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Lucas

América acaricia suavemente mi cabello, mientras recuesto mi cabeza en su pecho. Estamos acostados en su cama y ya era entrada la mañana, pero aún caía una fuerte llovizna y el aire frío nos hacia refugiarnos entre sus mantas.

Cuando había escuchado sus palabras contándome, que su padre había abusado de ella, no sabía si agradecer o lamentar, que no estuviera en la casa, porque estaba muy seguro, que lo mataría y no me importaría las consecuencias.

Observo un punto fijo en la pared, mientras una dulce niña dañada se filtra en mis pensamientos. Asustada, sin poder entender lo que su padre quería de ella y una madre ocultando lo que su despreciable esposo le hacia a su hija.
Ellos la dañaron como a ti Lucas y deben pagar.

Imagino la sangre de su padre y del mío, chorreando como animales en un matadero. Una pequeña sonrisa se forma en mis labios. Mientras siento un poco de satisfacciones al imaginarlo.
Es muy difícil de oír, cuando la persona más importante para ti, admite haber sido víctima de unos de los actos más atroces, que puede existir. Ambos hemos pasado por lo mismo y ambos entendemos lo jodidos, que estamos.

Hace horas ella me había pedido, que tomaramos una ducha y había vendado mis cortes. Nos habíamos despojado de la ropa y luego nos recostamos en ropa interior. Aún mi cuerpo sufría un grave dolor, pero lo había controlado un poco, sabía en qué posiciones colocarme y en cuáles no.

-¿Aún estás despierto?-. Pregunta en voz baja.

En la oscuridad de su habitación lo único, que alumbra es la poca claridad del día, que se filtra por sus finas cortinas.

-Mmm-. Es el único sonido, que emito.

-¿Quieres otro calmante?

-Aja-. Digo, demasiado cómodo como para decir más, pero lo suficientemente adolorido como para recibir otra pastilla.

Levanta suavemente mi cabeza y salta de la cama. Observo su silueta en ropa interior, mientras corre hacia el baño. Al minuto vuelve con un poco de agua y otro comprimido.

-Gracias.

-¿Tienes hambre?

- No.

-Debes comer algo.

-Mas tarde. Vuelve a la cama-. Digo mientras me acurruco entre las cálidas mantas.

- Pues yo si lo tengo, ya vuelvo-. Dice y luego se dirige hasta la puerta.

-Bruja-. Murmuro antes de cerrar los ojos.

Grandes y peludas manos no me dejan moverme. Intento no llorar muy fuerte, porque los chicos grandes no lloran, pero no me puedo controlar, me duele mucho.

-Maldita sea niño-. Escucho la voz de mi tío enojado.

No puedo mover mi cabecita, su mano me sostiene fuertemente  contra la almohada. De reojo veo como toma mis sábanas con dibujitos y me limpia. Deja caer la sabana muy cerca de mi rostro y observo las manchas de sangre. Mi sangre.

-Creí, que está mierda ya no sucedería.

Ya no puedo aguantar y un fuerte grito de dolor se me escapa y muchas lágrimas.

Escuchó un golpe en la puerta y luego la voz de mi tío.- Apresúrate, es mi turno.

No quiero, me duele. Me duele mucho.

-Lucas despiértate, por favor-. Escucho la voz de América y abro los ojos.

Mi respiración se torna superficial y levanto una mano hacia mi rostro. La encuentra húmeda debido a mis lágrimas.

Somos Oscuridad  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora