Los Heraldos de Topiltzin

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—Te prometo que valdrá la caminata, solo tienes que confiar en mí. —Aseguró Víctor, animando a Marina a continuar la cuesta arriba que los dirigía al parque. La chica venía de una ciudad que estaba apenas a treinta y cuatro metros sobre el nivel del mar, subir una cuesta con su deplorable estado físico y en un lugar que sobrepasaba los dos mil seiscientos metros era una de las cosas más locas que había accedido a hacer en esos últimos días.

El día anterior había aprendido, por las malas, que la regla de oro para pasear en Toluca era siempre llevar un paraguas a la mano, una de las cosas más hermosas de la ciudad eran sus chaparrones inesperados, justo como el que se avecinaba a mitad de camino, pero tanto ella como su acompañante decidieron ignorarlo, apenas eran unas cuantas gotas de lluvia y seguramente se irían pronto. El suelo empedrado se humedeció de inmediato, lo cual dificultó la subida de manera importante, las zapatillas de Marina no ayudaban al cometido y mucho menos el terreno, esto fue más evidente cuando a pocos metros de la entrada a Matlazincas, ella resbaló; pero Víctor apretó el agarre de sus manos y se giró a verla para asegurarse de que no le había sucedido nada.

—¿Estás bien? —Marina asintió ligeramente avergonzada y él sonrió para tranquilizarla—. Si tú caes, yo caigo contigo.

Seis palabras fueron las que derritieron su corazón por completo, la hicieron sentirse apoyada, amada, completa, y en su estómago se dispersaron las mariposas que habían estado hibernando desde que vio por primera vez a Víctor, podía jurar que si habría la boca estas saldrían volando sin ningún problema. Finalmente llegaron a Matlazincas, Marina pensó en que no se parecía a nada que hubiera visto antes, pero si tuviera que compararlo con algo, sería una versión mexicanizada de los bosques de Forks, incluso llegó a pensar que en cualquier momento Víctor se levantaría el suéter y dejaría que la luz diurna tocase su piel, mostrándole su brillo, "la piel de un asesino".

Tuvieron que abrir los paraguas que ella llevaba en la mochila, Diana insistió en que se llevara los dos y así lo hizo, cosa que sirvió mucho mientras caminaban por el lugar y conversaban, él buscaba un punto fijo para llevar a la castaña y alejarlos de cualquier mirada curiosa, no es que planeara que algo sucediera entre los dos, pero si acaso pasaba, ¿por qué no estar en el lugar y momento correctos?

—Ahora entiendo por qué vienes seguido aquí, es precioso. —Musitó Marina, la lluvia había disminuido considerablemente y ambos cerraron los paraguas, dejándolos caer en el suelo lleno de musgo de su escondite, una pequeña grieta que ofrecía una vista increíble de la ciudad, lo suficientemente gruesa como para evitar que se desbarrancaran y tan discreta como para que nadie los viera.

—El suelo que pisas tiene tantas lágrimas mías como mi almohada, para que te des una idea de lo que vengo a hacer aquí. —Bromeó el joven, dejando a un lado su mochila, cosa que su compañera imitó.

—¿Nunca nadie te ha encontrado a media pataleta? —Preguntó, muy por encima, pensando en que realmente hubiera preferido decir: "¿No estás interesado en renovar el tipo de fluidos en el terreno?"

—No, pero tampoco quiero hablar de esa mierda. ¿Quieres mostrarme eso que compraste? Creo que no puse la suficiente atención, discúlpame.

Marina sacó de inmediato la medalla y se la entregó, Víctor caminó hacia ella y quedó tan cerca de su cuerpo que si esta hubiera querido le comía la boca sin problemas. La examinó durante algunos segundos y sonrió, era muy bonita y estaba muy bien conservada para tratarse de una antigüedad, seguramente su maestro de historia podría decirle a qué período o dinastía pertenecía, con algo de suerte ni siquiera era mexicana, el águila podía ser tanto mexicana como austriaca, pero el hecho de que no fuera bicéfala le quitaba muchos puntos.

—Es muy linda, ¿no crees? —Ella centró su mirada en el objeto con tanta pasión que no se fijó en que el muchacho la veía intensamente—. Podrías usarla cuando instaures el Imperio. —Bromeó.

Memorias del Poder. [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora