Acabé con unos guantes puestos golpeando un saco con David detrás dándome indicaciones. — ¿Y bien? ¿Hablamos ya?
Me quité los guantes y se los lancé con un poco de fuerza, él arqueó una ceja y suspiró. Me apoyé en la pared, bebí un trago de agua y esperé. David dio unos pasos a mi alrededor, se peinó un par de veces y se giró a mirarme.
—Quiero que me acompañes a un sitio, no puedo explicártelo. Necesito que lo veas.
Yo suspiré de la indignación, después de todo, de la humillación, quería que yo lo acompañase. —Estás loco.
—Lydia, he sido un gilipollas. — Fue lo único que me convenció para no irme, le di la razón asintiendo. — Pero déjame enseñarte porque me he comportado así. Quiero que me conozcas. — Mi corazón reaccionó acelerándose, me maldije a mi misma por caer tan rápido a sus encantos.
—Está bien, voy a subir a cambiarme.
Sin decir nada, salí corriendo escaleras arriba. Cuando entré en la habitación Martha estaba sentada en la cama con el móvil.
—Pensaba que te habían secuestrado.
—Necesito que me dejes ropa y tu ducha. — Ella levantó la vista y se quedó con el ceño fruncido mirándome.
—¿Has hecho ejercicio? — Me encogí de hombros. —¿ Y a dónde vas?
—David quiere enseñarme algo.
Sus ojos se abrieron y una mueca de indignación cruzó sus labios. —¿Enserio? — Casi lo gritó. — Después de la mañana que has tenido por su culpa y por lo mal que se ha portado, ahora vas a ir con él. — Entendí su indignación porque yo me sentía igual, pero la curiosidad me ganaba.
—Tiene una explicación, de verdad. — Ella negó con la cabeza, se rindió y me señaló la puerta del baño antes de dejarse caer en la cama. Genial. Cogí un conjunto de ropa básico y me dirigí al baño a darme una ducha rápida. No quería admitirlo pero estaba nerviosa.
***
Un viaje de media hora después estábamos frente a una clínica de trastornos alimenticios, y yo no supe como relacionar el lugar con su actitud.
—¿Y bien? — Pregunté. Él se acercó a la reja de piedra que cerraba el lugar y tocó el timbre. Pasaron unos minutos hasta que una mujer mayor de pelo rubio, vestida con una bata blanca y que llevaba una carpeta en la mano, se acercó.
—¡David! Bienvenido. —Saludó alegre. Su mirada cayó en mi y me pareció ver un atisbo de sorpresa. —Soy Kate, la directora del centro. — Extendió su mano y la estreché con una sonrisa.
—Ella es Lydia, amiga de la familia.
Mientras avanzábamos hasta la puerta del edificio me fijé en que todo era muy alegre, la fachada era amarilla, los ventanales amplios, tenían plantas y adornos por todos lados, y en la puerta de entrada había un cuadro abstracto de colores. El interior si que parecía más un hospital, había una mesa de recepción, un sofá gigante para esperar, paredes blancas y tonos más fríos.
—Bueno, será mejor que vaya a ayudar. Si me necesitáis estaré por aquí. — Señaló el mostrador y se fue.
Mi mirada se quedó en David con curiosidad, ¿por qué me había traído aquí? ¿por qué le conocían y le daban estas libertades?
—Sígueme.
Obedecí no muy convencida, cruzamos un par de pasillos hasta salir a un jardín. Era muy bonito, todo lleno de plantas, flores de colores, bancos para sentarse, enredaderas y una gran fuente en el centro. David puso el brazo en mi espalda para animarme a avanzar.
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Los trillizos R
RandomUn historia demasiado cliché. ¿Qué pasaría si una chica normal y corriente que tiene como hobbie leer se encontrase en la vida real a unos trillizos guapos, ricos y diferentes? Man, David y Christian son tres hermanos muy diferentes pero muy unidos...