Capítulo 5 - ¿Así..?

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— ¡Chris!

Grité por enésima vez cuando el coche rozaba los 300 km/h. Voy a morir. Chillé aún más cuando dejamos atrás los terrenos de tierra desérticos y entramos a la ciudad.

300.

250.

200.

120.

Suspiré de alivio y me solté del asiento. El corazón si que me iba a 300 km por hora. Chris sonreía y aprovechó que no iba como rayo mcqueen para mirarme.

—  No ha sido para tanto. Pensaba que te gustaban las emociones fuertes.

— ¿Que no ha sido para tanto? Ha sido increíble, nunca he sentido tanta adrenalina.—  Aseguré. Sus ojos estaban fijos en los míos ya que habíamos parado en un semáforo.

—  La velocidad me la pone dura.

Solté un pequeño sonido de sorpresa. Esa no me la esperaba. Mi mirada fue a parar a su entrepierna, un bulto resaltaba en su pantalón negro. Giré la cara y me quedé mirando por la ventanilla con una sonrisa. 

Cuando llegamos me bajé del coche impaciente. Habíamos entrado al local con el coche en un maldito ascensor negro, ¿desde cuando había ascensores para coches?

— Listo.— Aparcó entre varios coches que lucían igual o mejor y nos bajamos. — Hemos sido los primeros en llegar.

No me extraña, pensé pero no lo dije. Unos minutos más tarde una enorme moto negra aceleró hasta nosotros y aparcó a mi lado. Se quitó el casco y pude admirar lo bien que se veía David montado en una moto con una chaqueta de cuero. ¿Quién usa pantalón de vestir con una chaqueta así?

El siguiente coche que entró era un enorme 4x4 negro mate que casi se me cae la baba al verlo. Un lamborghini enorme. Man y Martha acompañados de otro chico bajaron del coche.

El chico tenía los ojos verdes y era muy delgado pero no tan alto como los trillizos. Iba vestido entero de negro excepto unas zapatillas rojas. 

—  Soy Max.—  Saludó estrechando mi mano. Me sonrió de una manera agradable y yo le imité.

— Lydia.

—  ¿Entramos o nos quedamos en el garaje mejor? —  El hermano idiota hizo su quinta aparición genial de la noche. Experto en cargar el ambiente.

Subimos en un ascensor hasta un pasillo rojo que nos llevó a un guardia de seguridad.

—  Señores Rodríguez. —  Saludó y quitó una cadena cubierta por una tela roja dejándonos subir unas escaleras. La música ya se escuchaba bastante y cuando llegamos a la sala casi se me cae la mandíbula de la sorpresa. 

Una sala entera de colores oscuros con algunos sofás y una mesa llena de bebidas en el centro. Había unos balcones que te dejaban ver la pista de la discoteca, e incluso tenían unas cortinas para cerrarlas. Uno de esos balcones tenían una mesa de dj.

— Ahora entiendo porque a los ricos os gusta tanto ir de fiesta. — Solté casi sin pensar. Todas las miradas se centraron en mi pero fue Max quién rompió el silencio con una risa.

—¿Siempre tienes que liarla cuando hablas? ¿Lo haces queriendo? 

Mi mirada entró en contacto con la suya y no sabía si era por la poca iluminación del lugar pero su expresión era ruda e imponía más de lo normal. El momento se suavizó cuando Chris me cogió por los hombros y me hizo asomarme al balcón. La discoteca estaba llena, no cabía ni una sola persona más en la pista.

Los trillizos RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora