me di una larga ducha para enseguida tirarme a la cama y descansar porque sabía que dormir sería imposible para mi luego de todo lo acontecido, pero tres horas mas tarde mi jefe me llamo, quería que me presentará en su oficina, eso significaba que mi castigo había comenzado.

    Así me pasaron quince días en los que mi jefe a duras penas me dejaba dormir y nadie me podía decir nada de Diana, hasta que por fin una tarde coincidí con Mario y este fue quien me dijo que a pesar de estar grave estaba viva, que parecía estar mejor luego de que sufriera algunas infecciones por la herida de bala, cuando supe que estaba viva sentí que una parte de mi cuerpo conseguía la paz y la calma, necesitaba verla pero aun no podía, fue entonces que me pregunté ¿quién iría a verla esos días? Seguramente nadie, ya que nadie se había enterado o al menos no se le permitió a los medios de comunicación informar sobre la noticia, ya que aún seguíamos tras la pista de este sujeto el cual estaría a punto de caer de un momento a otro y había indicios de donde podía estar escondido.

DESCUBRIENDO EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora