𝒛𝒆𝒓𝒐

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Tarareo al ritmo de la canción que se escucha a través de mis auriculares, esperando por el autobús y sintiendo el extenuarte sol sobre mi, los rayos traspasan las pocas hojas que aún quedan de los árboles que dan sombra y el viento árido me ahoga...

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Tarareo al ritmo de la canción que se escucha a través de mis auriculares, esperando por el autobús y sintiendo el extenuarte sol sobre mi, los rayos traspasan las pocas hojas que aún quedan de los árboles que dan sombra y el viento árido me ahoga secándome la garganta.

Veo el autobús acercarse con lentitud y espero ansiosa por subir, hasta que se detiene frente a mí, el chofer abre las puertas, mirándome y lo reconozco como todos los años.

— Tan puntual como siempre muchacha. — Me dice y solo le sonrió, sin ganas, haciéndole una reverencia de saludó.

Todos los años siempre soy la primera en subir a las afueras de la ciudad, lugar donde ni siquiera los taxis suelen llegar porque es demasiado lejos y además por qué nadie quiere pagar las altas tarifas que suelen cobrar. Así que tengo que caminar hasta la parada más cercana a mi casa, que queda a casi diez minutos, dependiendo las ganas que tenga de caminar o el cansancio.

Entonces puedo obtener el asiento que quiera al costado que sea en el autobús, pero siempre me he siento segura y cómoda justo detrás del anciano chófer maloliente a cigarrillos, olor que tan temprano por la mañana me hace sentir náuseas sobre todo porque normalmente no suelo desayunar y mi estómago está muy vacío para soportarlo.
Mientras él conduce con lentitud, miro por la pequeña y empañada ventanilla del autobús, el sol madrugador esta elevándose más sobre el cielo despejado, con cada segundo, demostrando que será un caluroso primer día de clases y agradesco llevar la falda del uniforme con medias cortas esta vez.

Nadie se sienta a mi lado, incluso después de que cada vez son menos los asientos vacíos, todos pasan del primer asiento, prefieren quedarse de pie o presionados entre ellos, como si yo tuviera gérmenes o algo parecido que me hiciera ser desagradable de estar cerca, siempre he pensando que podría ser alguna de las razones, pero en realidad es porque el primer asiento es incómodo y pequeño.
Le subo el resto de volumen a mi música ahogando todo el ruido que las personas hacen y siento la relajación invadirme cuando Ateez comienza, uno de mis grupos favoritos, que hace muy poco tiempo he conocido.

Después de estar casi tres minutos detenidos en una parada porque mucha gente suele subir ahí, el autobús comienza a avanzar lentamente unos segundos hasta que se detiene abruptamente.
No alcanzo a sujetarme de ninguna parte, mis rodillas golpean el asiento trasero del chófer y escucho a los pasajeros quejarse cuando me quito los auriculares, la puerta del autobús se abre y alguien sube apresurado con pasos fuertes contra los escalones.

Él chico que sube esta agitado, no puedo verle bien el rostro por más que quiera, por qué tiene la gorra muy abajo por su frente, cubriéndole el rostro. Cuando logra hablar, hace una reverencia muy exagerada y me doy cuenta que, lleva el uniforme escolar de mi escuela, pero estoy segura de que jamás lo he visto, aún que en realidad no conozco a nadie.

— Lo siento, Señor. — Dice volviendo a hacer otra reverencia. — Gracias por esperarme.

— ¡No me detendré la próxima vez muchacho! — El malhumorado hombre vuelve a conducir, está vez más rápido para no atrasar a los pasajeros, por culpa del chico, por ya vamos dos minutos atrasados de lo usual.

  𝘍𝘦𝘦𝘭 𝘴𝘱𝘦𝘤𝘪𝘢𝘭    ||     N. JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora