Capítulo 4.- Joder

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— ¿Hay algún motivo en especial para haber venido a tu habitación directamente? —  pregunté. 

Chris cerró la puerta y se dejó caer con los brazos cruzados. Sus músculos hacían que la camisa estuviese a punto de estallar. Me encantaría tocar y apretar.  Mierda, seguro que son las hormonas.

— ¿En que piensas Lydia? 

Con las mejillas ardiendo aparté la mirada y me dediqué a observar la habitación. Es mejor desviar el tema que confesar mis deseos sobre su cuerpo.

Tenía una enorme cama mirando a un ventanal que daba al jardín, también una mesa y un par de puertas que no sabía a ciencia cierta a donde llevaban. En el suelo una gran alfombra negra, pero lo que más me llamó la atención es que al lado del ventanal había una pequeña colección de guitarras preciosas y un sillón gris típico de la consulta de un psicólogo. 

—¿Sabes tocar la guitarra? — 

 Cuando estaba cerca de ellos me convertía en la estúpida que hacía preguntas ya respondidas en el ambiente. Aunque él no pareció molestarle sino que asientió y me pasó de largo para sentarse en el sillón mientras cogía una.

— Aprendí cuando era pequeño, Man es experto en baterías y David en guitarras como yo.—  Dijoy pasó el dedo por las cuerdas haciéndola sonar.

David en guitarras. Imaginarme al hermano antipático con una guitarra cantando canciones románticas me hizo sonreír. Man en una batería me parece demasiado sexy

Él comenzó a tocar alguna canción que no me sonaba y yo simplemente intenté que no se me cayera la baba. Paró la melodía y me indicó con la mano que me sentase a su lado, en ese momento mi corazón pasó a estar a mil por hora. Su cercanía, su olor, su presencia... Continúo con lo que estaba haciendo y me permití cerrar los ojos y disfrutar el momento.

No quieras con el corazón tan roto
Si amarte es exigirte no te quiero
Perdóname pero quiero aprender a tocarte y no sé

Tengo mas miedo por ti que por mí, joder
Tengo que aprender a quererme y no a querer

Su mirada conectó con la mía y me perdí en sus ojos azules mientras seguía cantando. El momento fue tan íntimo y tan especial que los dos saltamos del susto al escuchar un carraspeo.

—Venía a decirte que antes de ir al club tenemos que ir a por Max. 

Su cuerpo estaba totalmente apoyado en el umbral de la puerta, tenía el ceño levemente fruncido y los brazos cruzados, una postura que por lo visto le encantaba a los tres. David avanzó lentamente hasta la puerta de su derecha y entró.

— ¡Ladrón! — Gritó su hermano entre sonrisas y no lo capté hasta que salió de ahí con un pantalón de vestir negro. Estoy segura de que levanté las cejas con expresión de sorpresa. 

Solo lo había visto un par de veces y siempre llevaba unos vaqueros negros que le hacían parecer todavía más tipo malo. Mi padre hubiera dicho algo como que de tatuajes parece que ha salido de la cárcel. Y me encantaría responder que no, que es el hijo de algún empresario con pasta y reconocido aunque yo no tuviese ni idea de quién, que ni siquiera me ha interesado buscarlo.

David chasqueó sus dedos y me hizo salir de mi burbuja de pensamientos. Me había quedado pensando mientras miraba su atuendo, genial. Así seguro que le caía mejor. 

— Así que aquí estáis. — Martha entró a la habitación y se tiró en la cama mirándonos. Una sonrisa cómplice se puso en sus labios cuando hicimos contacto visual. — ¿Te apuntas a una fiesta?

Los trillizos RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora