Tercer Imperio

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—Quiero empezar diciendo que es un placer, tanto para mis colegas y los equipos que nos apoyan, haber participado en el proceso de creación, imaginación y confección de los ajuares de Coronación de Sus Majestades. Ha sido largo, definitivamente, largo y extenuante; porque aunque hemos tenido cierto plazo... pues es un reto muy grande ya que nunca hemos estado ante algo de ese calibre. —La diseñadora en jefe, Marietta Villalba, hizo una pequeña pausa para escuchar una de las preguntas que hizo alguno de los periodistas reunidos en aquel pequeño panel acondicionado en la explanada de la Basílica de Guadalupe, donde a pesar de ser las cinco de la mañana, ya se veían algunas personas apartando su lugar para poder tener una vista privilegiada del acontecimiento histórico que se iba a celebrar apenas unas horas más tarde.

—Nos interesa mucho escuchar sobre la división de trabajo que ha tenido el equipo, ¿hubieron dificultades con el flujo de trabajo?

—Nos dividimos en mitades para confeccionar los ajuares, y luego en subgrupos que se encargaban del trabajo creativo, revisiones, costura, telas, aplicaciones y demás trabajo. Pero podemos explicarles más del proceso si me ayudan con la presentación de las fotos.

El vestido de la futura Emperatriz había sido confeccionado principalmente con satén color marfil, la estructura se había armado con una crinolina bastante sutil, la cual contaba con dos capas de tul y dos de organza para proteger su piel de la rugosidad del tul; el escote era cuadrado y tenía bordada una pequeña dalia en el centro del pecho, las mangas eran estilo tulipán y estaban rematadas con un diseño de begonias tamayas que simulaban colgar. El trabajo manual había sido la parte más complicada del diseño, pues la falda estaba llena del águila coronada con la serpiente entre sus garras, bordada múltiples veces en miniatura y con hilo de oro, justo como el resto de elementos presentes en el vestido; finalmente, el dobladillo de la falda había sido adornado con mil ópalos andinos de minúsculo tamaño, seleccionados por la más célebre casa de joyería y enviados personalmente por el presidente del Perú como un obsequio para la futura monarca. Como último complemento, se pondría sobre sus hombros una lliclla roja, una suerte de mantilla similar a un rebozo mexicano, con el diseño de bordado tan característico de la zona andina, siguiendo un patrón de astromelias, flores que simbolizaban prosperidad, riqueza y buenos deseos; una muestra de amor eterno para la futura monarca. La lliclla se sostendría con un broche de oro de 18 quilates con forma del águila mexicana coronada, enviado desde Cajamarca, la capital del mineral precioso.

Los zapatos, por otro lado, habían sido confeccionados en cuero por un famoso diseñador de la ciudad natal de la Emperatriz, usó de base una silueta parecida a la usada en tacones para baile de salón, pero cerró las puntas para hacerlos más formales; el color marfil nacarado del cuero fue hecho de forma única y exclusiva para dicha ocasión, y el exquisito par de tacones fue rematado con el blasón de los Hernández pintado a mano por el mismísimo artista, quien entró a su taller a trabajar por su cuenta después de tantos años, pues consideró que era estrictamente necesario.

El traje del Emperador constaba de un blazer militar del mismo tono del vestido de su esposa, bordado por completo con nopales floreciendo en hilo de oro y confeccionado en casimir, las dos filas de dieciséis botones de oro que se añadieron a la prenda pertenecían a las minas de Guanajuato, simbolizando los treinta y dos estados del Imperio; el pantalón era de tricotina de doble lana en tono rojo, muy cercano al borgoña, y sus zapatos eran botines charros de color negro con acabado mate. La estrella del atuendo era el sarape verde bandera que sería llevado sobre su hombro derecho, el cual había sido bordado en plateado con el Escudo Imperial y el nuevo lema del Imperio: "Populi Virtus, Imperii Gloria"; la Virtud del Pueblo, la Gloria del Imperio. Y el copilli que adornaría una de sus orejas, hecho con plumas que simulaban las de la nuca de un águila real.

Memorias del Poder. [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora