Capítulo 3

6.2K 453 842
                                    

Las clases de biología siempre habían sido mis favoritas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las clases de biología siempre habían sido mis favoritas. El maestro se llamaba Terry, y sus métodos de enseñanza eran los mejores que un maestro pudiese tener. Hacía que la sangre dejase de ser asquerosa o que diese miedo, y la volvía interesante. Glóbulos blancos, rojos, plaquetas, hemoglobina, bazos, venas, arterias...
Todo aquel mundo parecía muchísimo más genial si salía de la boca de Terry.

Pero por alguna razón no me veía interesada en aquella. Mi mente estaba en otro lugar, flotando en el vacío, acariciando el infinito, saludando al resto de mentes distraídas que vagaban en el mismo lugar.

Pensaba en Ucrania y como se vería la luna desde allí; una cara diferente. Pensaba en Rusia y en el olor de su aire, y en Australia y las quemaduras que dejaría su sol. Pensaba en cuantas letras tenía el apellido Pavlikovsky y me preguntaba si cuando lo decía, habría alguien que le pidiese que lo deletreara. Pensaba en pecas, rizos y vodka ruso con etiquetas color azul, cerveza ucraniana y minas. Pensaba en rasguños, cardenales, sangre y un apetito voraz.

Boris, quien se sentaba dos lugares tras de mí y me observaba fijamente, como si tuviese algo suyo que no le hubiese devuelto.

Tenía muchas ganas de voltearme y sonreírle, pero al mismo tiempo hacerle una seña para preguntarle qué era lo que quería y que dejase de mirarme.

Quería prestarle atención, pero me era imposible. Escuchaba sus suaves bufidos y gruñidos de desesperación. Era más que obvio que no le gustaba el colegio, más que nada la educación: lo había escuchado despotricar contra el sistema que utilizaba América y lo poco que se parecía a la que él había recibido en algún lugar de Europa. Pero sabía que la materia que menos toleraba en aquella cárcel era biología, anatomía y todo lo que tuviese que ver con ciencias y vida. Sin embargo, le gustaba mucho historia, el derecho y todo lo que le permitiese armar un escándalo por la cultura americana y todo lo que le precedía.

—Hey —estaba susurrando, pero lo ignoré, a sabiendas de que aquel susurro no era para mí—. ¡Hey! ¡Devushka!

Su acento marcado —con su peculiar manera de rodar las eres, como si hablase español, pero acompañado con el gutural vibrar de su garganta— hizo que un escalofrío subiese por mi espalda.

¿Por qué lo encontraba más atrayente cuando hablaba?

Había algo sensual en como murmuraba las palabras y pronunciaba sus extranjerismos cuando hablaba demasiado rápido como para ponerse a pensar en el término en inglés, y no sabía exactamente qué era, solo sabía que me agradaba.

Volteé lentamente, alejando mi esponjado cabello de mi rostro para poder observarlo.

Me miraba con ojos soñolientos y una sonrisa boba en el rostro, como si se burlara de mí. Atrajo la atención de algunos chicos, que después de analizarme un par de segundos volvieron a enfocarse en la pizarra, ¿por qué iban a desperdiciar su tiempo en la única chica de la clase que no compartía chismes con el resto, aun teniendo entre sus garras el más jugoso de los cuentos?

Sinner | Boris PavlikovskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora