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Narra Ae

Separé mis labios de los de Pete al sentir como mi herida me ardía un poco, la tenía que curar antes de que se infectara.

—¿E-estás bien Ae?-preguntó Pete.
—Lo estoy, solo tengo que curar la herida sino se infectará.

Pete observó su ropa, y esta estaba un poco manchada de mí sangre, luego su mirada volvió a mi herida. Se quito su saco beige y me lo dió.

—Ponte esto en la herida. Ya vengo, intentaré no tardar.

El se paró dispuesto a irse, pero lo agarré de la mano para después levantarme también.

—¿A dónde vas...?
—No hay nadie en casa, he pensado ir al pueblo a comprar vendas y unas medicinas.

Negué con la cabeza. Lo solté de la mano y me acomodé el saco de una manera en la cual cubriera solo mi herida. Lo volví a tomar de la mano sin decir nada y encaminamos fuera del bosque.

—¿Porqué vamos a mi casa Ae? No hay nadie.-dijo Pete.
—Tu Abuela suele ser olvidadiza así que siempre deja una llaves escondidas en una maceta.
—Oh...

Mientras íbamos camino a su casa, nos pusimos a platicar sobre como había llegado hasta aquí, también me explico razones de porque no se había podido comunicar conmigo. Vi como sus ojos se cristalizaban al recordar todo eso, quería abrazarlo pero el dijo que no por mi herida.

>>Te sigues preocupando por mi antes de ti pequeño...<<

Bueno... ya ni tan pequeño. El ya era más alto, casi de mi altura. Sinceramente no pude diferenciar mucho cuales habían sido sus cambios, yo lo seguía viendo como el niño de 7 años que me enamoré.

Pero, algo que tengo que admitir, es que cuando el celular de Pete se cayó de su bolsillo y me incliné para recogerlo, no pude evitar que mis ojos captaran su enorme trasero. En ese momento tuve que desviar mi vista y mirar hacia el celular.

—Listo, entra, yo meteré tus maletas.-dije.
—Gracias Ae pero prefiero entrar contigo...

Sonreí al ver como se aferraba a mi brazo desocupado, ya que el otro cargaba su maleta. Al entrar, cerré la puerta y junto a Pete nos dirigimos a su cuarto. Cuando Pete entró, pude ver como una sonrisa se formaba en su rostro. Su cuarto seguía igual desde que se fue, solamente que estaba limpio (algo de lo que yo me había encargado) y en una esquina, habían 7 peluches diferentes.

—¿Y estos peluches?-me preguntó.
—¿Cuántos años te fuiste Pete?
—7 años...
—Entonces cada uno significa un aniversario perdido.

Pete me volteó a ver y me abrazó cuidadosamente, podía sentir mi hombro mojarse. Sus lágrimas ya eran presentes.

—Desde que te fuiste, lo menos que he hecho es haber pensado en que te fuiste. Tu me prometiste que volverías y nunca dudé que regresarías. Te extrañe...

Pete se apartó del abrazo y depositó un beso en mi mejilla.

—Yo también te extrañe Ae, pero lo que importa ahora es curar tu herida. Te puedes bañar en mi habitación, yo iré a la de Can a bañarme.

Asentí y vi como torpemente buscó ropa en su maleta, y salió del cuarto. Di un gran suspiro y entre al baño.
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—¡Mierda Pete! ¡Cuidado!
—¿Qué quieres que haga? Te mueves demasiado y no me dejas curarte bien.

Pete y yo nos encontramos en su habitación, yo sentado en una silla literalmente vieja, y el se encuentra hincado enfrente de mi curando mi herida. Mis dientes se aferran a mis labios como si dependieran de ellos, sentir como la sábila fría recorre mi herida me manda escalofríos por todo mi cuerpo.

𝚃𝚄 𝙼𝙸𝚁𝙰𝙳𝙰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora