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—Si tu padre aceptara ese puesto, le garantizarían residencia y seguros de salud y vivienda, además, existe una universidad que imparte arquitectura, las clases en dicha universidad son en inglés y no tendrías problemas, además puedes convalidar casi el ochenta porciento de tu malla curricular, por lo que no perderías casi nada del tiempo invertido acá...

—En el supuesto de que aceptara dicho puesto, la idea es irnos en aproximadamente un mes, así que lo principal es verificar si sus pasaportes están vigentes y simplemente nos llevaríamos ropas, lo demás lo veríamos allá... —agregó su padre.

—¿Me están preguntando? ¿o simplemente es una decisión que ya tomaron? —preguntó con tono seco Zach. —Porque si ya tomaron esa decisión, no tengo mucho que decir, pero si no es así, déjenme agregar; y no estoy enojado, simplemente quiero que escuchen...—se detuvo y miró a ambos. —Tengo amigos acá, tengo una carrera que me encanta, estoy cansado de cambiarme de casa, además acabamos de llegar a esta ciudad, y...

"No les digas de Aarón, no condiciones tu futuro por un chico" fue lo que se repitió en la cabeza Zach.

—Estoy saliendo con alguien.

Sus padres quedaron sorprendidos ante el último dato y se miraron entre ellos.

—¿Y quién es el? —preguntó su padre embozando una sonrisa ladeada en su rostro, haciendo que Zach se alivianara al escuchar a su padre pronunciar el pronombre "el" —Porque para que nos comentes sobre "ese" alguien en tu vida, me indica que debe ser algo que va serio ¿no?

—No lo sé... —respondió Zach. —Simplemente estamos en aquello. —Zach no quería dar más detalles.

—Es una oportunidad de una vez... —agregó su padre cambiando el tema al ver que su hijo no quería seguir hablándolo. —Si rechazo esto seguiremos como siempre, yo viniendo dos o tres veces al año, y ustedes lejos, mi propia familia lejos de mí, y estoy cansado, la verdad estoy muy cansado... —a diferencia de Zach, su padre no temía el mostrar sus sentimientos y era algo que Zach siempre; de alguna forma, deseó llegar a hacer, aunque nunca lo había logrado en plenitud. —Los necesito, a mi mujer, a mi hijo, necesito ver sus rostros cuando vuelva a casa. Ya cumpliré casi cuarenta y cinco años, y no he podido disfrutar con ustedes, y no les culpo, no es así, jamás lo haría, pero necesito poder estar con mi familia, no es mucho pedir ¿o sí? —preguntó su padre con ojos aguados.

Su madre tomó las manos del padre de Zach mientras este se secaba los ojos. La imagen causó algo dentro del chico, y era algo que no había sentido antes: culpa. Aunque su ser racional le repetía a gritos que no era su culpa, el veía el contexto completo, y su sacrificio sería mucho más pequeño que el de su padre durante todos esos años. El cambiarse de un país a otro, no era comparado al no ver a tu familia por más de veinte años. Zach sabía que podía hacer este cambio para ayudar a su familia, aunque eso significara que aquello en lo que quería creer (él y Aarón) no fuera posible de realizarse.

Ya eran las seis de la tarde, y este día Zach no tomó su celular ni para responder mensajes ni atender llamadas, estuvo en su cuarto con las cortinas cerradas analizando todo.

—¿Zachy? —preguntó su padre tocando la puerta y entrando suavemente.

—Pasa, solo estaba descansando...

—Has descansado bastante, ni siquiera bajaste a almorzar.

—No tengo hambre. —respondió el sentándose en la cama a lo que su padre lo siguió.

Estuvieron en silencio unos minutos.

—Tu madre me dijo que te había dicho que no volverían a cambiarse de hogar.

Zach no respondió.

—No te mintió, yo le dije de Holanda cuando tomé el vuelo hacia acá, antes de subir al avión le comenté sobre lo que sucedía.

Zach solo permanecía en silencio escuchando a su padre.

—Las cosas no siempre salen como planeamos, a veces para algunos surgen oportunidades que son para mejor, pero afecta a otros negativamente, es un juego de mierda la vida.

Su padre no era de decir groserías frente a Zach y eso hizo que el chico llevara los ojos hacia el hombre.

—Estoy pensando que talvez no sea tan mala idea... —dijo Zach. —No me malentiendas, no quiero irme, pero no quiero ser un obstáculo en que finalmente puedas estar con nosotros.

—Aun así, siento que me reprocharas el irte si no quieres hacerlo, y no es algo con lo que quiero cargar. —respondió su padre.

—Quizás sea la forma correcta de crecer como un rascacielos.

Su padre soltó una pequeña risa.

—¿Cómo las personas no? Aun te acuerdas...

—Siempre lo recuerdo.

—Tu madre también me contó sobre su intervención.

—Una intervención con poca persuasión, pero soy arquitecto puedo entenderla fácilmente...como las grietas. —lo último lo susurró.

—Las grietas... —murmuró su padre.

—No, nada. —intervino rápidamente Zach.

—¿A cuáles te refieres? ¿a la de los edificios o las de las personas? —preguntó su padre ignorando la evasión de Zach. —Porque si me preguntas a mí, son muy distintas. Los edificios no las necesitan, las personas sí.

—¿Cómo es eso? —preguntó intrigado Zach.

—Los edificios se rompen con las grietas, no muestra nada de ellos además de una falla en su estructura y un posible derrumbe, estamos hablando de analogías, pero las personas... —él suspiró estirando sus hombros hacia atrás. —Las personas somos distintas, las grietas son aperturas, no son buenas o malas, simplemente son eso, aperturas que dejan escapar las emociones y sentimientos, sin ellas nos ahogaríamos en odio, dolor, culpa, alegría o amor, pues somos como un recipiente, es por ello que las grietas en las personas existen, es por donde salen nuestras emociones y sentimientos, quizás no siempre sea bueno, pero como dije, de no existir podríamos terminar ahogándonos o peor aun explotando imprevistamente, al menos es así como yo lo veo...

—Grietas ¿no?

—Grietas en todo nuestro ser, en nuestro cuerpo, nuestro espíritu, en nuestra mente, todo está lleno de grietas, para muchos errores y algo de que avergonzarse, pero desde mi punto de vista, son puntos donde se libera nuestro yo interior, donde se refleja lo que somos realmente.

Las palabras de su padre calaron profundo en Zach, tan profundo que se conmovió. Lo que dijo era exactamente lo que necesitaba dejar claro en su cabeza. La coraza que Zach tenía (al igual que Aarón) era la superficie que se estaba agrietando, era la superficie que con cada grieta dejaba salir algo de sus emociones y sentimientos. Si bien para Zach las grietas eran otra cosa desde el punto de vista de la arquitectura, ahora también tenían otro significado como persona, y no era algo de lo que avergonzarse, su padre no se avergonzaba de las suyas.
Zach al fin y al cabo solo quería crecer como un rascacielos, y talvez aquellas grietas que él no dejaba que se formaran, eran por qué no podía lograrlo.

De la A a la Z leería tus grietas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora