Capítulo 3.- Mi nueva vida

62 3 0
                                    

19 de Diciembre

— La primera vez que estuve aquí fue incómodo. — Martha abrió la puerta enorme de madera y me dejó pasar. — ¿No están verdad?

Después de haber estado quedando con ella cada día he aprendí que nuestra mejor manera de comunicarnos eran las miradas, hay algo que nos conectaba. — Están todos fuera, de verdad.

La entrada de la casa estaba como la recordaba aunque había un mueble de madera a la izquierda que estaba lleno de llaves y jarrones, y no lo vi el otro día. La puerta corredera blanca de la derecha se abrió y nos dejó ver a una mujer bajita y que podría ser perfectamente la abuela de los hermanos mirándonos. Tenía el pelo rizado y negro muy corto, su cara estaba llena de arrugas pero sus ojos marrones eran brillosos y le daban una vitalidad que hacía contraste, y además vestía un delantal de flores.o.

—¿Quién es esta chica tan guapa? — preguntó y me sonrió. En sus manos llevaba una cuchara enorme y manchada de algo.

— Es mi amiga Lydia. — La mujer se acercó a mi y me abrazó con cuidado de no mancharme. Al principio me quedé  quieta pero reaccioné a tiempo para devolverle el abrazo.

—Encantada.— Murmuré.

— Pasar a la cocina conmigo, he hecho las galletas que tanto les gustan a mis niños. — Me dió risa el tono que usó para referirse a los hermanos y aunque intenté aguantarme se expandió mi sonrisa. — Ellos pueden crecer y todo lo que quieras pero para mi siempre serán los bebes trillizos de siempre. 

Trillizos. Martha me miró confirmando que yo si había captado ese detalle. Las dos entramos a la cocina a la vez pero mi sorpresa me hizo quedarme de pie justo al entrar. Si yo tuviera que elegir una cocina de ensueño sería esa. 

Por las paredes se extendían muchos armarios blancos de cocina, y todo los electrodomésticos hacían un contraste en negro precioso. En mitad de la cocina había una isla blanca con varios taburetes de color rojo y un enorme plato lleno de galletas. Al fondo una televisión de pantalla plana apagada y un biombo que me tapa las vistas de lo que había más allá.

—Prueba una, te va a gustar. — Dijo Martha a la vez que tomaba una y le daba un bocado. Imité sus movimientos y casi obtuve un orgasmo al morderla. Las galletas estaban rellenas de un chocolate que se derretía dentro de la boca y daba incluso placer.

—Son las mejores galletas que he probado nunca.— Dije totalmente enserio. Nana que ya estaba liada con la comida que preparaba de antes sonrió y me hizo sentirme cómoda en esta casa por primera vez.— ¿Eres la abuela de los trillizos?

Las dos se echaron a reír pero no entendí el motivo. — No hija, yo era muy joven cuando trabajé para la madre de ellos. Cuando nacieron yo llevaba muchos años con la familia y se me encargó  su cuidado hasta que crecieran.

— Aún sigues haciéndolo. — Añadió Martha y sonrió.Tras eso viniveron muchas anécdotas de cuando eran pequeños, la mujer hablaba con tanto amor y ternura que se me derretía el corazón. Cogí otra galleta y me deleité con el sabor, o eso intenté hasta que escuché como la puerta se abría y risas masculinas invadieron el silencio. Dejé la galleta medio mordida en la mesa y miré a Martha lo peor que pude. Ella dijo que no iban a venir

— Hola a todas. — Man fue el primero en entrar, esa vez llevaba un traje azul marino que le quedaba perfecto. Primero le dio un beso en los labios a su novia y casi se me cayó la baba, ellos juntos eran como la pareja perfecta que sale en los anuncios de la televisión, después se acercó a Nana rodeando la mesa y le dio un beso en la frente y por último llegó a mi lado y me lo dio la mejilla. Creo que se me llenó el corazón de ternura. Es el acto más cercano y cariñoso que habíamos tenido, aunque no sea nada de otro mundo si que significaba algo para mi.

Él cogió una galleta y se apoyó en la encimera mientras se la llevaba a la boca.

— Cada vez que como esas galletas es como si tuviese cinco años de nuevo. — Gritó Chris entrando y comiéndose la media galleta que yo había dejado sobre la mesa. 

— ¡Oye! Era mía.— Dije indignada. Con la comida no se juega. Chris sonrió y se sentó a mi lado. Llevaba un pantalón azul y una camisa blanca como la de su hermano pero no sin chaqueta ni corbata.

—Creía que vendríais más tarde.

— Obviamente, sino no hubiera venido Lydia, ¿cierto? — En menos de tres segundos la situación había pasado de ser adorable a incómoda para mi.  Estar cerca de ellos dos no me afectaba, me hacían sentir bien desde el principio. Incluso había charlado con Man alguna vez que vino a recoger a Martha después de nuestras quedadas. El problema empezaba con la persona que acababa de aparecer por la puerta.

— Estáis de reunión y no me invitáis. — David llevaba una camiseta de mangas cortas blanca, que parecían sus favoritas, y un pantalón vaquero negro y roto por algunas partes. En su muñeca un reloj negro que tenía que pesar más o menos lo mismo que yo.  — Soy David.— Estiró la mano hacía mi y me dieron ganas de apretarla hasta partirle los dedos. Mi cara de incredulidad tuvo que ser impresionante. Aún así, con la educación que le faltó a él, yo sí le estreché la mano.

— Que ambiente de paz.— Susurró Nana por lo bajo y parecía un poco enfadada. David se acercó al plato y cogió una galleta, los demás parecían tener una conversación entre ellos pero yo me enfoqué en el hermano imbécil. Su mirada se quedó en la galleta hasta que la volvió a dejar en el plato sin probarla. Creo que soy la única que captó el brillo que duró tan solo un par de segundos en sus ojos. Qué le pasa a ese con la galleta.

— Voy a estar en el gimnasio entrenando— Anunció después de su momento íntimo con la galleta y abrió el frigorífico para sacar una botella de agua. 

— ¿Entrenar?— Pregunté por lo bajo y en el momento que se giró con los ojos fijos en mí me arrepentí. Man se echó a reír y me contagió un poco.

— Es enserio que no tienes ni idea de quienes somos. — Parecía una pregunta pero lo dijo con tanta convicción que no respondí. Abrió la botella de agua y le dio un trago, su nuez se desplazó lentamente y creo que fue mejor porno que cualquier cosa que pudieras encontrar en Internet.

—¿Debería de haber investigado en google?

Ahora que había cerrado la botella y que me miraba de nuevo, sonrió. Sus dientes blancos y perfectos en combinación con sus labios y su mandíbula marcada me dejó embobada. No contestó y no esperaba que lo hiciera, sólo se giró y se fue por detrás del biombo hasta que unos segundos más tarde se escucho una puerta cerrarse.

— Ven conmigo, voy a darte un tour por la casa. Tengo la sensación de que ahora te veremos más por aquí.— Me levanté y miré a Martha pidiéndole permiso con los ojos, al fin y al cabo había ido con ella. Ella me incitó a ir con la cabeza y yo salí de la cocina siguiendo a Chris.


Los trillizos RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora