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Era viernes por la noche, pasado las una de la mañana. Aaron estaba acostado, escuchando una de las tantas canciones que nadie conocía, y que a el le encantaba, ya que la melodía suave y armoniosa que tenía le ayudaba a dormir. La situación entre él y Zach se hacía cada vez más difícil de interpretar, era obvio que ambos querían hablarse, pero no encontraban la forma de hacerlo que no fuera a través de bromas y actitudes sarcásticas e irónicas. Solo recordar aquel día en el que conversaron con el muro entre ellos hacía una corriente erizara todo su cuerpo. Quizás Zach era como él, quizás necesitaba mirar a las personas para poder hablarles tranquilamente. Además, Zach aun no respondía a su mensaje de invitación a su fiesta del día siguiente.

—Qué asco... —dijo tapándose la cara con una almohada y gritando en ella.

Cuando se la sacó del rostro, los audífonos salieron disparados de sus orejas y este hizo un pequeño gesto de molestia. Se sentó en su cama y simplemente se quedó ahí. Realmente no sabía que era lo que quería, que era lo que realmente quería. Quizás sentir algo por alguien, o solamente un amigo más.

—No... —susurró al considerar la última opción.

Aarón ya no quería más amigos, ya tenía suficientes, pero tampoco quería un novio, no quería ni siquiera algo serio, pero tampoco quería algo momentáneo. Aarón reamente no tenia idea que era lo que quería. Simplemente sabia que quería algo, y ese algo debía de alguna forma involucrar al pelirrojo.

Se levantó y abrió las persianas. Zach estaba sentado en el marco de su ventana, con las luces de su habitación apagadas, fumando un cigarro. Aarón como de costumbre no llevaba polera, y Zach solo estaba con una polera manga corta y boxers. Ambos se miraron y ninguno dijo nada, en parte porque para hablar de ventana a ventana debían gritarse, y otra porque no sabían que decir que no fuera en tono de broma.

Aarón, cuyos ojos verdes brillaban aún más cuando sacó su celular y le escribió un mensaje a Zach, se apoyó con ambos codos en su ventana, con el celular entre sus manos.

—¿Vendrás mañana?

Zach vio como su celular brilló por la notificación y lo tomó.

—No lo se, aun debo permanecer quieto por mi pierna. —respondió.

—Sera algo tranquilo, solo un par de amigos, no puedo hacer mucho escandalo por tu ya sabes qué.

—Tu tobillera.

—Exacto, mis padres irán a una cena en Santiago y volverán el domingo, así que tendré la casa para hacer algo pequeño.

Zach encendió otro cigarro sabor mora y luego respondió.

—¿Puedo llevar a algunos amigos? No quiero estar dando vueltas como idiota sin conocer a nadie.

—Si eso garantiza que vendrás, pues obvio. —escribió Aarón insertando un emoticón de un corazón negro.

—¿A que hora mañana? —preguntó Zach.

Aarón embozó una sonrisa.

—A las diez.

—Entonces nos vemos a las 11.

Aarón rio y Zach lo escuchó inclusive en su ventana.

Zach apagó su cigarro y cerró las cortinas, pero antes miró a Aarón. En todas las veces que habían hablado, esta era la primera vez en que ambos sentían eso, ese pequeño ardor en la boca de su estómago, y no, no eran mariposas, después de todo lo que ambos habían experimentado en sus cortas vidas, las mariposas estaban descartadas, este era un ardor, como aquel producido por un corto de tequila que viaja raudamente hasta el estómago, ese fue el ardor que ambos sintieron.

Zach se acostó y la voz de su madre nuevamente pasó por su cabeza "Pareciera que el infierno no es lo que buscas" y el pelirrojo cerró los ojos, como si haciendo eso dejaría de escuchar a su madre. Quien, en este preciso momento tenía razón, Zach no buscaba el infierno, pero era a lo único que conocía, alcohol y lujuria a esa pronta edad en su vida era un camino familiar, y si mal no recordaba, era eso lo que predominaba en el infierno.

Se encontraba cansado, y la soledad que había sentido hace unos días era señal de ese cansancio, un cansancio de no tener nada, nada en lo que creer, Zach; tal como había dicho su madre, tenía buenos cimientos, pero no crecía como un rascacielos, no porque no pudieran, sino porque no creía en nada, ni siquiera creía que hubiera algo mas que el infierno, y Aarón no quería nada, pero al mismo tiempo quería algo. Estábamos en la encrucijada de un chico que no cree en nada, pero necesita creer en algo, y en otro que piensa no quiere nada, pero quiere algo. Y aunque suene fastidioso y difícil de entender, hay algo en común entre ellos: no tienen idea que el creer y el querer que buscan, podrían encontrarlo en el otro.

De la A a la Z leería tus grietas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora