Sabrina daba vueltas alrededor de su habitación mientras observaba con detenimiento los outfits que había preseleccionado para esa noche, debía ser simplemente perfecta, dejar que la novia de su hermano luciera mejor que ella no era una opción. Un murmullo en su teléfono le alertó que su amiga había vuelto a la videollamada, por lo que se giró y agitó los percheros que tenía en cada mano, pidiendo una opinión sin emitir sonido alguno.
—Me gusta más el conjunto rosa. —Opinó la otra adolescente, quien estaba más concentrada en romper la bolsa de una mascarilla con sus largas uñas—. ¿Quieres recordarme por qué hacemos todo esto? No puede estar tan buena.
—No lo está, pero eso no quita que la quiera hacer lucir mucho peor de lo que ya se ve. —Sabrina se puso la falda de tartán rosa y el top a juego, giró para verse en el espejo y esbozó una fresca sonrisa a su reflejo, era hermosa y lo sabía—. Además es una fecha especial, es el cumpleaños de mi madre.
—Como digas, yo ya me voy, si no duermo mis ocho horas voy a terminar igual de chistosa que tu cuñada. —La amiga de Sabrina rió apenas, callándose en cuanto vio el gesto de su amiga al regresar la vista a la videollamada—. Tranquila.
La joven colgó primero y se sentó frente a su tocador, abrió el hermoso joyero de nácar con aplicaciones de esmeraldas que su abuela paterna le había heredado y extrajo de él un delicado collar de oro de dieciocho quilates. Sabrina era todo a lo que podía llamarse "una dama privilegiada", la respaldaban su apellido, su belleza y su carisma, que aunque fuera bastante falso, le servía para encandilar a los hombres y mujeres que tenían el placer de conocerla. Era la hija favorita de la familia Hernández, no era tan sobresaliente como su hermano mayor, pero su carácter dulce ayudaba a que sus padres le tuvieran mucha más confianza y cariño.
En el fondo, Sabrina era egoísta y manipuladora, sabía lo que tenía y cómo usarlo para obtener lo que deseaba, había aprendido que la gente se abría con mucha más facilidad si uno les decía lo que querían oír, que para llegar al corazón de los hombres tenía que adoptar el papel de damisela en peligro, y al de las mujeres, necesitaba verse como la persona más fiable en el mundo, por lo que era una caja de Pandora con piernas.
Nunca había sido especialmente celosa con alguno de sus hermanos, mucho menos con Víctor, pero en los últimos años habían construido una relación mucho más estrecha y saber que su hermano, quien siempre había sido lo más similar a una maceta en la esquina de alguna habitación, ahora tenía un interés romántico que conseguiría alejarlo mucho más de la familia y de ella, solo conseguía llenarla de curiosidad, rabia y un incontenible sentimiento de revancha contra su pseudo cuñada. Además, estaba acostumbrada a ser siempre el centro de atención, la más hermosa, la más agradable, y no iba a permitir que una extranjera la opacara en su propia casa, frente a familia y amigos que la conocían desde que era un feto.
Cuando vio a Marina entrar del brazo de Víctor no le pareció espectacularmente bella, era una chica más, una castaña de piel ligeramente más clara que el promedio, pero sin llegar a ser caucásica, ojos café y rasgos típicos de una latina de a pie, no tenía un cuerpo espectacular o pechos prominentes, el vestido le permitiría apreciar cuánto trasero tenía en cuanto se diera la vuelta, pero apresurando sus conclusiones y guiándose por la forma de su cintura y cuán pronunciadas se veían sus caderas, se atrevería a decir que tampoco era JLo. Aún así, Víctor y su madre parecían encantados con ella, razón suficiente para que su presencia le hiciera ruido.
—Marina, ellos son mis hijos menores, Sabrina, Miranda y Carlos; y él es mi esposo Máximo. —Indicó con la palma abierta, señalándolos a medida que los iba nombrando—. No es necesario que te presente, te conocen bien, Víctor vive hablando de ti.
Estreché la mano de Máximo y recibí besos de parte de Miranda y Carlos, Sabrina solo esbozó una sonrisa de suficiencia, como para marcar distancia, gesto que correspondí de igual forma. Vaya copia de Víctor adolescente.
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Memorias del Poder. [#1]
RandomJuntos nos alzamos en medio de la anarquía de una sociedad harta de abusos y corrupción. Caminamos de la mano hasta la cúspide y, con firmeza, nos aferramos al poder. ¿Qué se necesita para que una pareja de mentes brillantes se distinga entre muchas...