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Días pasaron, alrededor de cuatro. Daniel volvió a Santiago, pero primero hizo un grupo de WhatsApp entre él, Zach y Camila para seguir al tanto y no perder el contacto. Asi mismo, los mensajes entre Aarón y Zach se hacían tan recurrentes que ya eran cada diez o veinte minutos. Sin embargo, no se habían acercado el uno y el otro, el padre de Aarón solía estar en casa últimamente ya que se había tomado unos días de descanso, y el no sabía del gusto por los chicos que tenía su hijo, así que se limitaban a mensajearse y a hablar atraves del muro de concreto, tal como hoy, excepto por una cosa, una extraña cosa que diría este día Zach.

—¿Recuerdas lo que te dije del abecedario? —preguntó Aarón.

—¿Que estábamos separados por el abecedario completo? —preguntó Zach.

Aarón y Zach estaban apoyados en sus partes respectivas del muro. Aarón fumaba un poco de marihuana y Zach bebía un vaso de cerveza.

—Si, es una analogía perfecta, la "P" seria de "padres", en este caso los míos. —dijo Aarón.

—Ahora el poeta eres tú.

—En serio, Aarón y Zach, creo que además de este muro y la sociedad retrograda, aun debemos lidiar con todas las letras del abecedario.

—Eres un tema ¿lo sabias? —dijo Zach.

—Te gusta este tema...

Ambos rieron.

—La "A" seria de "Acoso" —agregó Zach. —O de Aarón.

Ambos volvieron a reír. Y quedaron en silencio nuevamente.

—¿Qué música escuchas? —preguntó Aarón.

—Lo mismo que la mayoría, un poco de todo.

—Bueno en eso nos distinguimos creo, yo escucho lo que nadie escucha prácticamente...

—¿Cómo que?

Entonces Aarón tomó su teléfono y con un rápido apretón en su pantalla, puso la canción "Babe" de Emeli Sandé, la cual comenzó con la frase "I was lost in the dead of night..." y ambos callaron.

—¿No es muy luego para dedicarme una canción?

—Jamás es demasiado pronto para decir algo atraves de una canción. —respondió Aarón. —"Hold me now, hold me down, hold me always..." —coreó Aarón siguiendo el ritmo de la canción.

Entonces este se levantó mientras aun sonaba la música y se limpió el césped en su pantalón, hoy si estaba completamente vestido. Eran las nueve de la noche y aunque las farolas de ambos patios traseros los iluminaban, era hora de entrar a sus casas.

—Extraño tus labios, aunque solo los probé una vez...

La frase de Aarón hizo que el corazón de Zach se acelerara, y su yo extrovertido y juguetón saliera a flote como si lo hubieran despertado, tal como la primera vez que lo conoció. Soltó la botella de cerveza en su patio, y corrió hacia la cocina en busca de una silla, diciéndole a Aarón que lo esperara, cosa que el hizo aun sin saber que haría el pelirrojo.

Al llegar, Zach puso la silla al lado del muro. Puso un pie arriba de esta y luego se sujetó de lo alto del muró y comenzó a escalarlo hasta llegar a la cima.

—¿Qué mierda haces? ¡Mi viejo está en casa, y mi mamá llegara en cualquier momento! —preguntó Aarón alegando y susurrando moviéndose hacia atrás mientras Zach estaba sentado en lo alto del muro. —Tu pierna idiota...

—Por eso te dije que me esperaras, ayúdame a bajar... —dijo mientras el pelirrojo se peinaba sus cabellos con su mano.

Aarón se rio, y luego tomó una de las sillas de su jardín y la acercó hacia el muro. Se subió a ella y tomó las piernas de Zach con cuidado y lo ayudó a bajar. Ambos quedaron frente a frente sobre la silla en el patio de Aarón. Sus pechos subían y ajaban al ritmo de la canción que seguía sonando y aunque la letra les era fácil de entender, no lograban entender por completo el brillo en los ojos el otro, que hacía que todo dentro de ellos se prendiera como aquel corto de tequila que desembocaba en sus estómagos.

