Tras la fuga y destrucción del CDC, continúa la historia de Rick y el grupo de supervivientes, quienes siguen sobreviviendo en un mundo plagado de zombis apodados como "caminantes".
Después de abandonar Atlanta, son detenidos en la carretera por una...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
〘2O. PEQUEÑO... DESLIZ 〙 ༆
HABÍANPASADO ya un par de días desde la improvisada excursión a Hitlin's, así como del aún más improvisado secuestro de Randall. Solo había bastado con eso, con dos putos días para que todo se saliera de control; volvía a haber problemas en la granja.
Para empezar, estaba el asunto "dejar al prisionero a treinta millas de distancia"; Rick y Shane habían partido tan rápido como se decidió, sin embargo, ambos volvieron a las horas con Randall aún por motivos que solo los dos mejores amigos sabían.
Después, estaba el tema de Beth Greene y su casi "incidente mortal" después de que Andrea se hubiera encargado de ponerle el cuchillo en la mano; por otro lado, la joven rubia había decidido que quería vivir de verdad. Aunque eso, se había ganado el enfado de Maggie sobre Andrea.
Y para terminar, de vuelta el asunto "Randall". Pero esta vez, en modo interrogatorio. Claro que tras su intento de huída, se lo tenía más que merecido. Ese tío traería problemas, debieron de hacer caso a Lynn cuando dijo que lo quedaran en Hitlin's. Así que..., en fin, ahora –como ya había dicho –se encontraba en un interrogatorio: sí, uno con Daryl Dixon.
Mientras tanto, en el pajar –lugar de dicha escena para sacar información –, encerrado, se hallaba allí el secuestrado, atado de pies y manos. Con la cara ensangrentada a causa del calentamiento del arquero. Su pierna aún en proceso de curación al aire libre, teniendo justo a Dixon de pie frente a él. No iba a negar que no estaba disfrutando con aquello...
Con cada puñetazo que le propinaba Daryl, Randall lloriqueaba y suplicaba para que parara, cosa que no hacía; necesitaba más, necesitaba sacárselo como fuera.
—Ya te lo he dicho —dijo como por enésima vez, tirado de lado en el suelo, aún atado.
—No me has dicho una mierda —le agarró con fuerza de la camisa y lo colocó de nuevo sentado contra la pared, haciendo él presión.
—Apenas conocía a esos tíos —volvió a hablar —. Los conocí en la carretera.
—¿Cuántos hay en tu grupo? —Randall sacudió la cabeza mientras respiraba forzosamente. Daryl, frío, sacó su cuchillo.
—No, no, no. Vamos, tío —suplicó. Dixon llevó el cuchillo a su pierna aún así, a aquel lugar concreto en el que Hershel había hecho su magia de veterinario –ahora experto en personas –; la afilada punta de la hoja rozó allá donde los puntos se hallaban. Randall gritó adolorido cuando Dixon ejerció un poco de fuerza.