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— ¿Que es lo que piensas estudiar? — Pregunta después de pensarlo varios minutos.
— ¿Te refieres en la universidad? – Preguntó y él asiente. — Aún estoy considerándolo, pero mi primera opción es especializarme en veterinaria.
— ¿Te gustan los animales?
— Si, me gustan, pero más que eso siento la necesidad de querer cuidarlos y protegerlos de todo, suelo ver seguido gatitos cerca de mi casa y no puedo evitar detenerme a acariciarlos, con dolor de no poder llevarlo conmigo a casa, aveces suelo escabullirme a alimentarlos y además por eso, quiero dejar los alimentos que están hecho a base de ellos, las carnes, los lácteos y todo, quiero salvarlos más que nada en el mundo.
— ¿Enserio? – Su celular suena en su bolsillo y lo saca mientras yo asiento emocionada de contarle sobre mis planes. — Eso es increíble Minying, eres adorable, discúlpame un segundo.
Me sonrojo por sus palabras, pero él no lo nota porque está concentrando mirando su celular y agradezco que no me vea. Miro al rededor mientras él atiende al llamado y bebiendo el batido miro alrededor. Al parecer se trata de Jeno, por qué lo escucho hablar como si fuese un amigo cercano. Las tiendas y el cine aparece en mi visión, la última película que vi fue Tren a Busan, hace ya casi cinco años y la vi sola, no tenía con quien venir y deseaba desesperadamente verla, así que acudí a mi soledad, como siempre. A un lado hay una gran tienda de juegos y las ganas de ir me invaden en segundos, pero no tengo dinero para comprar fichas, desde que jugamos a sacar el muñeco de la máquina, no he dejado de querer volver a jugar y divertirme.
— ¿Quieres ir?
— ¿Que? — Jaemin está de pie señalando un poco con su cabeza hacía donde yo miraba. — ¡ah!, no, solo estaba mirando, además aún no terminamos las preguntas, toma asiento, por favor.
Aún que en estos momentos no se me ocurre nada para preguntarle además de cosas inapropiadas y ridículas, en el buen sentido, prefiero quedarme aquí y matar mis neuronas pensando algo más para conocerlo.
– Juguemos una vez, me gustan esos lugares. — Sigue sonriendo, ¿no se cansa de hacerlo?
Antes de que siquiera pueda responder me arrastra hasta ahí, tomando el vaso del batido que en segundos yace en el basurero y luego toma de mi mano con la suya, acelerándome el corazón, las hormonas y todo mi ser, las manos me tiemblan por su suave toque y intento no sudar de nervios. En mis diecinueve años de edad, nadie jamás había tomado mi mano y me había hecho sentir nerviosa a la vez.
Entramos tomados de la mano y saludamos a los trabajadores mientras nos acercamos a comprar las fichas, no parece querer soltarme y yo tampoco quiero, pero lo hace. Él compra las fichas, no me deja siquiera comprar la mía propia, aún que se que no me alcanzará con el poco dinero que tengo, pero intento de no aprovecharme del suyo, ya que también compro mi batido antes.