—Mis padres no te pueden ver, bueno mi padre, mi madre esta de turno en el hospital.

—Y mi madre viajó a Rancagua a ver un caso. —respondió Zach.

Sus miradas seguían fijas el uno con el otro. Era fácil leer el ambiente, era fácil saber lo que ambos provocaban en el otro: los calosfríos, los destellos en los ojos, el ardor en su estómago, el nerviosismo, el cálido aire que desprendían sus cuerpos. Pero lo que era aún más fácil de saber, era la claridad que veían en eso, en el estar juntos, una claridad que antes no habían experimentado.

—Aun se ve... —dijo Zach.

—¿Que cosa?

—La cicatriz en tu rostro, de cerca se ve...

—Me veo más rudo con una cicatriz... —respondió Aarón con una mueca graciosa.

—Para mí es una grieta. —dijo Zach pasando su mano por el rostro del chico de ojos verdes

—¿Una grieta?

—Si, seré arquitecto, y si fueras un rascacielos, eso sería una grieta.

—Yo seré médico, y digo que tu estructura ósea es bellísima. —dijo Aarón alivianando el ambiente.

Ambos sonrieron y entraron sigilosamente a la casa mientras Aarón guiaba al pelirrojo de la mano. Notaron que Antonio; el padre, estaba en el living viendo un partido de futbol, así que subieron y entraron al cuarto de Aarón, el cual estaba desordenado el cual como la ultima vez.

—¿No piensas ordenar? —preguntó Zach.

Entonces, después de cerrar la puerta con seguro, Aarón lo tomó de la cintura y lo acercó a él, besándolo apasionadamente. Lento, firme y con deseo.

—¿Para que?, si igual lo vamos a desordenar... —susurró Aarón y Zach sintió el elevado calor de la situación.

Se dejaron llevar. Sus poleras volaron por los aires y cayeron a la cama. Las pecas en el cuerpo de Zach eran fáciles de ver aun con solo la luz de la luna que entraba por las persianas abiertas. Aarón recorrido su piel como un lienzo de tela. La intimidad para ellos antes de hoy se había basado prácticamente en un acto de pura satisfacción, jamás en un acto de compenetración y conexión, y aunque tenían experiencia en lo que hacían, no tenían experiencia en cómo hacerlo ahora. Si bien la situación era familiar, ahora sus corazas; aquellas que habían forjado, se agrietaban y sin querer dejaban escurrir emociones y sentimientos que habían reprimido, y de los cuales temían. Sin embargo ambos cedieron y sucumbieron a lo inexplorado, a aquello que deseaban, a aquello que querían y a aquello en lo que creían.

No podríamos decir que se fundieron con las sabanas. No, mas bien se fundieron el uno con el otro, y se sumergieron en la habitación y sus rincones, y con rincones me refiero al escritorio, las paredes, y el estante del cual varios libros cayeron ante la apasionada acción de los chicos. Los gemidos ahogados y las gotas de sudor en sus cuerpos de mezclaron con tal sinfonía que ninguna canción seria capaz de replicar. Se movían como olas en una tormenta en el centro del océano, y luego como suaves oleadas que acariciaban la arena en las costas.

No se movían como siempre, y eso era lo mejor de todo. Eran los palpitares notorios en sus pechos, la sangre fluyendo raudamente, sus cabellos revueltos y sus cicatrices al descubierto los que les indicaban que no era como siempre. Esta vez no fue un simple acto de satisfacción, fue una compenetración de la cual el extasiado cuerpo no se cansaría, y que se convertiría en una adicción mucho más peligrosa y necesaria que una mera acción de una noche. Esta vez se ratificaba la inexplicable necesidad de creer y querer de ambos.

Sus cuerpos sudados y sus manos entrelazadas reflejaban un acto que terminó con ellos jadeando recostados en la cama, mirando el techo y respirando agitadamente.  Giraron de costado y se miraron a los ojos. Rieron, las risas eran sus palabras en momentos que las palabras no alcanzaban.

De la A a la Z leería tus grietas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora