La visita de tía Margaret

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Hola, yo soy Merliah Smith. Tengo 15 años y me considero una chica "normal".
Es decir, hago cosas que hacen las chicas de mi edad: escucho música, leo libros, dibujo, escribo...

Creo que soy normal en esos aspectos, pero en realidad sé que tengo un problema: padezco el síndrome de Asperger. Por ello, me cuesta más relacionarme con los demás y expresar mis sentimientos.

Siempre me pareció una tontería, porque nunca me ha impedido hacer mi vida.
Bueno, tal vez un poco sí, simplemente por el hecho de que no sé qué es tener una AMIGA.

Por lo que he leído, es aquella persona con la que te diviertes y compartes tus ideas, emociones, gustos, pasiones...
En mi opinión, la amistad está  sobrevalorada. Todos creen que necesitan a un amigo para sentirse bien, pero no es así. Para mi, sentirse bien es leer un buen libro o que te pongan un 10 en un proyecto de ciencias (¿he mencionado que me encanta la ciencia?).

Bien, no necesito una AMIGA para resolver el problema al que me enfrento. Me explico: mis padres han decidido cambiarme de instituto.
No digo que me asuste la idea, sino que quieren que entre a un instituto especial para CEREBRITOS. Ellos usan ese término para referirse a chicos y chicas que sacan 10 en proyectos (no necesariamente de ciencias).

La verdad, no es que el cambio sea difícil para mi, sino que no me agradaría no estar a la altura. Quiero decir, allí todos saben sobre todo y yo creo que no encajaría.
Mi padre discrepa, él cree que es una gran oportunidad para conocer a gente afín a mi, que allí podría hacer AMIGOS.

En fin, como no tengo otra opción, me voy a preparar para ir a comprar el nuevo uniforme.

-Merliah, baja ya o llegaremos tarde. Le he dicho a tu tía que nos acompañe y ya sabes que no le gusta que la hagan esperar.- Dijo mi madre con desesperación.

-¡MAMÁ! ¿Por qué le has dicho a tía Margaret que venga? No me gusta que esté todo el día criticando: mi forma de comer, de vestirme, de peinarme... ¡Incluso de lavarme los dientes!

-Ya lo sé hija, pero tía Margaret es amiga de la dueña de la tienda y eso nos puede beneficiar a nosotras, ¿comprendes?

-Si mamá, claro que lo entiendo, pero hay un 97.345% de posibilidades de que tampoco le guste el uniforme.-Le dije en el intento de que cancelara su visita, ya que mi madre odia que esté calculando el porcentaje y la probabilidad de los sucesos.

-Bien, pues hay un 2.655% de que te deje en paz, así que vamos, deja de lloriquear y termina ya.-Dijo mi madre con un tono angustiado y a punto de perder la paciencia.

Tras 3 minutos, terminé de peinar mi liso y negro cabello y bajé hasta el recibidor. Allí, en la puerta, se encontraba mi tía Margaret, una mujer robusta, de pelo castaño, labios gruesos, ojos color avellana (como los míos) y una vestimenta de los años 80. Se abalanzó a mi y me dio un abrazo.

Sabe que no me gusta que me den abrazos, me incomoda. Es más, es una sensación muy extraña, como si ella pensara que tiene algún poder sobre mi. No es que sea ella la que me incomoda, sino que debido al síndrome de Asperger, no me gusta que la gente muestre sus sentimientos, pero no se le puede hacer nada. Todo el mundo expresa sus sentimientos libremente, y yo no soy quien para impedirlo.

- ¡HAY MERLIAH, PERO QUE MAYOR ESTÁS, COMO HAS CRECIDO DESDE LA ÚLTIMA VEZ! Por cierto, ¿ y esa camisa de cuadros tan horrible combinada con ese chaleco tan anticuado? Anda, deja que te ponga algo más apropiado.- Dijo con cara de asombro que para mi punto de vista era más falsa que las botas de piel que llevaba puestas.

-No es necesario tía Margaret- dije haciéndole señas a mi madre para que me salvara de aquella situación-, además, ya nos íbamos, ¿verdad mamá?

-¿Eh?...Ah si, debemos irnos, sino se nos hará tarde.- Dijo ella con cierto descaro.

-Bueno querida, otro día será.- Añadió mi tía con decepción.

Traspuse la puerta principal, observando el salón a mi izquierda e imaginándome a mi sentada con mi ordenador escribiendo el libro que estoy empezando, un libro llamado: "mi vida con Asperger," en el cual cuento mis experiencias en la sociedad y mi integración en ella. Cogí las llaves y me dirigí hacia el coche, donde tía Margaret y mamá me esperaban.





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