Parte 4

18 2 0
                                    

Cosas buenas, estaba despierto, ya no estaba en el aire y no creo que las sirenas puedan comerme mientras estoy en mitad del aire.

Lo malo, la gravedad.

Lo peor, creo que mi cara no tiene protección anti caída.

Mi mente solo podía pensar en gritar, al parecer gritar ayudaría a mi situacion, pero mis pulmones que apenas estaban recuperando el aire que perdí bajo el agua, bueno, ellos no apoyaban mucho la idea de los gritos.

El suelo de la pequeña isla se sentía bastante más cerca de mi rostro cada segundo que pasaba, estaba a punto de estamparla de por vida cuando de pronto sentí que algo jalaba mi talón me daba un ligero levanton pero tan pronto como intenté girarme para ver qué pasaba deje de sentir ese tirón y caí al suelo, sobre mi cara.

Dolía y dolía horrible pero al menos estaba vivo, había llegado a la pequeña isla y podía ver la pequeña casa en la isla, supongo que la mitad del trabajo ya estaba lista, luego pensaría como volver a cruzar el lago.

Me puse de pie a pesar de que mi adolorida cara quería que me quedara ahí tirado un par de horas.

Además de la pequeña casa, había un extraño altar de piedra, más como una lápida que cualquier otra cosa, con símbolos que no lograba descifrar pero justo en el centro había un espacio vacío, redondo, como si una pequeña pelota debería ser puesta ahí.

El misterio de dicho altar parecía llamar mi atención pero sabía que si me sentaba ahí a intentar resolverlo, jamás terminaría mi misión.

Entre a la casa que en realidad no era más que un cuarto.
Había una cama al fondo y en el centro había una mesa, sin sillas alrededor.

Sobre la mesa había tres objetos, de alguna forma sabía que solo podía seleccionar uno.

Había una espada, demasiado llamativa, que me hizo pensar en todas esas veces que había fantaseado sobre ser un héroe, cada vez que tomaba un pedazo de cartulina en mi mano, cada vez que tenía una escoba y empezaba a luchar contra monstruos imaginarios, caminando por las zonas más peligrosas del mundo, la gran fantasía de ser un héroe, pero, no era para mi, de alguna forma sabía que no era para mi.

Gire la vista y estaba ahí lo que solo podía asumir era una vara de mago, era probablemente más larga que yo y también activo mis fantasías, como solía soñar que podía hacer magia, lanzar flamas, volar, las cosas con las que un niño suele soñar.

Me sentí tentado a tomarla pero no, de alguna forma no me sentí digno de hacerlo.

El último objeto, justo en el centro fue el que me robó la atención, era un pequeño espejo de mano, azul y gris.

Lo tomé sin pensarlo mucho, lo levanté queriendo ver mi rostro, al igual que el altar tenía marcas en la parte superior.

Mientras veía mi reflejo en espejo, todo se desvanecía.

Abrí mis ojos y estaba en mi clase de matemáticas, ¿Qué hacía ahí? Ni yo lo sé.

Sin embargo, ahí estaba, sentado en mi butaca, pero no había nadie más, hasta que entró mi maestro, con su usual barba de candado, me miró a los ojos y empezó a hablar sobre lo malo que era en matemáticas.

Por suerte mi madre me había enseñado a defenderme cuando alguien me acusaba de algo que no era verdad, así que le dije que quizás estaba equivocado, que en realidad era bastante bueno.

El argumentaba que no, yo argumentaba que si, así que decidí retarlo a hacerme un exámen, yo podría demostrar que era mucho más de lo que él pensaba.

Cassy & YinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora