Sabuesos

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It's you, it's you, it's all for you, everything I do. I tell you all the time heaven is a place on earth with you. Tell me all the things you wanna do. I heard that you like bad girls. Honey, is that true?

It's better than I ever even knew, they say that the world was built for two. Only worth living if somebody is loving you, and, baby, now you do.

Disociar entre recuerdos de mi boda manchada con la desgracia era lo único que podía mantenerme tranquila mientras mi marido y su padre movían cielo y tierra para encontrar a los culpables del asesinato de mi cuñada, era consciente de mi egoísmo al querer que todo se tratase de mí, ¿pero no era comprensible hasta cierto punto? Nadie querría que el galante inicio de su vida de recién casada fuera pospuesto por alguna tragedia. Aún así, aprendí que debía estar lista para lo que fuera en un entorno como el que había escogido para vivir, y con toda la valentía y empatía del mundo decidí que sería mejor acompañar a la familia de Víctor en esta dolorosa travesía, y mudarnos con ellos por una temporada parecía buena idea.

Al principio Camilo no se mostró muy a favor, creía que era mejor mantenernos en su mansión para evitar cualquier otra cosa, pero terminó comprendiendo cuando le expresé que mis intenciones eran ayudar a Laura a sobrellevar su dolor de una forma menos destructiva.

—Señora Hernández. —Se oyó una pausa entre aquel llamado y el siguiente—. ¿Señora? —Otra pausa—. Señora Hernández, ya están listos los camiones, su esposo la espera. —Un carraspeo que mi abstracción decidió suprimir se oyó a continuación—. ¡Marina!

Me sobresalté y volví la mirada hacia una de las mucamas de Camilo, quien me avisó que ya era hora de irme. Miré con cierta nostalgia a mi alrededor, ansiaba volver a caminar por el corredor improvisado con pilares y floreros blancos mientras la orquesta tocaba Video Games como marcha nupcial, deseaba encapsular el preciso momento en que mis ojos y los de Víctor se encontraron deseosos de fundirse en una sola mirada y volverlo un bucle del que fuera imposible salir. Pero la realidad llamaba a mi puerta, y era hora de asumir mi lugar como parte de la familia, ahora era la señora Hernández, y debía portarme como tal.

Cuando subí al auto Víctor soltó un profundo suspiro y sentí que quería decirme algo, pero se contuvo por quién sabe qué, pero unos minutos después de absoluto silencio, decidió hablar.

—Lamento que esto haya tenido que empezar así, yo quería tener un inicio normal, tenía boletos para un fin de semana en Cancún y reservaciones para un lindo restaurante, quería que fuéramos felices, pero toda esta mierda...

—No fue tu culpa que pasara lo de Sabrina, Víctor. Quisiera que dejaras de castigarte por eso, porque sé que tu principal motivación no es haber empezado mal nuestro matrimonio, sino no haber sido capaz de hacer las cosas como quisieras, eso implica no dañar a nadie de tu familia y darnos toda la tranquilidad posible, pero te aseguro que nada de esto va a hacer que me arrepienta de mi decisión, porque por muy contradictorio que parezca... soy infinitamente feliz a tu lado, y quiero hacer esto, quiero ser tu apoyo. Porque vamos a estar juntos en las buenas y en las malas, hasta que la muerte nos separe.

Víctor apretó mi mano con más gratitud que otra cosa y continuó conduciendo en completo silencio. La llegada a casa de los Hernández fue bastante parsimoniosa y ajena, fue como habitar una casa donde residían los fantasmas de un esplendor lejano, puedo jurar que incluso los colores de la vivienda se veían mucho más opacos, era increíble el impacto y el poder que tenía la muerte.

Miranda salió a recibirnos con noticias de su padre, quien había salido a las 5 de la mañana a una reunión con un cuerpo extraoficial de detectives que ofrecieron ayudar en el caso; nos contó que su madre había entrado en una estricta dieta de infusiones y Xanax, Víctor se mostró especialmente alarmado por esto y corrió dentro de la casa como alma que llevaba el diablo. Yo me quedé con la adolescente, abrazándola en silencio y compartiendo el mismo sentimiento egoísta de desolación, pues ambas estábamos tan vulnerables e igual de obligadas a mostrarnos fuertes por el bien de quienes más amábamos.

Memorias del Poder. [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora