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Día numero veinte de que su pie se había roto. Zachary se encontraba en la clínica esperando su turno para las curaciones. Llamarón su nombre y entró a la sala donde un doctor y una enfermera estaban listos para proceder.

—¿Cómo te sientes hoy? ¿Alguna molestia?

—Aparte del estar encerrado en mi casa, no, todo super.

—¿No has sentido comezón?

—Solo un poco.

El doctor y la enfermera comenzaron a extraer el yeso y notaron que la herida estaba sanando más rápido de lo que esperaban. Ambos se sorprendieron, aun cuando Zachary no paraba de moverse en su casa, la herida sanaba exitosamente.

Al terminar la curación y de ponerle otro yeso, Zachary tomó un taxi hacia su casa, su madre no había podido acompañarlo por estar trabajando, así que andaba solo. Al bajarse afuera de su hogar, vio al padre de Aarón regando el patio delantero.

—¿Una caída? —preguntó el hombre al ver que Zachary se movía algo robótico hacia la entrada después de bajarse del taxi.

—No, simplemente me gusta vestir yesos. El mes pasado fue en mi brazo. —dijo con ironía tratando de cortar la conversación.

—Oh ya veo, es la moda en Europa.

Al decir eso, Zach soltó una risa, no porque fuera gracioso, sino porque solo había conocido a dos personas que se reían de su sarcasmo e ironía: sus padres.

—Me llamo Antonio... —dijo acercándose a la cerca de arbustos que separaba los patios delanteros de ambas casas. —y si te sorprende mi respuesta, solo te diré que tengo un hijo de tu edad igual de irónico.

—Zachary. —respondió el pelirrojo estirándole la mano en forma de saludo.

—¿Llegaron hace casi un mes? —preguntó el hombre de lentes mientras seguía regando con la manguera.

—Mas o menos, nos vinimos de Santiago.

—El aire es más puro acá.

—Eso nos dijeron. —Zach empezó a retomar su camino hacia dentro de la casa alejándose del hombre. —Un gusto Antonio, y suerte con tu hijo.

—Gracias, dile lo mismo a tu madre.

Zachary entró a su casa y se sentó a ver televisión. Ahora le tocaba ver la quinta temporada de Game of Thrones, ya que avanzaba rápido. La dejó lista para apretar "reproducir" y se fue a preparar algo de comer, ya iban a ser las doce de la tarde así que decidió recalentar un poco de la cena de anoche en el microondas.

De pronto, un ruido. Algo se había caído en su habitación. Puso pausa a su almuerzo y subió a ver qué había sido. Era un cuadro con la foto de él y sus amigos. Gracias a dios no se había roto el vidrio del cuadro, así que lo recogió y vio un papel que envolvía una pequeña roca.

—"Si vamos a seguir con esta guerra, deberíamos poner algunas reglas. La primera es que anotes mi número telefónico 977638888. Eso es todo."

Era obvio de quien era, y con solo mirar por la ventana logró ver que Aarón estaba mirándolo a través del telescopio.

—¡Tenia que asegurarme que lo recibieras! —le gritó Aarón.

—¡Gracias! ¡rompiste mi foto!

—¡Acosador y mentiroso! ¡Cada día me sorprendes más!

Zachary cerró las cortinas, guardó el papel en su bolsillo, y volvió a su cómodo sillón a comer. Una vez terminó, anotó aquel numero en su celular. No estaba desesperado por hablar con su vecino en esos momentos, sino en terminar el capítulo que estaba viendo.

—¡Que te quedes quieto! —dijo la madre de Aarón.

—¡Ya estoy bien! —respondió Aarón.

—No quiero que es cicatriz se quede en tu rostro.

—Ya casi no se ve.

—Pues yo la veo.

—Y yo también.

Interrumpió el padre de Aarón a la discusión de su hijo y su esposa sobre si debía o no seguir aplicando la crema en su rostro. Si bien ya no se veía de lejos, si se notaba el hilo blanco de su ceja hasta el rabillo de su ojo, se había encogido, pero no demasiado. Las uñas largas deberían considerarse un arma blanca, o al menos eso pensó Aarón cuando lo separaron de su compañero de clases. La chica que lo tomó por atrás para separarlo, sin querer entre los tirones de todos, paso a llevar a Aarón en el rostro con sus uñas y dejo aquella cicatriz, no había sido mas que eso. Ahora el motivo por el cual peleó era mas complicado, quizás solo quería golpear a alguien ese día, y el simple hecho de que su compañero le dijera "indio inútil" fue el perfecto desencadenante.

Aarón siembre había sufrido un poco de acoso por los que recién lo conocían. Su piel trigueña destacaba entre todos aquellos de tez blanca a su alrededor, pero aprendió a no tomarle importancia. Al fin y al cabo, no era algo que pudiera cambiar aunque quisiera, sin embargo, fue una de la pequeñas grietas que se fue forjando en su interior.

—Conocí al vecino nuevo.

Aarón rápidamente se giró al ver lo que su padre había dicho.

—Parece un buen chico, debe de tener tu edad, es igual de "amigable" que tú.

—Si por "amigable" te refieres a odioso, sarcástico y respondón, pues estas en lo cierto.

—¿Lo conoces? —preguntó su madre.

—No, ósea si, el otro día hablamos, el me pasó las cosas del buzón.

—Me preguntaba como lo habías hecho. —dijo su padre mientras seguía leyendo el periódico.

—Sobresale, es el único colorín del barrio. —dijo su madre mientras se sentaban a almorzar.

Y si, así era, era el único, el único en muchas cosas. No era como cualquier chico que Aarón hubiera conocido, era diferente y ese diferente era lo que evitaba que Aarón dejara de pensar en él. No era un diferente malo, ni bueno, simplemente era eso, diferente, pero al mimo tiempo tan igual a él.

—Si, sobresale. —respondió Aarón tomando un sorbo de jugo.

De la A a la Z leería tus grietas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora