—¿Por qué esto que debería ser muy extraño me resulta tan normal?— Pregunto. Me termino de poner la ropa y peino un poco mi pelo. Por el espejo puedo ver a Martha colocándose la camiseta, sin querer me quedo mirando su cuerpo por unos segundos.
— Anorexia.— Dice. Mis ojos viajan a los suyos y noto como me pongo roja por la vergüenza. —Tranquila, sé que llama la atención.
— Lo siento, no quería molestarte.— Ella hace un gesto con la mano restándole importancia cuando la puerta del baño se abre de manera estrepitosa.
— ¿Cómo podéis tardar tanto en cambiaros? — Man aparece esta vez sin la chaqueta del traje y la corbata medio desatada, sonríe un poco y se cruza de brazos. —Queremos que te quedes a comer Lydia, para conocerte un poco más.
Me pongo nerviosa solo de imaginarme en una mesa con los hermanos, Martha se ríe y desvío mi atención a ella. Entonces noto que algo no va bien entre ellos y me siento totalmente fuera de lugar.
— Quiere interrogarte para saber como nos hemos conocido, no suelo hacer muchas amigas. Soy una persona bastante reservada. — Miro al suelo y siento como me sudan las manos y el pulso se me acelera.
— Martha.— El tono de advertencia de Man se disipa con la entrada de Chris. Él mira la postura desafiante de ambos y luego a mi en el medio casi sudando de los nervios y sonríe como si fuese su manera de estar normal. — Chris acompaña a Lydia al comedor.
Casi se me escapa un no en respuesta. No quiero irme sin ella. Es como una sensación de querer protegerla aunque no le haga falta. Quiero mentir y cubrirla, quiero que baje conmigo y quiero parar el interrogatorio pero no hago nada aparte de mirarla para negar con la cabeza.
— Iremos todos a comer y luego hablaremos Man.— Con esa sentencia tira de mi brazo y salimos de la habitación rápidas y sin mirar a atrás. — No pasa nada, él asusta y parece amenazante pero solo tiene miedo por mi. No me hará nada aparte de echarme la bronca claro.
Siento que dejo de escucharla cuando bajamos al piso bajo y entramos a lo que ellos han llamado comedor. La sala es blanca y tiene una enorme chimenea de ladrillo, en el centro hay una enorme mesa negra con un mantel largo y blanco, en las paredes hay lámparas y un enorme ventanal al jardín.
— Me muero de hambre.— David está sentado en una de las sillas y su mirada se cruza con la mia cuando termina de hablar. Nunca había visto a alguien del que no pudiese apartar la mirada. Echo un vistazo rápido a sus brazos que están extendidos sobre la mesa y observo que también tiene un tatuaje de un R enorme en su muñeca. Él mueve bruscamente su brazo apartándolo de mi vista y me siento como cuando mis padres me pillaban haciendo alguna travesura. —Pensaba que hoy era una comida familiar.
Chris y Man llegan y se sientan en los asientos a los lados de él, y aunque ellos no se hayan enterado del comentario yo si. Hay algún motivo por el cual él parece odiarme pero no se cual es.
— ¿Macarrones con tomate? — Es el comentario que se me escapa al ver el plato que dos sirvientas han dejado delante mía. Chris se echa a reír y Man sonríe.
— Pero, ¿tú qué te piensas que comen los ricos? — La pregunta de Martha hace que el hermano odioso suelte un bufido. Todas las miradas se centran en él que se coloca mejor en la silla y une sus manos por encima del plato.
— ¿Enserio vais a seguir con esto? Creo que tenemos otras cosas mejor que hacer como para estar perdiendo el tiempo aquí. Dejar las malditas cosas claras de una vez. Y tú, — Señala a Man con el dedo mientras se levanta.— pregunta lo que quieras saber, sé directo y ahorra este espectáculo.
Noto que tengo el ceño fruncido y el puño cerrado sobre la mesa cuándo él se calla. Miro uno por uno a todos los que estamos en la sala y espero a que alguien hable y acabe con el incómodo silencio.
— Deja de comportarte como un imbécil quieres. — Chris que por primera vez desde que llegué no sonríe, se levanta también.— Tú no podías dejarnos comer tranquilos.
—Yo creo que es mejor que me vaya a casa. — Susurro o al menos eso parece después del tono elevado que están usando todos. Martha me agarra del brazo justo cuando me voy a levantar y me lo impide.
—Pregunta.
En el fondo de mi deseaba que tuviesen esta conversación delante mía. Yo he sacado a Martha del agua en pleno diciembre, nadie se baña en la playa con ropa y en invierno por gusto. Muy a mi pesar hay una parte de mi que desea saber que motivos te llevan a eso. Tiene un novio increíble, vive en una mansión y es una chica guapa, pero también es el mayor ejemplo de que el dinero no da la felicidad.
—¿Que ha pasado realmente? — El tono ha bajado considerablemente, y me siento como en un partido de tenis mirando a un lado y a otro esperando respuestas.
Martha me mira a los ojos y no sé como describir el dolor que siento por imaginarme lo que va a decir. — Me ha salvado la vida. Se metió en el mar con todo en contra y no paró hasta sacarme y hacerme respirar.
El silencio es todo lo que sigue a la declaración. Le acaba de decir a su novio que se intentó matar en palabras bonitas y todo con sus cuñados delante. Mi mano cobra vida propia y se une a la suya dándole un apretón. Ella me mira y yo asiento, es mi manera de decirle que estoy aquí y que no la juzgo.
Man suspira y se levanta de la mesa apoyándose en la silla de su hermano. David es el único que sonríe y ahora si que no lo entiendo. —La niñata se ha jugado la vida por ti.— Dice y me dan ganas de pegarle por gilipollas. Niñata. Nunca me han llamado así y no sé quién se cree que es para hacerlo.
— No soy ninguna niñata, pero tú si que eres un estúpido que no está a la altura de las circunstancias.— La frase sale sola de mis labios antes de que pueda evitarlo. Ahora todas las miradas están sobre mi y quiero huir. Joder. David me mira algo incrédulo, supongo que no está acostumbrado a ese tipo de vaciles.
— Deja de ser un inmaduro.— Man habla y rodea la mesa hasta colocarse detrás mio. Chris con una sonrisa le alborota el pelo a su hermano el insoportable, que lo empuja en respuesta. Creo que alguien no lleva bien que le vacilen.
— Las cosas siempre pasan por algo. Me caes bien así que bienvenida al grupo.— Se acerca a mi y me abraza cogiéndome desprevenida. Chris no solo es guapo, sonriente y tiene ojazos sino que huele increíblemente bien. Mis mejillas arden por la cercanía y cuando se separa maldigo al tiempo por no paralizarse. La verdad es que no se hasta que punto puedes considerar que te cae bien alguien que conoces desde hace una hora y con la que no has hablado prácticamente, pero me vale.
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Los trillizos R
RandomUn historia demasiado cliché. ¿Qué pasaría si una chica normal y corriente que tiene como hobbie leer se encontrase en la vida real a unos trillizos guapos, ricos y diferentes? Man, David y Christian son tres hermanos muy diferentes pero muy unidos...