Capítulo 6

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Las cristalinas gotas de agua que escurrían de su cabello resbalaban por el puente de su nariz y aterrizaban en su pecho desnudo, y mientras yo observaba su trayectoria, hipnotizada, él miraba mi rostro sin vergüenza, como si estudiase cada milíme...

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Las cristalinas gotas de agua que escurrían de su cabello resbalaban por el puente de su nariz y aterrizaban en su pecho desnudo, y mientras yo observaba su trayectoria, hipnotizada, él miraba mi rostro sin vergüenza, como si estudiase cada milímetro de ella.

Empapados aún, y estirados en el pavimento tratando de que el aire caliente de desierto nos secara, observábamos el cielo infinito, que se había convertido en una variación de tonos naranjas y azulados. La noche amenazaba con cernirse sobre nosotros, y de seguro mi madre estaba colgando el teléfono después de hablar con la policía.

Me incorporé en mi lugar, sentándome con las piernas cruzadas y le di la cara a Boris: —Tengo que irme.

—No tienes.

—Sí tengo —reí negando con la cabeza—. Mañana hay escuela...

—Y una mierda —bufó y agitó una mano, restándole importancia—. Eres demasiado inteligente para la escuela, no la necesitas.

—Claro que sí.

Boris negó con la cabeza y sonrió, pasando su mirada instintivamente por el resto de mi anatomía. Ya se había burlado de las figuritas de mi ropa interior hace un rato, no podía creer que tenía la necesidad de seguir haciéndolo.

—¿Qué puedo hacer para que te quedes? —preguntó haciendo un puchero. Era como un niño pequeño un segundo, pero cuando parpadeabas, inmediatamente se convertía en un adulto.

—Creo que no mucho —sonreí yo. La velada había sido excelente, y me había divertido. Pasar el día con Boris podía convertirse fácilmente en un hobby. Me gustaba que jamás se callaba, porque así no tenía que esforzarme por sacar un tema de conversación, y cuando hablaba, tenía algo interesante que decir.

—¿Estás segura?

Entonces se incorporó y se inclinó hacia mí.

Mis sentidos se volvieron nulos como cuando la niebla baja para cubrir el camino en la noche, y tan solo puedes ver el reflejo de las farolas de los autos a lo lejos. Me obligué a mí misma a retroceder, porque me prometí no hacer nada cuando mi cerebro era un nudo, pero no iba a servir de nada. Boris sabía que era débil, y que lo deseaba tanto como él a mí, e iba a aprovecharlo, era obvio.

Cuando su rostro estuvo lo suficiente cerca como para contar cada pestaña que poseía, me llegó el olor a cloro que emanaba su cuerpo, el mismo que tenía yo, y el aroma a cigarrillos que aparentemente se había vuelto natural en él.

No lo conocía nada, pero era solamente un beso, no significaba que nos íbamos a casar, podía saltarme las reglas de la decencia por una vez en mi vida ¿no?

De todas maneras, presentía que ya lo había hecho.

Observé sus labios, rojos y apetitosos, como una de las manzanas que tanto me había dicho que le gustaban, y sus ojos, brillantes, que no se despegaban de los míos.

Sinner | Boris PavlikovskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora