Capitulo 16

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Astrid

Llegué y me estacione en la acera, baje lo mas rápido del automóvil y corrí a la puerta de su casa en dónde toqué en repetidas ocasiones pero no obtuve respuesta ni tampoco escuche algun movimiento por dentro, todo permanecía a oscuras como si no hubiera nadie, entonces un miedo irracional me inundó, y ¿si se había ido? No lo creía posible, ella no sería capaz de abandonar la casa en la que vivió toda su vida. Estaba ahí adentro pero no quería responder, algo me decía que estaba ahí, mi corazón palpitaba desenfrenadamente como si fuera un radar que encuentra su otra mitad.

-Diana sé que estas ahí - le dije - abre la puerta por favor, Diana yo te amó, se porqué lo hiciste, abre por favor.

Contuve mi voz quebrada, mi llanto estaba a punto de convertirse en una cascada incontenible. Tome aire y le volví a llamar, nadie respondió, entonces decidí aporrear la puerta a golpes, pero igual nadie respondió en cambio si llegó la casera a donde yo estaba.

-¿Por qué ese escándalo? - me dijo casi a modo de regaño.

- ¿Sabe donde esta Diana? - le pregunté controlando mi voz.

-Debe estar encerrada, hoy no salió en todo el día, ni ayer, para ser mas exactos desde el jueves en la tarde que llego del trabajo no la he visto.

-¿Y porque no ha hecho algo por ella? - le reproche aunque sabía que no era su responsabilidad o su culpa.

-Ella suele encerrarse cuando se deprime, siempre hace lo mismo.

-Pero no responde, hace un buen rato que la estoy llamando y no hay ningún movimiento ahí dentro ¿podría abrir la puerta? ¿tiene alguna copia?

La casera asintió y sin decir nada se fue a buscar las mentadas llaves del cuarto que le rentaba a Diana, volvió enseguida y abrió la puerta, mientras yo a penas ver que estaba abierto entré, encendí la luz y la vimos tumbada en el sillón hecha un ovillo, con la vista fija en algún punto lejano, me acerqué rápidamente con el corazón en un puño pues por un momento pensé que ella estaba sin vida, pero no era así, tome su pulso y su corazón latía pero ella parecía inanimada.

Diana seguía con su uniforme de mesera, eso significaba que desde que llegara a casa se tiró al sillón y no había hecho nada más que dejarse morir de hambre y sed durante esos días, era evidente que no se había bañado. No me di cuenta en que momento yo era un mar de llanto al verla así, olvidándome completamente de la casera que sin necesidad de preguntar algo, ella entendió con tan solo ver lo que había entre nosotras.

-Si necesitas ayuda o algo me hablas, estoy arriba, justo enfrente de aquí - yo sólo asentí y se marchó cerrando la puerta de nuevo tras su salida.

-Diana, cariño mío, estoy aquí - le dije acariciando su cabello negro como la noche - amor no me ignores, he venido por ti.

Por fin obtuve su mirada pero parecía como si ella creyera que yo era producto de su imaginación ya que su mirada era de la más pura nostalgia, de pronto su mano delgada me acaricio la mejilla con cuidado como si temiera que su imagen se fuera esfumar.

-Diana yo te amó, perdón por haberte llamado de esa forma aquél día.

Diana parecía seguir sin reaccionar, seguía mirándome de la misma manera, llena de desesperación la levanté en brazos y la lleve a la ducha para que despertará de su letargo, de su depresión, de ese maldito agujero en el que se había metido. Le quite la ropa mientras ella se dejo hacer cual si fuera una muñeca, pero esta muñeca era capaz de mirarme como si estuviera en la lejanía, vio como me quite la ropa, me acercaba a ella y la metía bajo el agua de la regadera la cuál le hizo dar un brinco, se abrazó a mí y yo la abrase con todas mis fuerzas, permanecimos así un largo momento hasta que la aparte suavemente de mi con la esperanza de que sus ojos volvieran a mirarme como antes lo hicieran pero no ocurrió lo que yo deseaba, sin mas me dispuse a lavar su cuerpo, me hubiera encantado que aquél baño hubiera terminado de otra manera pero fue como si Diana fuera mi hija a la cual tuve que bañar y vestir, la senté en la mesa luego de salir de la ducha, mientras yo buscaba algo en su refrigerador para darle de comer. Lo primero que le di a beber fue agua, bebió poco mas de un vaso, después le di un poco de yogurt el cuál no termine de darle porque lo rechazó para irse a acostar en la cama, se acostó dándome la espalda, yo sin querer apartarme de ella me acosté a su lado y la abrase hundiendo mi rostro en su nuca llenándome los pulmones de su olor y sentí por primera vez como se estremeció ante mi contacto.

DESCUBRIENDO EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora