(Recomiendo encarecidamente que escuchéis esta canción mientras leéis el capítulo, espero que os guste.)
Llegó el viernes, ese día que yo esperaba como agua de mayo, ese día con el que llevaba soñando durante años y años. Tenía miedo, pero, a estas alturas de la vida, ¿quién no ha tenido miedo alguna vez? Me sentía atolondrada, agobiada y demasiado nerviosa. Óscar me llamó para concretar la hora de nuestra salida y no me creía que aquello me estuviera sucediendo de verdad. Quedamos en que vendría a recogerme a mi casa a las nueve, ya que tenía una sorpresa para mí. Llamé a mi mejor amiga, que vino a mi casa para ayudarme, siempre agradeceré su inestimable ayuda, sus cursos de maquillaje y sus consejos sobre moda. Me ayudó a elegir la ropa, me maquilló con discreción y a eso de las ocho y media, me dejó sola, ya que mis padres no estaban en casa. Me senté en la silla de mi escritorio y me puse a dar vueltas a un sobre que tenía entre las manos, tenía miedo de entregarle aquella muestra de sentimientos, ¿y si se reía de mí por expresar sentimientos tan relevantes en unos cuantos versos? Le había escrito un poema, uno de esos poemas que no desaparecen ni con el tiempo ni con la distancia, uno de esos poemas que se te enquistan en el alma y se te camuflan en el corazón, un poema que no olvidaría jamás, estaba segura. Lo metí en mi bolso; se lo daría. Al cabo de un rato, alguien llamó al timbre, me empezaron a temblar las piernas y no podía asegurar que me mantendría en pie durante toda la noche. Me miré al espejo que tenía en mi habitación cuando me levanté y tras darme el visto bueno, fui a abrir la puerta. Estaba guapísimo, tenía unos vaqueros ajustados y oscuros, unas botas marrones y un abrigo azul marino, se había puesto una bufanda preciosa y un tierno gorro que hacía que su cara se viera aún más preciosa; el invierno había caído sobre nuestro hermoso pueblo y yo estaba encantada con aquello. Así, ese veintidós de de noviembre, después de todo, estábamos allí, juntos. Viviendo, sonriendo, amando y siendo nosotros mismos en los brazos del otro y éramos eternos en aquel momento, deseaba que durara una eternidad. Me sonrió en cuanto abrí la puerta y me miró de arriba a abajo. Yo no había querido arreglarme mucho porque no tenía ni la más remota idea de qué sorpresa me tenía preparada, pero quería sorprenderlo a pesar de que ya apenas tenía motivos para hacerlo. Me puse un vestido de color violeta, unos botines negros, unas medias del mismo color y un abrigo negro. Llevaba también una bufanda lila y el pelo liso. Óscar no podía parar de sonreír, pero durante un momento me miró seriamente a los ojos y me dijo:
— Preciosa, como siempre. — Yo me sonrojé, porque aunque sabía que iba a hacer ese comentario, siempre me afectaba demasiado todo lo que dijera hacia mi persona.
— Gracias, tú también estás guapo. — Y su sonrisa se amplió todavía más. Me hizo un gesto con la cabeza como para preguntarme si nos íbamos y yo asentí risueña y demasiado nerviosa como para hablar.Estuvimos un buen rato en silencio, andando por la calle como dos amigos normales y corrientes, pero ambos sabíamos que esas miradas que se cruzaban entre nosotros no eran miradas de amistad, eran miradas desesperadas por un beso, por un abrazo, por un mínimo contacto que nos camelara el alma. Él intentó hablar en más de una ocasión, pero creo que no me equivoco si digo que él estaba tan o incluso más nervioso que yo. Finalmente fui yo quien lo hizo, comencé una conversación trivial para romper el hielo y noté cómo él respiraba aliviado. Anduvimos durante unos treinta minutos y yo ya no sabía dónde nos encontrábamos, nuestro pueblo estaba rodeado por naturaleza casi por completo y había demasiados senderos que no conocía. Al cabo de un rato, paramos, estábamos en mitad de un bosque de encinas y era noche cerrada. Me miró serio y me pidió que le diera la mano y que cerrara los ojos, yo lo miré atemorizada pero accedí. Estuvimos andando durante unos minutos y después escuché el sonido de agua corriendo. Me pidió que abriera los ojos y me encontré con un paisaje especial y maravilloso; era un descampado, justo al final del bosque, desde donde se veían todas las estrellas del firmamento; la naturaleza me embriagaba y me dejaba sin respiración. Él me miraba, me miraba como yo miraba a todas aquellas estrellas que me rodeaban, me miraba como si yo fuera la única estrella de su universo. Frente a mí había un río que cruzaba el paisaje por completo y todo aquello era demasiado especial como para que estuviera jugando conmigo; en ese momento, todas mis dudas se disiparon, todas mis inseguridades se desvanecieron y lo sentí mío; y me sentí tan de él que aquello era increíble. Estaba demasiado asombrada como para decir algo. Lo miré a los ojos, esos preciosos ojos claros que me volvían loca y lo abracé, huyendo de mi vergüenza, de mis complejos y de todo lo que me separaba de él; porque quería sentirlo conmigo, quería que fuera eterno a mi lado, quería que no nos quedáramos en un intento, sino que fuéramos un final feliz y una vida interminable. Nos separamos a los pocos minutos, pero estoy segura de que habría estado abrazándolo toda una vida.
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¡Hey tú! ¡Chico popular!
Short Story- ¡¿Puedes parar de ignorarme y decirme de una vez lo que me tengas que decir?! ¡No entiendo las "indirectas" esas que me sueltas! - gritó él haciendo comillas con los dedos. - ¿Cómo puedes ser tan inteligente para unas cosas y tan estúpido para ot...