Los Hijos de la Corrupción

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Encendí un cigarrillo mientras esperaba que Val atendiese mi llamada, tenía medio cuerpo fuera de la ventana y Víctor ya estaba dormido, era imposible que el humo le molestase. Sentir mi pecho llenándose de nicotina, alquitrán y demás mierda dañina, servía como una especie de salvoconducto para alejarme de la ansiedad que me producía la sensación de abandono, gracias a las 5 llamadas previas que no fueron respondidas. Hasta que pude oír a Valeria del otro lado.

—¿Qué puede ser tan importante para que la futura Primera Dama de México me llame con tanta insistencia? —La voz de Valeria sonaba extremadamente seca, a pesar de hablarme con tanto sarcasmo.

—Te hubiera llamado desde la línea de Palacio Nacional si así fuera. —Murmuré con mi voz más dulce, para tratar de suavizar el terreno—. Soy una cojuda, yo sé. Pero lo que menos quiero es que te molestes conmigo por una estupidez, es solo una boda.

—Voy a aceptar tus disculpas cuando dejes de disfrazar tus errores para hacerlos ver menos desastrosos. No es solo una boda, es con quién te vas a casar y en qué contexto lo vas a hacer, y si es que lo llegas a hacer. —Valeria hizo una pequeña pausa para cerrar la puerta del departamento de sus padres y enrollar la correa de Leah en su diestra—. ¿Me crees estúpida, Marina?

—¡No! ¡Yo jamás...!

—Te lo voy a preguntar una última vez. —Dijo con la voz mucho más pausada, más seria que antes—. ¿Me crees estúpida o solo te tienes mucha fe? Porque una cosa es hacer tu chongo emocional, y otra muy distinta, combinarlo con una suerte de guerra civil. Todo se sabe, y sacrifico mi teta izquierda al decir que... ¡estás metida en la mierda de los Heraldos de Topo Gigio!

—Es Topiltzin, en realidad...

—¡Como sea! Eres una puta extranjera metida en líos legales, estás desafiando a un gobierno entero solo porque se te ocurrió seguir al loquito de tu ex. Me importa un pincho si te lo quieres tirar, ya, yo no puedo hacer nada para evitar que te metas su asquerosa verga en la boca. Pero sí puedo preguntarte algo, a ver si despiertas de tu trance, ¿alguna vez te planteaste qué va a pasar si les tumban el numerito que se montaron? Tienes dos opciones, Marina Altamirano, regresas viva o muerta a tu país, o simplemente no regresas. Y agradece cualquiera de los futuros más trágicos, porque, ¿quién va a querer que una insurrecta represente el ala diplomática del país? No va a servir de nada todos estos años de bajo perfil, porque ya cagaste tu bajo perfil al convertirte en la novia de un terrorista, Víctor anda gritando a los cuatro vientos lo mucho que se quieren y lo involucrada que estás en esto, ¿te parece que eso lo hace alguien que te quiere? Arruinar, tal vez.

—Y si todo sale bien, habré cumplido el sueño que me tiene obsesionada desde que me conociste. —Tiré la colilla consumida y cerré la ventana del salón—. Incluso si muero, Valeria, todo habrá valido la pena, porque la gente detendrá su vida por un minuto y me recordará; sea como una loca, una mártir, o una heroína. Necesito que dejes de preocuparte tanto y confíes en mí, además, ¿quién no querría contratar a alguien con mi pasado tan controversial? Es un ganar ganar.

—Yo no quiero que mueras, Marina. ¿Es que acaso aún no has podido asimilar lo mucho que te amo? Mierda, eres como la hermana que nunca tuve, y si algo te sucede, no sé cómo podría seguir la vida sin ti. —Valeria se detuvo un momento en medio del parque a donde había llegado por pura memoria muscular, cuando miró a su alrededor se dio cuenta que estaba justo frente a la banca donde solía sentarse a fumar con su amiga, y esto hizo que sus ojos se cristalizaran de inmediato—. ¿No puedo hacer nada para que desistas de esto, verdad?

—Tomé mi decisión, y algo dentro de mí me dice que esto no significa el fin de mi vida, sino el inicio. Cuando todo haya acabado, enviaré por ti y me aseguraré de abrazarte y no soltarte hasta que te quede grabado en esa cabecita rulosa que yo siempre voy a estar contigo, y que te amo tanto como tú a mí.

Memorias del Poder. [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora