Capítulo 1

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Ya lo había visto antes

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Ya lo había visto antes.

Alto, delgado, mejillas hundidas, cabello largo, negro como el carbón y muy sucio. Siempre olía a cigarrillos y vodka.

Era la sensación en el colegio. Les vendía drogas a los chicos mayores, se emborrachaba en los baños de la institución y aun así se las apañaba para pasar el año lectivo.

Siempre de la mano de una chica muy delgada, callada, temerosa. Con un cardenal bajo el ojo derecho.

Era amigo de muchos adultos, a los cuales la mayoría temían, y llevaba siempre un gran fajo de dinero en el bolsillo.

Pero estaba hasta el cuello de problemas, y justo cuando pensé que no podría tener más, me convertí en uno de ellos.

Sufría.

¿Cómo lo sabía?

Yo era su sombra.

Por alguna razón siempre estaba cerca. Me sentaba tras de él, y teníamos la mayoría de clases juntos, y aunque a veces ni siquiera asistía, las veces que lo hacía yo estaba ahí. Lo veía en la cafetería, los recesos, y en el parqueadero, cuando fumaba el porro que hizo en clase de algebra y se guardó en el elástico de su ropa interior. Lo veía robando en el supermercado y bebiendo cerveza, parado en medio de la calle bajo el sol abrazador, solitario y triste, mientras se lamentaba la partida de su pequeño amigo rubio, a quien había conocido, pero no había impactado en mí de la misma manera que él.

El tiempo que estuvo con Theo, no lo vi tan a menudo, pero cuando este se fue, volvimos a nuestra rutina, y yo continuaba observándolo cautelosamente mientras él me ignoraba y vivía al cien por ciento su vida.

Y es por esto que no fue ninguna sorpresa cuando me lo encontré tambaleándose bajo el cielo oscuro de Las Vegas, una noche de escuela, con un cigarrillo nuevo incrustado en su cabello y una botella medio vacía de vodka en la mano derecha.

Parecía un zombi, meciéndose salvajemente por la calle, borracho y perdido, porque estaba fuera de mi casa, y no era mi vecino.

Y gracias al cielo que exactamente en aquel momento había decidido acercarme a la ventana.

Pero no importaba ya. ¿Qué iba a hacer? No era de mi incumbencia, y si trataba de ayudarlo recibiría un insulto, ¿qué más daba?

Hasta que lo vi caerse de bruces al suelo.

Impactó con una palmada y pude escuchar la grava crujir bajo su peso. La botella se estrelló contra el pavimento y estalló en mil pedazos, dejando salir su contenido. Pensé, se va a levantar y va a seguir con su rumbo, pero después de unos minutos seguía acostado, con el cabello enmarañado y oscuro como la noche misma esparcido en el suelo, ahora empapado de vodka.

Mamá y papá no estaban, pues esa misma noche habían salido a celebrar su aniversario, y yo estaba en casa con Kiara, la cachorra de mamá, una mezcla de puddle y maltesse que habían escogido exactamente porque no dejaba pelo en todas partes y podía tenerla en el sofá justo como lo hacía yo en aquel momento. Estaba leyendo un aburrido libro que habían dejado de tarea, y ni siquiera me había molestado en leer el título, porque en realidad no estaba prestando atención a lo que hacía, sino en cuantos segundos pasaban, y él no se levantaba.

Sinner | Boris PavlikovskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora