—Tendrás que bajarme el cuarto. —dijo Zachary a su madre una vez adentro de la casa.
—¿Y tu crees que soy tu empleada? ¿te das cuenta que deberás postergar casi un semestre completo en la universidad debido a tu arranque de locura? —respondió ella mientras revisaba que cosas había dentro del bolso que el paramédico le había dado.
Zachary tenía veintidós años, era un chico tan normal como todos los demás, excepto por su inexplicable y radical bipolaridad, no diagnosticada claramente, pero según el era un buen argumento para decir y sentir lo que él quería, cuando quería. Se había mudado de Santiago a la ciudad de Viña del Mar arrancando de la contaminación y el ruido, o eso dijo Karen, su madre. Una mujer alta y de personalidad fuerte, como también con un amor incondicional a su hijo. Supo que Zachary era gay cuando era pequeño, no porque se lo dijera, es mas ellos nunca han tenido "esa conversación" así que más que nada lo supo por intuición materna y con eso basta para ambos.
—¿Ibuprofeno? —preguntó Zach viendo la caja que tenia su madre en la mano.
—Lo único que dan en los hospitales. —respondió ella.
—Tranquila intentare no hacerme adicto, aunque dicen que si lo aspiras por la nariz hace mayor efecto.
—Muy gracioso, ojalá sigas así de gracioso cuando se te acabe el analgésico que te inyectaron en el hospital.
Ambos rieron, pues tenían el mismo humor, y la misma personalidad. El padre de Zach no era un extraño en esta historia, si pensabas que los había abandonado y tendrían el mismo problema cliché de muchas historias la verdad es que no. Eduardo, el padre de Zachary era piloto en una aerolínea internacional y prácticamente vivía volando entre países y países. Zach tenían una buena relación con él, hablaban una vez a la semana, pero todo era superficial, jamás conversaron acerca del porque Zach jamás había llevado a una chica a casa. Sin embargo, todas esas cosas se vieron aún más difíciles de charlar cuando Zach entró a la universidad hace dos años y pues comenzó a explorar y al mismo tiempo a encerrarse en su propio mundo.
Su casa era grande y se ubicaba en uno de los barrios mas particulares de la ciudad. Parecía que cada casa competía con la otra para ver cual sobre salía más, pero Zachary y su madre se habían mudado hace solo dos días, y no tenían interés en competir con nadie. Los muros que separaban los grandes patios traseros entre las casas eran de alrededor de tres metros de altura y de un grosor de más de treinta centímetros ya que la privacidad parecía ser primordial en aquel lugar. Cosa que ratificaba la familia de Aarón.
—¿Viste como los vecinos salieron a mirar, Antonio? Los vecinos nuevos deben haberse llevado la peor impresión de nosotros. —dijo la madre de Aarón a su esposo.
—Tranquila ¿Dónde está? —preguntó el hombre.
—En su cuarto.
Si, la cicatriz en su rostro lucia ridículamente espantosa. Era como si un gusano se arrastrara por su rostro, ondeando cada vez que Aarón movía un músculo facial. Intentó sacarse las costras que quedaban, pero no fue una buena idea, varias gotas de sangre emergieron rápidamente sin parar. Aarón se sacó la polera para parar la hemorragia y entonces entró su padre.
—Antes de que digas algo...
—Aarón —interrumpió él con autoridad, pero con un tono muy suave—. Te das cuenta de lo que hiciste ¿no?
—Viejo...
—Golpeaste a tu compañero de clases y lo dejaste inconsciente.
—No, solo lo golpee una vez y luego lo empujé, lo que provocó que al caerse se golpeara la cabeza y se desmayara, pero despertó.
—No te pases de listo.
—Ah, en serio siempre quedo como el hijo de puta más grande.
—Cuida tu boca cuando hables conmigo.
—Lo siento... —gruñó Aarón.
Si bien la relación con sus padres era muy variada, había algo que Aarón jamás era capaz de hacer, y eso era faltarles el respeto, puesto que sus padres para el lo eran todo, aunque no lo hiciera notar con sus acciones. Su padre Antonio tenia una empresa de servicios de movilización de trabajadores de las grandes empresas de Chile y su madre era enfermera en el hospital de niños de la ciudad. Siempre habían vivido en esa inmensa casa negra de tres pisos con estilo moderno, la cual sin duda era una de las mas grandes del sector. Hacia fiestas de vez en cuando, tenia un buen grupo de amigos y amigas, y había tenido novias, pero no duraban más de tres meses juntos, como también había tenido novios, estos últimos en secreto de sus padres. No era que le avergonzara quien era, mas bien le avergonzaba que sus padres fueran a sentir algún tipo de rechazo hacia él, y era algo con lo que estaba luchando.
—Mira hijo, yo también fui joven, se que no es fácil controlar esos impulsos, pero debes evitar que algo así vuelva a suceder. Agradece que no tenías antecedentes penales porque de ser así, no estarías acá.
—¿Y como se supone que me voy a bañar con esta cosa? —preguntó Aarón mientras aun sujetaba en su rostro la polera parando la hemorragia e ignorando lo que había dicho su padre.
—Son aprueba de agua Aarón, no pensé que me fueras a hacer esa pregunta. —dijo su padre riéndose.
—Si, ríete viejo, ja, ja, ja, muy gracioso.
—Sácate esa polera de la cara y vístete para que tu madre te vea esa herida.
Su padre salió de su cuarto y Aarón optó por cambiarse de ropa. Abrió ambas ventanas para dejar entrar el viento de la media tarde y vio a través de su ventana por primera vez a su vecino. El chico pelirrojo estaba entrando a su habitación, caminaba como un robot debido al yeso en su pierna derecha. Se movía lento y torpe. Aarón lo miró con más atención y entonces Zachary lo notó. Sus miradas se cruzaron. El pelirrojo levantó la mano, pero en vez de saludarlo le mostro el dedo del medio y cerró las cortinas.
—Que mierda...
Alegó Aarón completamente sorprendido por la reacción de su nuevo vecino, aunque debería comenzar a acostumbrarse a que esa no fuera la única vez en la que sus intercambios no fueran mas que gestos obscenos y desagradables.
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De la A a la Z leería tus grietas.
Teen Fiction「Terminada」 Dicen que las grietas del corazón son tan naturales como las del suelo árido. Pero eso no lo sabe Aarón; un chico problema y Zachary; otro chico problema. Dos vecinos jóvenes de veintidós años que jamás se han hablado y que se verán forz...