Vagas memorias (Cap6)

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Al parecer, ese lugar era su infierno personal que hizo que ya no contara los días para irse, ahora contaba los segundos, cada segundo era un paso más cerca de la libertad, podía verse a sí misma en la aldea comiendo los delicioso guisados de su madre, explorando los campos en su caballo mientras el aire fresco chocaba contra su rostro y batallaba con los cabellos rebeldes que escapaban de su moño mal anudado, quería sentir ese olor a tierra húmeda, quería sentir el perfume de la naturaleza. Ishikawa era un lugar demasiado cerrado para su gusto y el pequeño jardín que había conocido la noche pasada no era suficiente para él. Pero más que todo ese mundo perfecto que era su hogar, lo que más ansiaba era volver a sus labores cotidianas, se sentía tan inútil y torpe que las miradas de burla y pena parecían agujas filosas que atravesaban su mente y corazón, quería olvidar a todas las personas que había conocido en este viaje, no valía la pena ni siquiera recordar sus rostros.

Los mayores miraban el rostro de Dororo sorprendidos y preocupados, sus mejillas estaban rojas y su rostro lleno de gotas de sudor, tenía los ojos hinchados y unas grandes ojeras por la falta de sueño, para colmo, había amarrado demasiado fuerte los vendajes de su pecho y no la dejaban respirar apropiadamente. Ahora el nerviosismo no era el único problema, estaba tan metida en sus sueños que ni cuenta se dio que había atraído las miradas de preocupación de la sala completa. No recordaba el momento exacto en que había perdido la concentración o cuando empezó a alucinar ¿Cuál fue la causa?, lo más certero era la falta de aire y las ropas gruesas que llevaba encima lo cual provocó que la vista se le nublara y callera en seco hacia adelante dándose un fuerte golpe en la cabeza.

Sentía como su cuerpo caía en un vacío oscuro  donde le esperaba un calor abrazador que cada vez se hacía tan espeso como las aguas lúgubres de un pantano pero a diferencia de lo normal, estas hervían y hundían su cuerpo en lo más profundo de la oscuridad. En medio de aquella negrura que casi era palpable, pudo escuchar los gritos de guerra, los choques de espadas de los bandos enemigos y las lamentaciones de los aldeanos tratando de escapar de la muerte.
En lo más profundo de su inconsciente aún podía visualizar el fuego, las pequeñas casas destruidas y la sangre mezclada con la lluvia  pero había algo que resaltaba entre todo ese infierno, era ese niño que a pesar de ser unos cuantos centímetros más grandes que él y ya con rasgos que asemejaban a la pronta juventud, era quien más parecía necesitar protección. Y luego estaba él, un niño nacido en guerra cuya corta vida siempre fue rodeada de catástrofes y conflicto. Ambos niños expuestos al inminente peligro sin contar con  la protección de sus padres, en ese momento el temor era lo que más abundaba en Dororo, tanto que sus pequeños pies tiritaban del miedo, pero en el momento en que vio el rostro lleno de lágrimas del pequeño desconocido, supo que debía armarse de valor al igual que sus padres y tratar de protegerlo, pero mientras más trataba de acercarse al niño más pesado se hacía su cuerpo, de pronto vio unas sombras oscuras rodearlo y alejarlo del niño a empujones, quería gritar y patalear pero la fuerza había abandonado su cuerpo, solo podía ver que la figura de aquel niño se hacía menos nítida.

Sintió como dos brazos fuertes a cada lado lo cargaban arrastrando sus pies por  el piso y podía visualizar un montón de rostros preocupados a su alrededor, fue en ese instante que se dio cuenta que los hechos que presenció hace poco no eran más que vagas memorias de su infancia que se pintaron en su mente gracias a las palabras de Daigo, tal vez por la repentina aparición de estos recuerdos después de tantos años, es que los hechos acontecidos en ese tiempo se sintieron tan reales en el presente, tanto que parecían repetirse pero ahora con lo poco de estabilidad que le quedaba, se dio cuenta que había sufrido un desmayo y por consecuencia de este, también había recibido un fuerte golpe en la cabeza al caer en seco contra el piso.

El recibir tanta atención de tanta gente le sofocaba pero detrás de todas esas voces y gritos podía oír el ligero sonido de la lluvia. Agua, necesita mojarse con la lluvia, el sofocante calor que irradiaban los demás no le dejaba respirar, si seguía de esa forma tarde o temprano iba a perder la conciencia por completo ¿ Pero por qué su cuerpo no respondía a sus órdenes? La debilidad no dejaba que moviera ni un dedo.

En medio de todo el embrollo pudo escuchar una voz a lo lejos, cada vez se hacía más clara y reconocible, esa voz… ¿Acaso era la voz de su padre? Trato de llamarlo pero lo único que salía de su boca eran balbuceos hasta que al final pudo decir una sola palabra.

-Papá…-

Sintió un poco de alivio, su padre iba hacia él para salvarlo, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro pero mientras más se acercaba aquella figura varonil menos parentesco a su padre tenía, cuando la persona de la cual anhelaba su cercanía ya estaba frente a él los pelos se le pusieron de punta. Esas facciones delicadas y esos ojos claros casi cubiertos por algunos mechones oscuros no eran los de su padre, eran de la persona que menos quería ver en esa situación, aquel chico que solo lo había usado para obtener información, el rechazo a ser humillado de nuevo le daba un mínimo de fuerza para tratar de alejarse pero la gente lo tenía apresado, ¿Por qué de todas las personas que estaban en ese estúpido palacio precisamente él debía venir a ayudarlo? Siguió dando pequeños tirones hacia el lado opuesto.

- déjenlo respirar, lo están sofocando.-

La voz autoritaria de Hyakkimaru era molesta ¿Por qué razón alguien como él podría mostrar preocupación? ¿Acaso quería lucirse ante su padre y los demás? Al parecer…solo se trataba de un chiquillo presumido con aires de grandeza.

La gente se abrió paso para dejar que el joven Hyakkimaru se acercara más y así pudiera socorrer a Dororo, lo primero que hizo fue tomar el rostro del contrario y analizarlo. Al momento de acercarse y examinarlo se dio cuenta que aquellas ropas no le permitían respirar con normalidad. Dororo no podía dejar de avergonzarse por las acciones del muchacho, pero de repente sintió una corriente por todo su cuerpo al notar que Hyakkimaru trataba de quitarle sus ropas.

¡¿Que rayos estaba haciendo?! ¡¿Acaso planeaba quitarle la ropa en frente de todos?! La impresión y el miedo le dieron fuerzas suficiente para lanzar a Hyakkimaru lejos de él de un empujón seguido por un  grito formulado por cuatro palabras que sorprendieron a todos “¡No me toques imbécil!”

La fuerza de Dororo había sido suficiente para que Hyakkimaru cayera al suelo de manera estrepitosa y a causa de esto, todo el mundo enmudeció sorprendido. En ese momento,  Hyakkimaru estaba en shock por lo acontecido, pero cuando la sorpresa se esfumó, esta dio paso a la vergüenza y la rabia. No podía creer que alguien tan debilucho como él y aún en ese estado, haya sido capaz de tumbarlo y para empeorar la situación, lo había hecho en frente de todos. Se sentía humillado y sin duda, ese muchacho torpe e irritante se las iba a pagar muy caro, no iba a permitir que arruinara la imagen que había creado ante sus súbditos.

Espero les haya gustado ;)

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