Capítulo 17

2.4K 189 265
                                    

—Lo vi hace un par de días con un puñado de pastillas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Lo vi hace un par de días con un puñado de pastillas.

—Yo lo vi pasándose dinero con un hombre mayor y con sombrero.

—¿Sí? Porque yo escuché que ahora era parte de una mafia.

Puse los ojos en blanco y aceleré el paso. De un día a otro Boris se había vuelto el centro de atención de todo el colegio. Solía pensar que a la mayoría ni le importaba, que lo veían, lo respetaban, y pasaban de largo para no tener ningún tipo de problema que pudiese llevarse a mayores, pero ahora lo único que escuchaba era sus nombres, hasta cuando iba al baño había chicas que cuchicheaban sobre él. Las personas solían abstenerse de decir su nombre cuando yo estaba cerca, porque la noticia de nuestro rompimiento se había vuelto dominio público, y tenían un mínimo de respeto por la situación y por mí, entonces callaban, pero ahora parecía no importarles. Este chisme era más grande que cualquier rastro de moral que alguna vez hubiesen tenido. Si tenía que hablarse de Boris Pavlikovsky en voz alta, se haría sin pena alguna, porque ahora ya no estaba entre el alumnado para escucharlo, y podían permitírselo.

Parte de ello me parecía estúpido. La mayor parte de su periodo estudiantil —terminado a la fuerza por él mismo— le había vendido drogas a la mitad del cuerpo estudiantil y me atrevo a decir que hasta a algunos profesores, y ahora se volvía el chisme de la vida.

Era ridículo.

Metí la cabeza en mi casillero. El día había sido bastante largo, y ahora que estaba en medio de mi etapa de superación, lo último que quería era escuchar su nombre por donde sea que vaya. Quería escapar de la realidad, abrir un portal a cualquier lugar del mundo, aun si ese fuese en medio de la Antártida, o el fondo del océano, en una habitación del Titanic. Prefería estar muerta a seguir tragándome esos gritos que quería proferir hasta que mi garganta protestase y mis cuerdas vocales se tensaran hasta romperse.

—¿Hope? —Francis apareció a mi lado, cargando su bolso lleno de cuadernos en su hombro derecho y con una media sonrisa tranquilizadora—. ¿Te encuentras bien?

Me tragué el sollozo desesperado que se estaba abriendo paso pro mi garganta y asentí pesadamente: —Preocupada.

—¿Por lo de Kotku?

Volví a asentir. Cuando había ido a acusarme de agredirla físicamente, el director no le había creído, y no lo culpo, nadie lo habría hecho. Me llamaron a su oficina, pero cuando llegué y ella me observó con sus ojos verdes tóxicos despertó en mí un asco increíblemente fuerte que decidí que iba a jugar a tener memoria a corto plazo y encogerme de hombros. Negué todo como una cobarde y me retiré triunfante después de escuchar la reprimenda que le dio el director a Kotku por mentir.

No me sentí mal.

Se lo merecía. Además, yo no le había dicho a nadie aparte de Boris de nuestro bonito encuentro en el baño, y no iba a hacerlo, porque era una razón más para manchar mi impecable boletín. Tener un récord así de limpio como el mío llevaba tiempo, dedicación y, por supuesto, una sonrisa inocente en el rostro, cosa que yo tenía, y era un privilegio. No tenía que dar ninguna explicación porque los maestros me "conocían" y sabían que yo no haría nada parecido.

Sinner | Boris PavlikovskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora