La Otra Familia Imperial

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Diana Castro nunca había sido una asistente asidua a las fiestas que organizaban los chicos de la facultad de Ciencias Biológicas, pero aquel Halloween fue distinto, sus padres no pusieron peros para otorgarle el permiso y tampoco se opusieron a que se quedase a dormir en casa de una de sus amigas, y fue así el grupo de jóvenes biólogas salió a aventurarse en alguna de las discotecas de la ciudad de Trujillo. La segundogénita de los Castro llevaba pantalones oscuros hasta la cintura, un pequeño crop negro con mangas ligeramente abultadas, botines blancos de tacón alto y su pálida piel era resaltada por un labial rojo carmín; además de llevar el rostro primorosamente enmarcado por su cabello de "honguito". Al arribar a su destino, las muchachas se unieron al grupo de universitarios que las esperaba en el bar, conforme iba pasando la noche los jóvenes se dejaban llevar por las luces de colores, los vasos de cerveza y la envolvente música de "Los Prisioneros".

—Estás llorando y no haces nada por comprender a nadie, excepto a ti. Oye, no voy a aguantar, tú no puedes demostrar. Oye, no voy a aguantar... ¡Estrechez de corazón! — Coreaba Diana, sacudiendo su menudo y curvilíneo cuerpo de acuerdo a la melodía, moviendo los brazos por encima de su cabeza, con los ojos cerrados y siendo aplaudida por sus amigas.

En ese momento, un par de jovencitos ingresaron a la discoteca, el primero era de estatura promedio, cabello ligeramente largo y ojos saltones; el segundo era más alto, de contextura ancha, pero fornido, con el cabello muy corto, sus ojos eran muy grandes y sus pestañas, rizadas. Los hermanos Altamirano ingresaron saludando a todo mundo, especialmente Renzo, quien calló de repente, maravillado con la imagen de la castaña que bailaba entre tanta gente, resaltando incluso en su grupo.

El sonido de las trompetas fueron la señal para que un joven Renzo Altamirano acomodara su postura e hiciera uso de su "caminata de galán", mientras iba acercándose a la guapa Diana, quien estaba apenas moviendo la cabeza bajo la melodía de "Brujería", una salsa del Gran Combo de Puerto Rico.

—Hola chicas, ¿buenaza la música, no? —Comentó dirigiéndose a todas, recibiendo una animada afirmativa de varias, a excepción de Diana.

—Bailamos si quieres, normal. —Ofreció una de las amigas de Diana.

—¿Sí? Bacán pues. —Ofreció una mano a la castaña, sonriendo ampliamente—. ¿Bailas, amiga?

Diana observó los ojos del extraño con una sonrisa y tomó su mano, apartándose del grupo apenas; Renzo la hizo girar sobre su eje y ambos empezaron a bailar sin mayor contacto que el de sus manos, tan fluidos y afines entre sí, el bamboleo en las caderas de la chica era complementado por la agilidad del chico para cambiar de extremo. Eventualmente, Renzo envolvió la fina cintura de Diana, y ella rodeó su cuello con ambos brazos, ninguno pudo evitar ver los ojos del otro, y aunque no lo sabían, nunca dejaron de sonreír. Roger Altamirano veía a su hermano con una sonrisa burlona en el rostro, apoyado en la barra, bebiendo una cerveza helada.

—Ya le gustó la flaquita, ¿te das cuenta? —Señaló al barman, quien también estaba atento a la parejita.

—Sí pues, no disimulan carajo. —Respondió el hombre, riendo a carcajadas.

No se separaron sino hasta que las amigas de Diana decidieron que ya era tiempo de irse, Renzo cedió y se despidió de la castaña con un beso en la mejilla, pero cuando ya no había ni rastro de la chica fue que recordó un detalle sumamente crucial para volverla a encontrar, no le había pedido su número. Aún así, el destino haría que los jóvenes volviesen a encontrarse más temprano que tarde, y es que aunque Altamirano solo había venido de visita familiar, tenía un par de conocidos en Trujillo que le sugirieron ir a buscarla en la única universidad que enseñaba Biología en ese entonces; y así fue como durante toda una tarde, Renzo pasó esperando a ver si salía aquella jovencita que tanto había llamado su atención, y en efecto, lo hizo. Iba acompañada de dos chicos y una chica más, se veía preciosa con la falda rosa y el top blanco que llevaba, su cabello lucía tan sedoso como siempre y sus facciones a la luz del ocaso parecían las de un ángel.

Memorias del Poder. [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora